En la piel del otro

Margarita Bravo de Zarco, jubilada y miembro del Centro de Jubilados y Pensionados de la UNCUYO.

En la piel del otro

Foto: Freepik.es

Sociedad

Otras Miradas

Publicado el 26 DE JULIO DE 2023

Fue durante la etapa del aislamiento por la pandemia cuando reconocí ser asertiva y poseer la capacidad de resiliencia, de resurgir ante pérdidas de todo tipo, para continuar con la vida asociativa recurriendo a las redes tecnológicas. Descubrí que nadie puede ponerse en la piel del otro porque es difícil comprender el sentir de un/a adulto/a mayor que sufre el proceso de la cuarta edad, convertido a veces en una eterna jubilación.

Décadas atrás, los/as mayores de 65 años permanecieron pasivos/as durante el otoño de la vida, pero, en la actualidad, vivimos activamente dentro del marco sociocultural, ¡disfrutando de muchas primaveras acumuladas! Aunque los/as adultos/as mayores deseamos desacelerar, ¡no tenemos intención de frenar nuestro recorrido activo porque no decidimos jubilarnos de la vida! A nuestra edad, no nos consideramos un retazo, un objeto descartable, una joya bibliográfica que nadie consulta; por el contrario, los años vividos atesoran experiencia, trayectoria y madurez, e implican la necesidad de permanecer sobre el escenario social, interactuando con la nueva generación.

Nuestra agenda semanal ya no permanece vacía. Por el contrario, está repleta de encuentros con antiguas y nuevas amistades que nacieron en algún centro de jubilados, a los que acudimos en busca de entretenimiento y nuevos aprendizajes que llegan de la mano de jóvenes profesores, que aplican estrategias dinámicas adaptadas a nuestra edad.  

Cuesta entender que, dentro de un viejo envase –de septuagenaria, en mi caso– se halla una mente ágil, un espíritu vivaz, muchas inquietudes, ganas de seguir aprendiendo, porque la vida misma nunca deja de enseñar; no solo junto a los pares, sino cultivando la relación intergeneracional. Aquí me detengo para destacar que quienes gozamos del privilegio de ser abuelos/as (tíos/tías) poseemos a nuestro alcance el mejor antídoto contra el envejecimiento. Quizás solo la juventud aliviana el peso de las mochilas del pasado y nos ayuda a entretejer un presente de entusiasmo, optimismo e ilusiones.

 Acudiendo a la inteligencia emocional, a la empatía especialmente, al “apego” con nuestros nietos/as, podemos renovar energías, oxigenarnos, actualizarnos, rejuvenecernos. Siempre les dimos parte de nuestro tiempo e intercambiamos pedacitos de nuestras vidas; ahora, transitando la septalescencia, compartimos sus adolescencias, participamos de sus inquietudes, intereses, motivaciones y proyectos, generalmente impregnados de buen humor, de risas y alegrías. ¡Cuántas veces esperamos con ansiedad las juntadas con los/as nietos/as que  brindan una sensación particular de bienestar espiritual!

 Alguien dijo acertadamente: "Piensa como adulto, vive como joven, aconseja como anciano y nunca dejes de soñar como niño". Sin duda alguna, en esa interrelación afectiva de complicidad y aceptación entre generaciones incomparables, los/as abuelos/as quedaremos como un buen recuerdo en la vida de los nietos/as. Depende de nosotros/as el tomar la decisión de ser felices, acompañados por jóvenes, con quienes saboreamos el hoy y el “para siempre”, gozando de momentos inolvidables. En alusión a este último párrafo, cierro con una anécdota familiar.

Hace meses, uno de mis 6 nietos/as, Germán (17 años), nos pidió a mi esposo y a mí que le enviáramos por WhatsApp nuestros nombres escritos de puño y letra para intervenir en un juego. Así lo hicimos, y esperamos el resultado. Sin siquiera imaginarlo, al día siguiente, nos sorprendió mostrando el tatuaje de nuestros nombres en sus brazos. Lágrimas y besos de intensa emoción marcaron ese día, que no fue un día cualquiera en nuestras vidas. Por siempre  Margarita y Luis permaneceremos en la piel de Germán que, a su manera, puso de manifiesto que la relación juventud-vejentud es capaz de estar en la piel del otro.

Como dicen los/as jóvenes, dejo en tu muro este hecho, que queda abierto a la reflexión personal.

Los tatuajes de Germán con los nombres de su abuela y abuelo, Margarita y Luis.