"Hablar de la prensa es hablar de las relaciones sociales y las luchas de clase en el país"

Luciana Mignoli, coautora de Prensa en Conflicto, reflexiona en esta entrevista acerca de las estrategias desplegadas por la prensa hegemónica para neutralizar las expresiones populares y políticas que han puesto en cuestión el orden social dominante a la largo de la historia argentina. El libro, que aborda el rol de los medios gráficos sobre un conjunto de conflictos sociales de nuestra historia, será presentado el 28 de septiembre en la Feria del Libro de Mendoza.

"Hablar de la prensa es hablar de las relaciones sociales y las luchas de clase en el país"

Luciana Mignoli

Sociedad

Unidiversidad

Penélope Moro.

Publicado el 20 DE SEPTIEMBRE DE 2013

Un grupo de 14 investigadores del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”  se convocó hacia finales de 2009 para analizar el comportamiento de la prensa gráfica hegemónica sobre distintos acontecimientos de conflictividad social  ocurridos dentro de los últimos dos siglos de historia argentina.  

La cercana conmemoración de los doscientos años del nacimiento de la
Gazeta de Buenos Ayres, reconocido como el primer periódico patriótico, y la discusión latente sobre el rol de los medios en el escenario social post sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA), fue el contexto que impulsó la mirada retrospectiva del equipo de investigadores coordinados por la periodista y docente Luciana Mignoli. 

El foco se puso sobre ocho momentos concretos de tensión social hilados en el tiempo, tales como la Guerra contra el Paraguay, las Campañas al Desierto, la Huelga de Inquilinos, la Semana Trágica, el Bombardeo a Plaza de Mayo, el Cordobazo, la Huelga de la CGT en la última dictadura y la Masacre de Puente Pueyrredón, lo que arrojó como resultado “la posibilidad de detenerse  en algún punto de la historia para advertir continuidades y quiebres, y pensar a futuro la necesidad y los modos de transformar la comunicación”, señala Mignoli.

El aporte de 10 entrevistados –entre periodistas, historiadores y antropólogos–, complementó el trabajo de archivo y revisión crítica acerca de los discursos periodísticos que hegemonizaron el relato del conflicto social en nuestra historia. Como contracara por excelencia del devenir histórico de la prensa argentina, Osvaldo Bayer es quien prologa la obra colectiva.

Los modos de construcción del sujeto de la protesta como el “otro peligroso y amenazante” o directamente negado en los momentos de mayor resistencia al poder que protagonizaron las mujeres y los pueblos originarios, son revelados en el libro como intentos de neutralizar los cuestionamientos al sistema económico y al orden social impuestos. Una constante que se reedita de diversas maneras en cada época, a la largo de los discursos que ganaron eficacia bajo el paradigma de la neutralidad, la independencia y la imparcialidad periodística.

Surgido en plena crisis del modelo que cooptó durante décadas los modos de construcción de las realidades sociales y políticas, Prensa en Conflicto se suma a las herramientas generadoras de la democratización de los medios a través de la reivindicación del periodismo que asume sus propios posicionamientos.


El abordaje de la investigación, las continuidades y rupturas de los procesos periodísticos hegemónicos frente a la histórica posibilidad de transformación de la comunicación social, en las respuestas de Luciana Mignoli: 

¿Cómo hicieron 14 investigadores para consensuar la selección de 8 conflictos dentro de 200 años de historia?


No fue algo sencillo. Somos 14 personas con distintos intereses, recorridos y realidades. Sabíamos que los 200 años eran una excusa. El Bicentenario nos permitió inmiscuirnos en ese espíritu de repensar la historia, pero lejos estamos de creer que en estas tierras comenzó hace dos siglos. Eso sería negar las verdaderas raíces, las originarias.

Lo que hicimos fue trazar la línea histórica. En ella marcamos un montón de conflictos, muchos más de los que seleccionamos, y empezamos a ver qué temas nos interesaban: guerras, huelgas, represiones, movilizaciones estudiantiles, etc.

