El filósofo de la comunicación en la cultura de la sociedad contemporánea.

¿Podemos vivir sin diarios, radio, televisión e internet? ¿El vértigo de nuestras vidas impide que vivamos sin medios de comunicación? En esta entrevista hacemos una pausa saludable y conversamos con Héctor Schmucler, uno de los referentes de los estudios de comunicación de Latinoamerica y destacada figura del campo intelectual y político argentino. A continuación, la primera parte de la entrevista 

El filósofo de la comunicación en la cultura de la sociedad contemporánea.

Especiales

Publicado el 19 DE SEPTIEMBRE DE 2011

En la ciudad de Córdoba, el investigador Enrique Roig, egresado de la carrera de comunicación, y que se especializa en la discusión humanismo/post humanismo con un proyecto de la Secretaría de Ciencia Técnica y Posgrado, realizó para NUDigital este interesante diálogo con Schmucler acerca de los fenómenos de comunicación, cultura, técnica y poder presentes en nuestras vidas diarias. 


-¿Cuál es la situación actual del filósofo de la comunicación en la vida comunitaria, su participación ideal y la posibilidad real de aproximarse a la misma? 

-Empezaría diciendo que no es muy frecuente pensar en términos de filosofía de la comunicación. Creo que es un déficit en el pensamiento de esto que llamamos comunicación el que no haya una mirada que trate de desentrañar el papel real que cumplen los diversos fenómenos llamados de comunicación en la sociedad contemporánea y en la generación de subjetividades específicas; es decir, en la vida cotidiana de los seres humanos. 

Creo que no hay una consideración muy frecuente en estos términos, es decir, en una aproximación filosófica, en un saber que vaya más allá de un análisis factual de los fenómenos concretos que se llaman de comunicación. Con lo cual, se le puede hacer críticas de distintos tipos o elogios, pero  me parece que falta este otro salto  o, por lo menos, no es frecuente este otro salto de mirar los fenómenos de comunicación como constituyentes de la subjetividades y no sólo como instrumentos al servicio de una u otra idea o de uno u otros intereses.
No hay muchos practicantes. No es una profesión. Digo, yo no conozco muchos que puedan decir “yo soy filósofo de la comunicación”, salvo algunos filósofos que centran el fenómeno de la comunicación  en su explicación o su concepción del funcionamiento de las sociedades. Paradigmáticamente un filósofo como Habermas, sociólogo y filósofo, tiene como punto de partida la idea de la relación comunicativa  para pensar la sociedad. Pero normalmente cuando se estudian los fenómenos de comunicación, sobre todo de comunicación masiva, más bien tienen una mirada sociológica, cultural, menos vinculada a cierta trascendencia que es el vivir humano en concreto sobre la tierra.

-¿Por qué para usted es importante pensar, investigar y actuar políticamente desde los problemas de la memoria y la comunicación,  sin descuidar toda la complejidad de nuestra cultura?

-Me parece que son elementos centrales e irrenunciables  si se quiere tener  en cuenta el lugar en que estamos en un momento determinado. Cuando digo en el lugar en que estamos quiero decir: cómo hemos llegado a vivir de una manera que puede ser valorada positiva o negativamente. Pero, en general, todo el pensamiento crítico  trata de perfeccionar las cosas; por lo tanto es crítico en el sentido de no valorar todo positivamente porque si no, no habrían muchas posibilidades de desarrollar el pensamiento. Entonces si la memoria no tiene un lugar central o por lo menos muy relevante no tenemos elementos comparativos. Ni podemos llegar a  imaginar qué procesos  hicieron posible que vivamos como estamos viviendo.
Por lo tanto, la crítica se vuelve bastante menos sólida si no hay una reflexión, una memoria, una memoria crítica de un pasado, porque ese pasado ha ido generando las condiciones en las cuales  estamos viviendo. Si se quiere pensar  analíticamente, reflexivamente, hay que tener en cuenta qué nos ha precedido para que hoy vivamos en estas condiciones; porque  todo ha sido en algunos momentos construido, aun cuando son múltiples los caminos por los que  accedemos a nuestro presente.

-¿Y respecto de la comunicación?

