La Pacha, el fuego, el juego

El 3 de agosto se celebró en Mendoza la Fiesta de la Pachamama, con lecturas y sentidos actuales, reapropiados por chicas y chicos del asentamiento Escorihuela. “La Tierra es de todos, juntos por la inclusión” se denominó el festejo que contó con actividades culturales. El artista Sergio Maure realizó los “muñecos combustibles”.

La Pacha, el fuego, el juego

Fiesta de la Pachamama

Cultura

Unidiversidad

Sebastián Moro

Publicado el 06 DE AGOSTO DE 2013

Una ancestral tradición vigente en el noroeste argentino y en gran parte de la zona andina de Latinoamérica es el culto de la celebración a la Pachamama, divinidad máxima para las poblaciones originarias, personificación femenina indígena de las entrañas de la madre Tierra, productora de la vida humana y dadora de los ciclos biológicos. Originalmente conocida como "Mamapacha" por los pueblos quechuas, devino en "Pachamama", madre del cerro o madre del lugar, tras siglos de colonialismo europeo.



Desde el altiplano boliviano, hacia el sureste por la cordillera de Los Andes, hasta donde llega la influencia cultural incaica, como es el caso de Mendoza, la ritualidad en torno a la Pachamama cuenta con diversidad de festejos populares en su nombre, en distintas épocas del año, principalmente durante el mes de agosto, a modo de agradecimiento por los frutos ofrecidos. Las apachetas, que son piedras amontonadas a modo de guía para viajeras y viajeros, se convierten en altares donde se colocan las ofrendas de alimentos y bebidas por las cosechas venideras y el buen destino de las personas peregrinas, acción simbólica que se conoce como "corpachar".


En Mendoza la celebración a la Mama Pacha estuvo movilizada este año por un grupo de organizaciones barriales y de referentes sociales y culturales que el pasado sábado 3 de agosto desarrollaron una actividad artística para decenas de chicas y chicos en el asentamiento Escorihuela de Ciudad. La coordinación estuvo a cargo de la unión vecinal del barrio, de la Fundación “Antisopa” y de la Cooperativa de Trabajo “El Zonda”, a través de la labor, entre otros, de Gustavo Bejerlí, Ana Alé, Javier Villegas, Javier Puertas y del artista Sergio Maure, autor de los muñecos combustibles de la apacheta ofrecida. Sin ser un acto partidario, se trató de una inquietud militante desde lo sociocultural, cuyo objetivo material consiste en la conformación de la Biblioteca Popular del barrio a partir de las donaciones de libros infantiles de quienes se acercaron hasta el asentamiento.


Bajo el lema “La Tierra es de todos, juntos por la inclusión”, pibas, pibes y grandes disfrutaron de juegos, música en vivo, talleres de arte y del ritual de culto a la Pachamama, a través de “objetos participables”, esculturas que son muñecos de material combustible para su posterior quema, en una suerte de resignificación local de la celebración. La idea surgió del artista Sergio Maure, que abreva en su experiencia de tres años al frente de “La quema del tiempo” y de su interés por “las culturas andinas, la Diablada de Oruro y la Fiesta de la Quebrada de Humahuaca, y en la mixtura del imaginario celta y los muralistas grafiteros actuales”.


Para el autor, esta “idea cultural, lúdica y social, referida a la Pachamama, confluye ahí, en el asentamiento. Funciona como excusa tanto para revalorizar culturas precolombinas como para hacer un evento cultural donde no se invisibilicen las realidades de los chicos y se los haga participar, desacartonada, lúdicamente, como sus caras pintadas”. Esas caras a Maure le significan satisfacción como artista y militante. Sin embargo “denotan las carencias de esos espacios, es ambigua la sensación”. El escultor, que dejó “de lado los museos y las exposiciones en salas y eventos por expresiones más populares y participativas, como el arte circense”, reivindicó la apropiación que las niñas y niños del barrio hicieron del ritual: “Su participación fue visceral, no querían quemar los muñecos”. No querían desprenderse de diablos, demonios, dragones y monstruos con cuernos, hasta que finalmente los quemaron, en lucidez simbólica contra la discriminación, la mala onda y la violencia. La Pachamama, su ritual y significación, se ofrece ella a las nuevas siembras, una vez consumados los sanos fuegos.


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