Elegimos distintas tipologías de conflictos y diversidad de protagonistas. Queríamos que estuvieran presentes las mujeres, los jóvenes, los estudiantes, los obreros, los pueblos originarios, los desocupados.

Además, la intención fue que la variedad de conflictos y actores sociales  presentados  estuvieran lo suficientemente distanciados en la historia para que pudiéramos dar una pincelada de  estos 200 años. Y siempre atentos a que toda selección es producto de una decisión política e ideológica.
 
¿Qué fueron descubriendo a medida que avanzaba la indagación?

Una, cuando va a investigar, parte de una hipótesis de trabajo sobre lo que espera encontrar. La nuestra era que la prensa gráfica siempre ha construido la protesta social como un desorden sobre un orden social incuestionable acerca de si es justo o injusto. Un orden que es inamovible y que cualquiera que quiera modificarlo es visto como una amenaza. Se cumplió.
En los conflictos bien distanciados en la historia, siempre encontramos que el sujeto de la protesta y del conflicto es mencionado de forma peyorativa. Se habla del otro como un “otro negativo”: sea como un salvaje, un animal, un subversivo, un piquetero encapuchado, un obrero que te va a venir a prender fuego la fábrica. La manera de construirlo va cambiando junto a los paradigmas o momentos históricos, pero siempre el otro es el negativo.

Eso legitima la represión posterior que se aplica sobre los cuerpos que protestan. Porque si yo te digo y te reitero que viene el malón y te va a robar a la mujer, el anarquista te va a prender fuego la fábrica, el piquetero te va a romper el auto, cuando esos indígenas, trabajadores, manifestantes, sean reprimidos a la sociedad le va a resultar natural. Entonces, lo que intentamos fue desnaturalizar esos discursos, deconstruirlos. Esa fue una constante en toda la investigación.


¿De qué tipo de recursos se vale la prensa gráfica para construir al “otro” como lo negativo?

En primer lugar, de la adjetivación. Principalmente en algunos momentos históricos respecto a  los conflictos de siglo pasado. En otros, hay pretensiones de mayor neutralidad. Pero siempre la adjetivación peyorativa está inserta en estos discursos.

También, de las fuentes que se utilizan para mencionar estos conflictos. Ni siquiera respetaron el paradigma de las “dos campanas” que ellos mismos impusieron y que hoy está obsoleto. Todos los relatos de los conflictos sociales están mencionados desde las fuentes del Estado.

La misma agencia represiva estatal –que es la que controla, reprime y neutraliza la protesta– es quien habla. No hay piqueteros, inquilinos, mujeres, obreros, reprimidos contando por qué reclaman y lo que les pasa. Esto se advirtió a lo largo de toda la investigación, salvo honrosas excepciones. Pero la generalidad es que esos relatos están conformados por el propio autor de la represión de la protesta, con la cual serán producto de una mirada sesgada.

También está la otra perspectiva de análisis, que tiene que ver con el poder económico de cada medio de comunicación, máxime si hablamos de dos diarios importantes en el país, como son La Nación y Clarín. ¿Tuvieron en cuenta este aspecto?


Nosotros analizamos la prensa hegemónica mal llamada “nacional”, y no “porteña y masiva”. Para eso incluimos investigadores, algunos medios y también sucesos de distintos puntos del país, como el "Cordobazo” (1969), en esos casos entrevistamos a referentes de la zona.

En el caso de La Nación y Clarín, hay una conformación del discurso muy fuerte que tiene que ver con el poder económico. Digamos, los discursos de la prensa no empiezan de cero en esa tinta y en ese papel. Son discursos que comienzan antes o que forman parte de una cadena de semiosis de significaciones que están todas del lado de la hegemonía económica y política.

En los primeros conflictos que analizamos era más claro qué rol ocupaban los medios. En la “Campaña al Desierto” o en la “Guerra contra el Paraguay”, estamos hablando de 1860, La Nación decía claramente quién era y qué pensaba. Era un órgano de un partido político, por decirlo claramente. Después esa claridad no se permitió más y  se empezó a pensar que los medios de comunicación tenían que ser “objetivos, neutrales e imparciales”.  Sabemos que no es así, trabajan con materia simbólica y con discursos que están imbuidos de sentido.

