"A la noche, la Comisaría 7ma. se convertía en un centro de tortura"

Pablo Rafael Seydell vino a Mendoza huyendo de la persecución en Córdoba y en busca de una salida a Chile, pero fue secuestrado por fuerzas de seguridad. En un intenso testimonio, en el marco del IV Juicio por Delitos de Lesa Humanidad que se lleva adelante en nuestra provincia, relató su paso por esa dependencia policial.

"A la noche, la Comisaría 7ma. se convertía en un centro de tortura"

Pablo Seydell presentando su testimonio en el Megajuicio. (Foto: Guadalupe Pregal)

Derechos Humanos

Unidiversidad

Guadalupe Pregal

Publicado el 16 DE ABRIL DE 2015

En la audiencia del lunes 6 de abril del IV Juicio por delitos de lesa humanidad que se desarrolla en nuestra provincia, Pablo Rafael Seydell brindó un extenso y detallado testimonio sobre la persecución que sufrió su familia en Córdoba, su secuestro y el paso por la Comisaría 7ma. de Godoy Cruz, donde sufrió torturas y todo tipo de maltratos.


Una familia militante

Los Seydell eran una familia numerosa de Córdoba, “ampliada”, en palabras de Pablo Seydell. Además del matrimonio y los 10 hijos, vivían con ellos cuatro hermanos –personas que habían cobijado–. “Mi madre y mi padre, dos compañeros militantes, fueron detenidos muchísimas veces. Mi padre, radical; mi madre, también. Posteriormente militaron en movimientos sociales. Mi mamá era teóloga, estuvo con los Curas del Tercer Mundo, Teología de la Liberación”, detalló Seydell.

En su familia se respiraba la militancia y también la persecución, los secuestros y las torturas. “En el año 71 cae (sic) mi hermano Carlos Raúl Bladimiro. Es muy torturado. También ahí meten presos a mi papá y a mi mamá. Mi hermano queda con lesiones irreversibles. En el año 72 allanan entre cuatro y seis veces mi casa”, señaló Seydell.

“En el año 73 ya estábamos incorporados todos a la militancia: mi mamá, fuertemente en la iglesia; mi hermana se incorporó al Ejército Revolucionario del Pueblo, como mi hermano Pascual; yo me incorporé a la Juventud Guevarista junto con mis dos hermanas. En el año 74 esa militancia, recientemente en Córdoba, nos llevó a participar a cada uno en cada uno de los frentes en que estábamos”, enumeró el testigo. En octubre de ese año lo detuvieron junto a su madre y luego detuvieron a su padre y a sus hermanas María Olga, María Isabel y María Celeste; a sus hermanos a Carlos Rubén y Pascual, y también a “El Negro” Gutiérrez, que era uno de los hermanos de su familia ampliada.

El 3 o 4 de agosto de 1975 otra vez detuvieron a Pablo junto a su hermano Sergio Bruno, quien quedó preso hasta 1980 cuando, luego de obtener la libertad vigilada, logró escaparse hacia Suecia, “porque no había ninguna garantía en la Argentina en esos momentos”. En esa ocasión, Pablo estuvo detenido dos meses y medio sin proceso penal.

A los 10 o 15 días de esa detención, Pablo fue interceptado a la salida de su trabajo en una matricera por un grupo perteneciente a los Comandos Libertadores de América. En esa ocasión le quitaron su documento de identidad y lo amenazaron: “Sos un chupado más si te quedás acá. ¡Borráte!”, le dijeron a ese chico de 19 años que, además de su militancia, trabajaba y estudiaba. “Fue mucho más traumática toda esa situación, mucho más traumático por lo que pasaba en mi familia, también perseguidos militantes”, reflexionó Seydell.

En enero de 1976 allanaron la vivienda familiar y les robaron todas sus pertenencias. “No me quedé a vivir en la ciudad de Córdoba. Me fui a vivir a los alrededores y mis hermanos Pascual y Celeste se quedaron porque a ellos no los habían amenazado. Allanaron dos veces más buscando a mis hermanos”, atestiguó.

