Ética para periodistas

El escritor Mempo Giardinelli presentó en la Feria del Libro un ensayo sobre el género policial, que fue editado por primera vez en los 80. Además de reivindicar la novela negra, habló sobre periodismo y medios de comunicación. Dijo que el oficio atraviesa un momento crítico y que la única forma de revertirlo es que los profesionales lean y vuelvan a las clases de ética.

Ética para periodistas

Fotografías de Rocío Pedroza.

Cultura

Unidiversidad

Verónica Gordillo

Publicado el 02 DE OCTUBRE DE 2013

Mempo Giardinelli se parece a los detectives de las novelas policiales, con su sombrero de fieltro, su saco y su chalina. Con ese aire detectivesco tan apropiado para la ocasión presentó en la Feria del Libro un ensayo sobre la novela negra, que editó por primera vez en los 80 y que se convirtió en una obra de culto. Pero su paso por la Feria no se limitó a la reivindicación del género policial –ninguneado durante años– sino que habló sobre periodismo y medios de comunicación. Repitió que el oficio atraviesa por un momento crítico y dio la misma receta para revertir la situación que durante años le machacó a sus alumnos: volver a la lectura y a las clases de ética.


El escritor chaqueño es quizás uno de los hombres más apropiados para participar de la feria, que se realiza en el espacio Julio Le Parc. En 2006 donó su biblioteca personal de 10 mil volúmenes para formar una fundación que lleva su nombre, dedicada al fomento del libro y la lectura.

Giardinelli habló sobre el género negro y sobre periodismo y sociedad, dos pasiones que lo acompañan desde hace años. En ambos casos estuvo acompañado por personas a quienes describió como amigos: el periodista Julio Rudman y el profesor Roberto Follari.


Lo negro

Giardinelli consideró al ensayo El género negro. Orígenes y Evolución de la Literatura Policial y su Influencia en Latinoamérica como un viejo amigo, como un libro involuntario, que salió por casualidad cuando estaba exiliado en México. La primera edición del volumen que compila los artículos que escribió para el diario Excélsior salió en los 80 y se convirtió en una obra de culto.
Ahora, cuando su editor le preguntó qué tenía de nuevo, le contestó que nada, pero que sí tenía algo viejo que quería editar: la investigación sobre la novela policial, a la que reescribió y convirtió en un ensayo que recorre la historia del género y describe el aporte de los grandes maestros: Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Ross MacDonald y Chester Himes, solo por nombrar algunos.

Cuando era un aprendiz en las redacciones de Buenos Aires, su compañero Osvaldo Soriano, fue quien le abrió este mundo de crímenes, detectives y policías, que jamás abandonó. Su avidez por la lectura le enseñó que el género negro es tan riguroso como cualquier otro, mucho más apasionante y con una gran cantidad de lectores, siempre interesados por los entretelones de un nuevo crimen, siempre atraídos por el morbo.

Para el escritor chaqueño, el mecanismo de tensión dramática que existe en cualquier novela es un legado del género policial, ninguneado durante años por las sociedades literarias y por la industria, que suelen sospechar de lo popular.

Giardinelli consideró a Dashiell Hammett como el creador de la novela negra con su Cosecha Roja, donde se diluye la división entre buenos y malos, donde el delito está instalado en las calles y donde la trama ya no se basa en quién cometió el crimen, sino que empiezan a tallar factores psicológicos y sociales.

El escritor contó que en el siglo XIX se popularizó el género, que comenzó a cambiar. El crimen tenía nuevas motivaciones, como la envidia, la ambición o el desamor, y la trama no se ceñía a la lucha entre asesino y policía, sino que incorporó la mirada de la víctima y la del delincuente.

El autor de La Revolución en Bicicleta relató la importancia que el género tuvo y tiene en Argentina y Latinoamérica, de la mano de autores como Rodolfo Walsh y su Operación Masacre (antecesora de A Sangre Fría, de Truman Capote) y de escritores como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares o Ricardo Piglia, que tradujo muchas obras, al igual que Juan Carlos Onetti.

Según el escritor, fue la novela negra la que mejor podía eludir la censura durante la dictadura argentina porque nadie le daba importancia, aunque fuera una representación o un acercamiento a lo que pasaba en la realidad.


De periodismo y ética

Después de recibir los aplausos por su descripción del género policial, Giardinelli descansó unos minutos y volvió al estrado, esta vez de la mano de Follari, para hablar sobre periodismo y sociedad.

El escritor recordó sus inicios como periodista, oficio que sigue ejerciendo a través de sus columnas en Página/12 y en el Buenos Aires Herald. Habló sobre la libertad que tenían en el ejercicio periodístico, aunque sabían que el jefe podía vetar una nota y contra eso no había nada que discutir.

Giardinelli rememoró la época en que trabajaba en la editorial Abril, a cuyo edificio describió como el templo de la prosa, porque ahí los jefes que le corregían a diario los escritos eran Tomás Eloy Martínez, Olga Orozco o Juan Gelman. Describió a los que recién empezaban como él, como hombres y mujeres que tenían más ganas que conocimiento, más idealismo que ideología, pero con una concepción clara de que ejercían un oficio de una gran responsabilidad social.

De ese pasado glorioso queda poco, según Giardinelli. Dijo que la tara del periodismo en democracia es la velocidad, el gran cambio que produjeron las nuevas tecnologías. Antes se trataban cinco temas importantes y ahora cuatrocientos, con una gran liviandad, hoy lo que importa es el impacto.

Para el escritor, el periodismo argentino está pasando por un momento crítico que solo se podrá superar si volvemos a la lectura y al aprendizaje de la ética, una materia que casi no se da en las universidades.

Giardinelli se lamentó del grado de manipulación que ejercen los medios y prefirió refugiarse en una postura idealista, porque se niega a creer que los medios son omnipotentes; si lo hiciera, dijo, está seguro de que se paralizaría.

El escritor comentó que es muy crítico con el gobierno, aunque hay rumbos que considera acertados, y es en esos puntos donde no comprende la crítica. Y dio dos ejemplos de la manipulación que pueden ejercer los medios: dijo que no entiende el encono de los mayores, cuando Argentina tiene 9 millones de jubilados que nunca cobraron con la regularidad que lo hacen ahora ni se pudieron jubilar con tanta facilidad. Tampoco entiende por qué los medios machacan con el drama de la educación, cuando basan ese desprestigio en los resultados de las pruebas Pisa, pero no dicen que las realiza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), también conocida como "el club de los países más ricos", que coordina las políticas sociales y económicas de sus miembros.

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