En realidad, el periodismo en Argentina nace con La Gazeta de Buenos Ayres, y esta fue una de las excusas para hacer el libro. El periódico fundado por Mariano Moreno el 7 de junio de 1810 se crea por una resolución de la Primera Junta que dice: “Créase un órgano de difusión de las ideas de esta Primera Junta”.

Es decir, si bien en esa época ya había otros periódicos, el periodismo en Argentina –el patriótico, por Primera Junta y por Revolución de Mayo – nació de la mano del poder. Está muy bien que así sea. Sucede que después, lo que empezó a confundir el terreno fue el encubrimiento de los intereses que están detrás de cada una de estas palabras que elegimos para narrar.




Imagino que en este recorrido sobre el desempeño de la prensa hegemónica también se encontraron con coberturas de la prensa alternativa. ¿Las tuvieron en cuenta para el análisis?

No fue el eje que tomamos en el libro, pero sin lugar a dudas aparece una y otra vez. En algún momento analizada como “prensa alternativa”, en épocas más lejanas como “prensa obrera” o  como “prensa anarquista”, la de los conflictos de la “Semana Trágica” (1919) y la “Huelga de Inquilinos” (1907), todas cumplieron un rol muy interesante.

Nosotros decimos básicamente que tenemos que construir nuevos medios si queremos romper este círculo en el cual hay medios que construyen hechos que después quedan narrados en la historia como tal y no hay voces de los reclamos.

El ejemplo más paradójico de nuestra historia –ejemplo del antiperiodismo - es la tapa de Clarín del 27 de junio de 2002, luego del asesinato de Maxi Kosteki y Darío Santillán: “La crisis causó dos nuevas muertes”. Es un antes y un después en la enseñanza del periodismo; quienes damos clases de periodismo no podemos obviar esa tapa porque en ese momento Clarín tenía las fotos de Pepe Mateos que mostraban la secuencia donde quedaba claro que el sujeto de esas muertes no era la crisis, sino que tenía los nombres y apellidos de los agentes de Alfredo Franchiotti de la policía bonaerense.

Las autoras del capítulo de la “Masacre del Puente Pueyrredón” (2002) en Prensa en Conflicto explican que fueron las fotos de un fotógrafo independiente, Sergio Kowalewsky, difundidas por la prensa alternativa, las que hicieron que Clarín tuviera que desarmar su discurso porque ya no se podía sostener ante esa secuencia tan obvia y tan obscena. 

Clarín, que los días previos a este piquete había hablado de militantes encapuchados “que no nos dejan transitar, salvajes, peligrosos”; y que había generado un discurso en torno a la necesidad de reprimir,  tuvo que armar otro relato para darle sentido a esas fotos que habían circulado. Entonces, de la noche a la mañana Maxi y Darío empezaron a ser militantes sociales, jóvenes que querían otra vida. Es decir, tuvieron que adecuar el discurso ante la evidencia de las pruebas de la prensa alternativa.

Estamos hablando de Clarín en tanto medio gráfico, tal como corresponde al objeto de investigación de Prensa en Conflicto, pero también se trata del monopolio que concentra la mayor parte de los medios audiovisuales del país. ¿Cuál es el valor que para ustedes tiene la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual?

Celebramos que la ley de radiodifusión de la dictadura haya sido enterrada definitivamente y exigimos la plena aplicación de la LSCA. Aun así, creemos que no hay ley que se sostenga sin una fuerza social que la acompañe.

No hace falta ser analista político para saber que ninguna norma va a cambiar de la noche a la mañana el mapa de medios en Argentina. Hay un montón de radios comunitarias que aún no han sido legalizadas por la LSCA, sin embargo tienen legitimación de sobra por décadas de trabajo en terreno.