Pascual primero y Celeste después son secuestrados y llevados a diferentes centros clandestinos de detención (CCD) como Campo La Rivera y La Perla. “Huelga decir las cosas que pasaron mis hermanos, torturas que yo nunca hablé con ellos. Me entero todo por declaraciones y la obligada investigación que con las compañeras y compañeros de organismos de derechos humanos hicimos, hacemos y haremos”, reflexionó Seydell.

El 24 de marzo de 1976 Pablo fue testigo de cómo llevaban y traían gente cuando esperaba un colectivo en la Plaza Colón. “En el colegio Carbó entraban y salían unimogs, camiones del Ejército. (…) A partir de ahí, los compañeros de la Juventud Guevarista y mi familia me fueron llevando de una casa a otra porque las razzias eran sorpresivas”. En esas condiciones de clandestinidad, la familia de Pablo decidió que viajara a Mendoza, para posteriormente irse a Chile como una posible salida para sobrevivir.
 

La "bienvenida" mendocina

El 15 de octubre, aproximadamente a las 11 de la mañana, Pablo Seydell arribó a la terminal de Mendoza. Venía huyendo de la persecución en Córdoba y con intenciones de continuar su camino hacia Chile. “En las inmediaciones de la terminal fui detenido por personal policial de la provincia. No recuerdo bien cuántos patrulleros, pero eran todos patrulleros. Lo que me llamaba la atención era que eran patrulleros pero estaban vestidos de verde también. Me encontré con la cabeza debajo de la rueda de un patrullero, aceleraban fuertemente el patrullero y me decían: '¿Dónde está la plata? ¿Dónde está la plata?', y a partir de ahí me metieron en la parte de atrás de un patrullero, me vendaron y me trasladaron a un lugar que con el tiempo, por conversar con las personas con que después estuve detenido, era Contraventores. Estuve ahí todo un día en donde los castigos fueron muy fuertes”, recordó Seydell. “De ahí me trasladaron a la Comisaría 7.ª. Esa es mi detención”.

En la Seccional 7.ª de Godoy Cruz fue llevado a una celda donde luego alojaron a Francisco Amaya y a Luis Matías Moretti. Esa noche le hicieron “el ablande”, es decir, una brutal pateadura grupal que se repitió al día siguiente en la mañana y en la tarde. “Era personal de la 7.ª, eran policías de la 7.ª que se sacaron. Recuerdo perfectamente porque me sacaron vendado, la venda se me cayó como cinco veces, eran aproximadamente las 8 o 9 de la noche y se habían sacado las armas. Estaban sin armas, para sentirse más cómodos, calculo. Eran tres o cuatro los que participaban de la pateadura pero alrededor había más”, relató Pablo Seydell, y explicó que todos los secuestrados de la 7.ª recibieron el mismo trato.

Luego del “ablande” de los primeros días, fue llevado al primer piso de la comisaría, donde funcionaba la sala de torturas. “En ese lugar había un camastro en el cual fui torturado con picana. En ese lugar había un tacho, tenían bolsas de nylon donde me hicieron el 'submarino seco', a mí y a los demás”, recordó el testigo. En la Comisaría 7.ª vivió cuatro o cinco sesiones de tortura. “No nos picanearon solamente ese día. Todas las noches. Todas las noches picanearon a hombres y mujeres. Todas las noches en las cuales temblábamos porque sabíamos que podíamos salir en cualquier momento”, relató. “Hasta el día 6 o 7, lo único que hicieron en la 7.ª fue torturarme ferozmente, no me hicieron ninguna declaración”.

Como partícipe de las pateaduras, Seydell identificó al oficial Lazo. En los traslados identificó a Lorenzo, Garro y particularmente a Córdoba, quien era el que más lo amenazaba y a quien describió como un verdugo. El testigo explicó que participaban al menos tres policías de la 7.ª en los traslados hacia la sala de torturas. “Los gritos y todo que hoy se pueda decir como un dato, era una preparación. A partir de las 9 de la noche, la Comisaría 7.ª se convertía en un centro de tortura con una logística que pude vivenciar”, dijo el testigo.

