La más maravillosa música

Un relato exquisito, filmado con pulso y con pasión sobre un grupo de militantes de La Matanza. Una historia peronista que es esa y es todas.

La más maravillosa música

"Putos peronistas, cumbia del sentimiento" con la dirección de Rodolfo Cesatti son historias de los que sufren una doble marginación, la de ser homosexuales y pobres, que viven fuera de la frontera "gay friendly". Foto Télam.

Cultura

Unidiversidad

Valentina González

Publicado el 30 DE JULIO DE 2012

Solía contar mi abuela que en el año ´50 mi abuelo estaba sin trabajo. Ella descreía, pero aconsejada por otras personas,  le mandó una carta a Eva Perón pidiendo ayuda.

Una semana después llegó la carta con la respuesta de Eva y una caja. La carta decía que mi abuelo debía presentarse el lunes siguiente en la municipalidad de Maipú donde iba a ser “contratado como administrativo”. La caja contenía un par de zapatos nuevos para que se presente a trabajar. El gesto es increíble. Que Eva o alguien de su equipo haya pensado que un hombre que ha pasado tiempo sin trabajar tal vez no tuviera zapatos decentes para presentarse a un trabajo nuevo es extraño, pero que un Estado actúe en consecuencia es extraordinario. Eso también es el peronismo: convertir un problema cotidiano en política de Estado.

Putos Peronistas es la historia de una agrupación de La Matanza que nace en 2007 al abrigo del kirchnerismo y cuyos integrantes se definen como putos, pobres y peronistas. Los personajes de esta película empiezan una militancia humilde desde la marginalidad y poco a poco van ganado visibilidad, viven sus glorias (la aprobación de la ley de matrimonio igualitario), sus derrotas (la muerte de Néstor) y enmarcan  a través de la militancia una doble identidad: la política y la sexual.

Los Putos Peronistas se disfrazan de Evita y dan discursos, discuten sobre las frases que llevará escrita la bandera de la agrupación, viajan en colectivos desde una villa de la Matanza hasta la Plaza de Mayo y reparten preservativos entre los otros putos, los que aún no son peronistas pero que luego lo serán. Y la cámara los sigue, no los interroga ni los explica sino que los acompaña durante cuatro años con curiosidad y respeto.

Pero esta película no es sólo la historia de  los Putos Peronistas, es también la historia de Yara, una travesti que trabaja como prostituta en las rutas de La Matanza, quien empezará a militar y poco a poco complejizará su discurso, elevará su autoestima y se convertirá en lo mejor que puede convertirse un militante: en funcionaria pública.

La historia no sólo habla de los  Putos Peronistas o de Yara,  es también la historia de mi abuelo y la caja de zapatos, y representa miles de historias de hombres y mujeres a las que el peronismo les cambia la vida. En ese sentido Putos Peronistas funciona como un Aleph: es una historia que  es, a la vez, todas las historias, porque el peronismo sabe crear relatos perfectos.

Si uno se pone a contar una historia que incluya peronismo, sabe que de antemano hay de todo: líderes a quienes amar, enemigos muy claros y detestables, drama, personajes convincentes, una historia de amor, épica, vestidos hermosos, finales felices, una música perfecta -la marcha peronista- que funciona absolutamente con todas las imágenes.

Y todo lo que pide este relato a cambio es que se lo filme con pasión. Por eso, las películas con relatos peronistas sólo funcionan cuando se las cuenta desde adentro. Si no son como Eva de la Argentina, de María Seoane, o Eva Perón de Juan Desanzo, o Ay Juancito de Héctor Oliveira, o Juan y Eva, de Paula Luque, películas “sin pasión”, que tratan de ajustarse a una verdad histórica pero que no laten. Y es que el peronismo requiere filmar con corazón y vísceras, aunque no se logre poner la cámara en foco, la luz sea pésima y los encuadres desprolijos.

Por eso las mejores películas sobre el peronismo son Perón, sinfonía del sentimiento, de Favio, y Putos Peronistas, cumbia del sentimiento, de Rodolfo Cesatti porque están hechas a fuerza de corazón peronista, no tratan de ser críticas, no reflexionan, no huyen de la cursilería sino que se entregan ciertamente a sus certezas y se largan al vacío sin mirar. Como en el amor cuando es verdadero.

 

 

 

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