Final de juego

Puestas en escena, mística, liturgia: todos los recursos al servicio de los cierres de campaña.

Final de juego

Foto: gentileza seguinforma.com.ar

Nacional

Presidenciales 2015

Unidiversidad

Juan Villalba, especial para Unidiversidad

Publicado el 23 DE OCTUBRE DE 2015

En una sala a oscuras, suena en los parlantes uno de los históricos discursos de Raúl Alfonsín recitando el préambulo de la Constitución Nacional. El aplauso es cerrado e inmediato. Muchas emociones están en juego, en el juego de la militancia, el cierre de campaña y la memoria ciudadana.

La sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza, sobre la Avenida Corrientes, es el lugar escogido en Capital Federal por Margarita Stolbizer para cerrar la campaña nacional de Progresistas que la promueve como presidenta de la Nación. Ante una concurrencia de 400 invitados especiales, cuatro personas se paran en el escenario frente a espejos. Una militante feminista, un maestro de primaria, una adolescente de 16 años y un profesor universitario, cada uno a su tiempo, hablan sobre su vida y sus motivos para votarla. Se miran al espejo y dicen: “Yo ya gané”.

La apuesta por una ajustada puesta en escena abarcó a todos los candidatos. Esta no es la excepción. Desde los parlantes suena, una y otra vez, la canción que dice: “Las libertades que faltan nos trajeron hasta acá...”. Del atril de Stolbizer se desprende dos veces el cartel con su nombre. Cuando todo es símbolo, estos detalles importan.

Ya frente al micrófono, la candidata explica el sentido de lo que se muestra: “Nos miramos en el espejo de los que luchan”. En su discurso agradece a la militancia presente, a las mujeres que pelean y, especialmente, a su familia, desbordando de emoción y despertando otra vez un fervoroso aplauso. Entre los presentes se encuentran, entre otros, Hermes Binner, Victoria Donda y Beatriz Sarlo, quienes luego subirán al escenario para acompañarla.

“Detrás del relato están las ruinas, los escombros”, marca aludiendo al Gobierno y su visión particular de los últimos años de historia. Pero no elude fuertes críticas al macrismo y a los promotores del llamado “voto útil”. El de ella, el voto hacia su sector, es el “voto ganado”, el voto a conciencia.

Con duros cuestionamientos a quienes se pasan de un bando a otro sin mayores explicaciones, señala: “Hemos pensado en patentar la coherencia política”. Y centra su propuesta en el eje del combate contra la pobreza y la indigencia en la infancia. Al final, todos, conmovidos, entre más aplausos y saludos de todos los presentes, asumen el compromiso de “continuar la lucha, más allá del resultado del domingo”.

Nicolás del Caño tenía previsto cerrar su acto en la intersección de las avenidas Rivadavia y Callao, pero decide trasladarlo exactamente al frente del cierre de Progresistas, en Corrientes y Montevideo. El fervor es idéntico, pero es mucho más marcada la presencia juvenil que copa la calle cortada al tránsito y llena las sillas a la espera de los principales oradores, entre ellos, el histórico Jorge Altamira.

Pero a la misma hora, a unas pocas cuadras de allí, en el estadio Luna Park, hay una manifestación mucho más multitudinaria, de un carácter romántico insoslayable. Afuera, cientos y cientos de militantes se organizan para entrar. Es una fiesta peronista, con todos los símbolos odiados y amados. Hay improvisados puestos de venta de choripanes, banderas, remeras con símbolos justicialistas y también de equipos de fútbol. Boca Juniors, River Plate y no mucho más…

 A las siete de la tarde en punto, el estadio estalla con el arribo de los candidatos del Frente para la Victoria. Una señora mayor, aferrada a su cartera, irrumpe en lágrimas que no dejarán de caer hasta el final del acto. Es una emoción legítima, conmovedora, peronista si se quiere. Hay en este llanto la expresión de un deseo y también una memoria asociada al bienestar de los laburantes, de los excluidos. Suenan estridentes los bombos del Movimiento Evita, la Juventud Peronista de Capital, la Juventud Sindical Peronista, el movimiento Tupac Amaru y otros tantos… Atrás, bien atrás en el estadio, un pequeño mar de banderas amarillas y rojas no deja de agitarse.

En el escenario están Daniel Scioli, Carlos Zannini, Karina Rabolini, Aníbal Fernández, Daniel Filmus y los gobernadores Gioja, Urtubey, Beder Herrera y Paco Pérez, entre otros. Pero hay lugar para más, porque es el momento del cierre y hay que apelar a todos los esfuerzos. Junto con los funcionarios, hay un visible grupo de obreros con sus uniformes de trabajo. La imagen es clara: son el pueblo, o, al menos, el pueblo peronista.

Zaninni recuerda a Néstor y hace una encendida defensa del gobierno de Cristina. Presenta al cantante Ricardo Montaner, quien despliega su “Yo creo”, cuya letra se muestra en la pantalla gigante de leds detrás del escenario. La fiesta es total. Después suma un “Himno de la Victoria”, dedicado especialmente a Daniel Scioli.

Finalmente, el gobernador de Buenos Aires aprovecha su última gran jugada multitudinaria. Afirma que recibe “un país ordenado, desendeudado y con paz social”. Agradece a todos los trabajadores, militantes, artistas, deportistas, científicos. La última apuesta fuerte es la promesa de la modificación del Impuesto a las Ganancias. No hay un especial eco de esto, quizá porque la mayoría allí presente lejos está de ganar un sueldo alto. Tampoco hay resonancia alguna tras su reivindicación de Raúl Alfonsín, ni tras su convocatoria a los indecisos, independientes, radicales del campo nacional y popular. Es una fiesta del pueblo, pero del pueblo peronista.

El eco es otro, mucho más intenso, cuando menciona al Papa Francisco y sus tres T: tierra, techo y trabajo. La multitud lo despide y comienza a retirarse. Los candidatos se quedan un largo rato saludando a los presentes, estirando sus brazos.

Ya afuera, un grupo de militantes comienza a desarmar toda la cartelería. Es el final de la función. Para todos y todas. Las agrupaciones se suben a los colectivos y la densa humareda comienza a disolverse. El domingo toda la población decidirá si este u otro pueblo es el de su preferencia. La suerte está echada.

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