Seydell identificó dos “patotas” diferentes en los interrogatorios. En una oportunidad fue interrogado por una de cordobeses que le preguntaban por su familia. También relató que fue sacado de la comisaría, e interrogado y torturado en otro lugar. Luego de ese episodio, fue colgado en el patio de la 7.ª, en unos ganchos que estaban a 1,20 o 1,30 metros del suelo. “Ya me habían sacado los hombros, tenía un desgarro muy grande. No puedo describir de qué manera levanté la cabeza y vi en las ventanas de la Comisaría a personas asomadas, y yo quedé colgado ahí”. Al día siguiente –quinto o sexto día que Seydell llevaba secuestrado en la 7.ª– el comisario Villegas, el oficial Lorenzo y otras dos personas se presentaron en la celda en la que estaba alojado y el comisario le preguntó: “¿En qué andás vos? Porque el Ejército acaba de llevarse a tu mamá y a tu hermana María Celeste”.

Unos días antes, Pablo le había pedido a uno de los oficiales que llamara a su familia para avisarle que se encontraba allí. Tras ese aviso, su madre y su hermana viajaron a Mendoza y se presentaron en la Comisaría 7.ª. Pablo logró reconstruir lo sucedido a través de los relatos del padre Latuf, que los visitaba en la Penitenciaría (donde estuvo preso tiempo después), y de su hermana Celeste, quien le contó que en la comisaría les dijeron que podrían ver a Pablo, pero luego de varias horas de espera decidieron retirarse. “Cuando se quieren levantar e ir les ponen una consigna en las puertas, les dicen que no se pueden ir y aproximadamente dos horas después viene personal de la Comisaría 7.ª, entran militares y agentes de la 7.ª. Estimo (que) estando el comisario, la vendan a mi mamá, la vendan a mi hermana. Las dejan vendadas ahí más o menos media hora y se las llevan de la Comisaría”, declaró Seydell.
 

El mendocino y el cordobés

“Una de las veces que me subieron al primer piso no me torturaron. Subí por las mismas escaleras por donde me torturaban. Era bien de noche. Me advirtieron que no dijera una palabra, que no abriera la boca y que no diera vuelta atrás la cara porque me iban a sacar la venda”. Así comenzó el relato de Pablo Seydell sobre el episodio en el que lo llevaron frente a Rubén Bravo, que al día de hoy permanece desaparecido.

Ellos se habían conocido varios años atrás en Córdoba. Por aquella época, Pablo participaba en diversos eventos culturales alternativos, a los que llevaba gente de diferentes barrios. En un encuentro de teatro conoció al mendocino Rubén Bravo y a personas de otras provincias que participaron del encuentro. La siguiente vez que se verían sería en la Comisaría 7.ª de Godoy Cruz.

“Ahí está Rubén Bravo, en un franco deterioro físico. Me hacen pasar. (…) Él me reconoce, sin ninguna duda, porque a mí me sacan la venda, me sacan la atadura de alambre y me hacen poner las manos adelante. No es que me hagan exhibir las manos sino que me sueltan. Es muy difícil olvidarse de una persona que tiene la malformación mía. Rubén está desaparecido, yo estoy vivo, y si estoy vivo es porque Rubén no abríó la boca. Porque cuando algunos compañeros podemos decir que literalmente dieron la vida por nosotros fue porque muchos compañeros y compañeras no dieron ni medio dato,” aseveró Seydell.

En su extenso testimonio, que duró más de cuatro horas, Pablo Seydell relató también sobre su paso por la Penitenciaría de Mendoza y aportó datos muy importantes para entender el funcionamiento de la máquina represiva. La segunda parte de este informe ahondará en esos episodios.

Fuente: Edición UNCUYO

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