Nos parece muy auspiciosa la ley como un paso importante en el camino hacia una comunicación más democrática, pero no creemos que sea el final. Hay que seguir trabajando por la equidad y la pluralidad de las palabras.

El proyecto de ley de Revistas Culturales Independientes y Autogestivas que se encuentra en el Congreso Nacional vendría a ser otra de las claves para democratizar la comunicación.

Es fundamental. Yo me informo por muchas de esas revistas independientes y autogestivas. Cuando doy clases consulto a los estudiantes qué opinan de la prensa hegemónica y sus comentarios son todos negativos. Pero resulta que cuando pregunto a través de qué medios se informan, son por esos mismos que critican.

Nosotros, en nuestro rol de ciudadanos lectores, oyentes y televidentes tenemos que poder cambiar esa lógica e informarnos a partir de otros medios. Yo formo parte de revistas independientes y leo asiduamente este periodismo. La sanción del proyecto es vital, esta ley viene a ser la hermana de la LSCA.

Hay una calidad de periodismo independiente, en este sentido, muy importante. Con un nivel de profundización en los temas que no existe en los hegemónicos, y con la capacidad y el compromiso de plantear una agenda verdaderamente alternativa. El Estado debe apoyarlo, debe garantizar su existencia, eso también es fundamental para democratizar la comunicación.

¿De qué nos sirve mirar el pasado del periodismo? ¿Cuál pensás que es el aporte del libro al escenario actual de lucha por la democratización de la comunicación?

Para repensar el presente y, de ahí en más, para pensar qué queremos para el futuro. Este libro nació porque hay un debate que está abierto desde la discusión de la LSCA, y que ya se había iniciado a partir del conflicto por la Resolución 125. Pero también es un debate que se viene dando entre las organizaciones del territorio desde la recuperación de la democracia. Se trata de un debate que tiene que ver con entender la comunicación como un servicio público y no una empresa privada, y de tratar a la comunicación con la responsabilidad que se merece.

Esperamos que el libro se convierta en un elemento más de discusión en las universidades donde se forman las nuevas camadas profesionales. Creemos que es un momento para la práctica profesional muy auspicioso por el nivel de discusión que implica. Pusimos la lupa sobre determinados momentos para ver qué continuidades tiene este tratamiento periodístico, qué cosas no pudimos desandar en este trabajo profesional que arrancó siendo un oficio.

El libro es una posibilidad de mirar, de detenernos en algún momento de nuestra historia, ver continuidades y quiebres y pensar a futuro qué podemos hacer para transformarlas. En el texto citamos a Rodolfo Walsh cuando explica cómo las clases dominantes procuraron que cada lucha empezara de cero, como si fuese la primera, para que la clase trabajadora no tuviera historia, ni mártires ni héroes, ni posibilidades de que alguna vez el círculo se quiebre.  Pienso que ese fue nuestro aporte al quiebre: hablar de la prensa es hablar de las relaciones sociales y de las luchas de clase en Argentina, entender de qué manera la prensa narró esos hechos para procurarse que no volvieran a suceder a futuro.
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Prensa en Conflicto en Mendoza

La gran repercusión que ganó Prensa en Conflicto a partir de su lanzamiento oficial en abril de este año se extendió a la largo y ancho del país. En los últimos meses, sus autores vienen recorriendo las distintas provincias en las que se los convoca para presentar la obra.

Con la participación de la investigadora Luciana Mignoli, el turno de Mendoza será el sábado 28 de setiembre a las 17.30 en la "Sala Azul" del Espacio Cultural Julio Le Parc, en el marco de la Feria del Libro. El 27 de setiembre a las 12.30, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, la periodista brindará una charla dirigida a estudiantes, docentes y graduados de la carrera de Comunicación Social y abierta al público interesado. La intención es debatir sobre la situación de los medios provinciales.

Ambas invitaciones corren por parte del colectivo La Hidra de Mil Cabezas, el CICUNC (Centro de Información y Comunicación de la Universidad Nacional de Cuyo) y la Secretaría de Extensión Universitaria de la UNCuyo.

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