-Bueno, así como la memoria, la comunicación es parte del quehacer humano central. Si entendemos por comunicación el vivir juntos con otros, después podrían venir infinidades de otros caminos de reflexión, como por ejemplo ¿qué son los medios de comunicación?.Así la comunicación, lo mismo que la memoria, son elementos centrales para convivir con el otro. La comunicación es siempre… (Schmucler hace una pausa sonriente para continuar)…  ¿es siempre? …debería ser siempre por lo menos, el vivir con el otro. Pero para vivir con el otro tenemos que tener formas de vincularnos con ese otro, formas de tener cosas en común, que es el sentido más profundo y sustancial de la idea de comunicación.

-En algún momento se pensó que el consumidor de los medios masivos de comunicación era un público construido por la intersección de las normas y competencias diseñadas por el mercado mediático, y otras normas y competencias provenientes de otros ámbitos de esos actores sociales. ¿Hoy se puede seguir pensando que las reglas del juego elaboradas e impuestas por el mercado mediático han ingresado a esos otros ámbitos que mantenían cierta autonomía y permitían ejercer una libertad o decir que no a tal información o práctica social?

-Creo que no han cambiado mucho las cosas, solo que es más intenso. Pero no diría que todo sea por la influencia de los medios, sino por la constitución de sociedades que coinciden en su sentido común con lo que los propios medios están suscitando o reflejan. Me parece que no hay demasiada distancia entre lo que dicen los medios  y lo que la población vive en su propia experiencia o en sus propios deseos. Los medios actúan, influyen y orientan, pero sobre la base de otros presupuestos previamente aceptados; no creo que los medios actúen tan decididamente. 
Por lo tanto, esa posibilidad de “decir no” de la que hablás, es decir, de no aceptar los criterios mediáticos de esta cultura o forma de instalación de pensamiento colectivo, hoy tiene un componente indudablemente mediático en todo lo que se llama comunicación masiva, medios de transmisión, medios de difusión de ideas, de percepciones y de maneras de existir. Ahora, la posibilidad de negarse a las formas dominantes que se publicitan ahí significa una manera distinta de concebir las cosas. 
Si uno tiene otras ideas, otras concepciones de su existencia cotidiana muy difícilmente los medios influyan, pero hay que estar cargado de esto. A su vez, los medios reproducen un pensamiento y una manera de existir colectivamente que están instaladas en la sociedad, y que también son obra de los medios, pero no como hecho exclusivo, sino que toda la práctica social y humana hoy construye un pensamiento y una actitud ante el mundo que admite que lo que dicen los medios sea aceptado.
En síntesis, yo no creo que haya un mundo sobre el cual los medios actúen, y que los medios tengan el poder de modificarlo. O se modifica el mundo, el conjunto de ideas que rige el funcionamiento de una sociedad, o esta especie de empatía entre medios y público receptor va a seguir existiendo. Es decir que se trata no solo de cambiar los  discursos de los medios, sino también de cambiar el vivir cotidiano, si es que uno no está de acuerdo con este vivir.

-El autor Nick Stevenson tiene un libro que se llama Culturas Mediáticas y alude a éste fenómeno, donde en cierto sentido gran parte de la cultura es difundida por los medios de comunicación y esto modifica las formas de entender nuestras vidas. ¿Se puede hablar en términos de una cultura mediática?

- Sí, se podría hablar, pero a mí me gusta hablar de algo más genérico todavía que es lo que Guy Debord enuncia  como Sociedad del Espectáculo. Así, la sociedad misma vive espectacularmente, es decir como si estuviera actuando para ser vista; o sea que hay una especie de simulacro de la existencia donde entra todo lo mediático en un sentido amplísimo. Pero cuando hablamos de lo mediático se habla o de intereses muy puntuales direccionados a convencer los intereses o de esto otro, que me parece que es más acertado: de un mundo básicamente espectacular.
Y los medios, todo esto que se llama lo mediático, muestran permanentemente el mundo como un espectáculo. Aún en sus formas más simples, la televisión es un gran espectáculo, los medios en general son como grandes espectáculos que se ponen en escena. 
Pero además, en la vida cotidiana todo se espectaculariza, el nacimiento de un niño, un romance, un robo o la lucha política. Aparece todo como una representación para ser vista con la expectativa detener cierta influencia sobre lo social.Yo creo, que si decimos mediático en el sentido de la espectacularización de la sociedad, es legítimo. 
Aunque hay que tener cuidado de creer que lo mediático es como una especie de elemento externo a la existencia social cotidiana, porque no es un elemento como tal sino es que vivimos así. Es decir, nos gusta un programa de televisión -para decir algo- porque tenemos internalizado ciertos gustos y ciertas ideas de lo que puede ser placentero o atractivo. Compramos un producto que se publicita porque coincide con nuestra idea previa de lo que hoy es el consumo y posibilidad de acceso a bienes que prometen el bienestar de aquel que lo consume.
Me parece que esta idea del bienestar a través de las formas de posesión de objetos es una idea bastante difundida que no la imponen los medios, pero que los medios la refuerzan. Insisto en esto, no separar las sociedades de los medios, porque son un conjunto que  o cambian todos juntos o no cambia nada.

