La cocina del hospital

Crónica de una noche en el Lagomaggiore. Escenas de guardia y emergencia donde el sueño y la vigilia se debaten entre la salud y la enfermedad.

La cocina del hospital

Cultura

Unidiversidad

Andrea Calderón

Publicado el 01 DE AGOSTO DE 2012

Bruno y El Gallego ligan de lo lindo en la sala de espera. Ligan desde el relato de un hombre y una mujer, que entre llanto y desacuerdo, aguardan la suerte de su hijo. “La morochita esa también se da con todo”, agrega una joven con la mirada perdida hacia el pabellón de Urgencias.

Es la medianoche de un jueves 19 de julio, muy fría por cierto, y Gustavo (50) se mueve por el Lagomaggiore atado a un estetoscopio. Desde hace 25 años ejerce la enfermería; una década la pasó en Terapia de Quemados y el tiempo restante entre servicios de Cardiología y Guardia.

La relación médico-paciente aquí no existe o es casi nula. “En cinco minutos tenés que decidir si quien ingresa vuelve a su casa o queda internado, cuando no muere. Acá se resuelve el problema y se acabó”, dice. Los fines de semana, cuenta, son los más fuleros. “Muchos pendejos llegan con politraumas por correr picadas o andar en moto. Otros llegan chupados o bajo los efectos de las drogas. Nuestra misión es calmar el dolor”, dice.

-¿Dónde vive, señora?

-En el Algarrobal.

-¿A qué se dedica?

-Trabajo en servicio doméstico.

-¿Toma alguna medicación?

-Alplax.

Si los valores normales de las pulsaciones rondan entre las 60 y las 100, la mujer roza las 203. Conectada a los cables, reposa. De fondo, los latidos de su corazón no le dan respiro al electrocardiógrafo. Más tarde quedará internada y horas después recibirá el alta médica.    

Los pacientes más frecuentes, dice Gustavo, llegan por intoxicaciones medicamentosas, y agrega que el 90% de las mujeres acude a los psicofármacos, mientras que los hombres “prefieren” las drogas duras. A ellos se suman casos de tuberculosis, neumonía, politraumatizados, quemados, heridos de bala y los imprevisibles de todo hospital.

Sebastián tiene 25 años y hace algunos meses ingresó en la Residencia de Traumatología. Desde entonces cumple dos guardias semanales de 24 horas y tiene avidez por compartir su experiencia, tan nueva como emocionante. Esta madrugada atendió dos casos de policontusiones por accidentes viales, múltiples fracturas y un herido de arma de fuego. Lo peor que le tocó vivir hasta el momento fue hace un tiempo, cuando vio cómo le amputaban una pierna a un enfermo de diabetes.

El temor y el sentido de la responsabilidad pasean por su cuerpo cada vez que se calza el ambo y sale a la guardia. De cualquier manera se siente contenido por el equipo que acompaña su crecimiento profesional y los pormenores de la práctica.

Tres pisos por escalera y un laberinto de pasillos mudos separan al servicio de Urgencias de la Clínica Médica. El aire envuelve una densidad que huele a suero y se impregna por los ojos, aunque no se quiera ver. De la habitación 3010 se cuela la figura de Juan Antonio (62), padre de Roberto (35). Roberto lleva ocho días de hospital y muchos de autoabandono. Sus 211 kilos de obesidad mórbida le impiden trabajar, así como el tubo de oxígeno al que se encuentra conectado. Tras una operación de apendicitis, este hombre duerme en los recuerdos de la discriminación y aguarda la esperanza del cinturón gástrico.  

Carmencita (54) tiene una melena tupida y una vocación de servicio que mamó de su madre, también enfermera. Valeria (29) hace 10 meses que ejerce el cuidado de la salud y varios más como madre y esposa. En los huecos de la noche, el zapping, los mates y la charla recrean las horas de control, medicación y aseo que vendrán después. 

Para Carmen y Valeria los rostros de la muerte se apagan como luces y, aunque no crean en milagros, sienten que el descanso definitivo es a veces la única salida a tanto padecer. En esa somnolencia profunda, la vida es un misterio irresoluble.  

El cansancio medicus no da tregua. Afuera juegan los pájaros; aquí dentro duermen las voces hasta mañana, que en realidad es hoy, que en definitiva puede ser cualquier momento.

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