-En nuestras sociedades occidentales pareciera que hay una premisa democrática suprema: el estándar de consumo de una población es índice de bienestar de las mismas. Sin embargo, cubiertas las necesidades básicas de alimentación, salud, vivienda, etc., ¿de qué se trata ese excedente de consumo?

-Hay una idea de la posesión de bienes como el logro del bienestar, y esto no está demostrado salvo en la ficción: “usted va a ser feliz si tiene tal cosa”, entonces lo compra y hace todos los esfuerzos para comprarlo y ser feliz, pero rápidamente en la experiencia se da cuenta que la felicidad anda por otro lado. 
Quiero decir que esta especie de gasto exagerado y superfluo que no responde a verdaderas necesidades, llamémosle necesidades sustanciales de los seres humanos, son parte del sistema económico vigente que necesita vender lo más posible al mayor número de gente para subsistir. Pero está muy metida la idea de que el que más tiene  vive mejor; este es uno de los grandes temas que seguramente preocupan a alguna gente. 
Y cada vez va a ser un tema de mayor interés porque vemos que la infelicidad humana no desaparece por la pura abundancia de bienes. Es un mecanismo de un sistema económico y de un sistema cultural que generan una especie de sentido común: tener para ser feliz, creer que la pura posesión de bienes traen el bienestar, pero la experiencia no lo ratifica en todos los casos.

-¿Qué ser humano se realiza en la satisfacción de ese excedente?

-No lo sé, es muy difícil categorizar esto. Más bien hay una idea sobre lo humano que cada uno tiene de acuerdo a sus convicciones, creencias, valores, entonces uno puede pensar en la virtud o no de un ser humano, pero que dependen de los valores de uno. Es muy difícil definirlo de una manera rigurosa, estricta. 
Yo podría decir en líneas muy generales que cada vez más  los seres humanos están alienados de sí mismos, es decir que son ajenos de sí mismos, en el sentido de que cumplen rituales que una estructura social establece como los adecuados, pero que no tienen en cuenta lo más pertinente para que los seres humanos se desarrollen y vivan en plenitud.

-¿Y qué lugar hay para la poesía y el éxtasis?

-Según la importancia que se les dé. Para decirlo genéricamente, diría que la poesía, el arte en general son hechos gratuitos; quiero decir, no instrumentales, sino que son expresión de la plenitud del sentimiento y la vivencia humana, no ocupan un lugar privilegiado  en el orden social instituido. 
Dicho esto, diría no es lo que resplandece en todos lados el arte. Pero no deja de existir porque hay núcleos que siguen sintiendo que en la realización poética de la vida  está un verdadero sentido.

Héctor Schmucler es actualmente profesor emérito de la Universidad Nacional de Córdoba. Integra el grupo editor de la revista Artefacto. Fue co-fundador, en los años 60’ y 70’ de las revistas Pasado y Presente  y Comunicación y Cultura, esta última junto a Armand Mattelart y Daniel Dorfman, en Santiago de Chile. Fue creador de la cátedra Introducción a los medios masivos de comunicación en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y del  Seminario de Informática y Sociedad en la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Ha publicado en 1997 una compilación de sus ensayos en el libro Memorias de la comunicación (Biblos). 
Enrique Roig es egresado de la carrera de comunicación social de la UNCUYO. Se especializa en el debate humanismo/poshumanismo, y trabaja actualmente en el proyecto de investigación “La concepción de la comunicación y del sujeto de la comunicación en la Macrosferología de Peter Sloterdijk. El debate Humanismo/Posthumanismo” de la Secretaría de Ciencia Técnica y Posgrado (SeCTyP) de la UNCUYO.