El juicio: Las Lajas aparece en el mapa

Con varios testimonios y un inicio tardío, la jornada del lunes del 4.° Juicio por delitos de lesa humanidad permitió completar el escenario de las detenciones de Acquaviva, Roca, Paris y otros, gracias al aporte de Vivian Acquaviva.

El juicio: Las Lajas aparece en el mapa

Vivian Acquaviva en testimonial del 4° Juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en Mendoza

Derechos Humanos

Unidiversidad

Guadalupe Pregal

Publicado el 18 DE SEPTIEMBRE DE 2014

La audiencia del 4.° Juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en Mendoza inició con el testimonio de Vivian Acquaviva, hermana de Raúl Acuaviva, quien ya había testificado en la jornada anterior. Su declaración es el hilo conductor de la historia de Raúl, Eugenio Paris, Carlos Roca y otros detenidos. También revela datos sobre una desaparecida.

 

 

Los relatos se entrecruzan

El relato de Vivian Gladys Acquaviva la ubicó en una confitería céntrica, donde presenció el secuestro de Eugenio Paris, un amigo de su hermano Raúl. Ella se encontraba junto a una amiga cuando un grupo de seis personas, vestidas con ropa de cuero, pelucas y gorros, ingresaron al local y se dirigieron directamente a la zona de la barra, donde Eugenio trabajaba como cajero. Cuando pasaron nuevamente por la mesa donde se encontraba Vivian con su amiga, Paris le murmuró: “¡Cagué!”.

Para mayo de 1976, los secuestros y las desapariciones de personas era un tema del que ya se hablaba. Por ello Vivian le pidió ayuda a un amigo, que también se encontraba en la confitería, para que la llevara en su auto. Siguieron a un Peugeot 504 rojo en el que trasladaban a Eugenio Paris y llegaron al estacionamiento del Palacio Policial. Ella se dirigió al frente del edificio con intenciones de realizar una denuncia de la desaparición de una persona, pero le dijeron que debía dirigirse a la Comisaría 3ra.

Como su casa quedaba a unas cinco cuadras del lugar, pensó en hablar con su madre y la familia de Paris, pero al llegar a las vías del tren la interceptó una camioneta de la policía y la detuvieron. Le pidieron los documentos: cuando vieron su apellido la subieron a la camioneta y la trasladaron hasta la 3ra., en calle Rioja. Luego de estar más de 30 minutos retenida en la Comisaría intentó hablar con su abuela por teléfono, pero la línea estaba intervenida y la atendió un hombre.

Así comenzó la odisea de Vivian Acquaviva y su madre. Pronto, su hermano Raúl Acquaviva y su primo Carlos Roca también serían secuestrados y enviados al D2.

La llevaron a un calabozo donde la retuvieron por varias horas, hasta que llegó el Comisario Juan Agustín Oyarzábal, segundo Jefe del D2, junto a un grupo de al menos 10 personas. Después de la 1 de la mañana la trasladaron a su casa, en la esquina de Martínez de Rosas y Luzuriaga. Al llegar se cruzó en el patio con su hermano, al que se lo estaban llevando. Él le dijo: “¿Me acompañás?”, a lo que ella le respondió: “No, andá solo. Yo me quedo con mamá”.

Había gente en toda la casa, todos de civil. Incluso reconoció al grupo que más temprano había ingresado en la confitería en busca de Eugenio Paris. Se llevaron una máquina de escribir de Vivian, que recuperaría 3 meses después: “Sacaron todo, ropa, cajones, todo. La biblioteca la bajaron, revisaron libro por libro. Revisaron la cocina, las alacenas. Todo, todo, no quedó nada por mirar”.

“Estábamos con mucho miedo. Nos quedamos quietos un par de semanas para analizar en la familia lo que íbamos a realizar. (…) Ya sabía cómo venía, la magnitud de lo que era… Había mucho armamento. No era una cosa de ir, declarar y volver. Esto era muy grave. (…) Estábamos completamente solas, mi mamá y yo. Teníamos miedo de hablar con nadie. Y también la gente tenía miedo de hablar con nosotras. Así que, por lo pronto, nos movíamos solas y todo por corazonada. Así que insistíamos”.

Así fue que comenzaron a acercarse al D2 para llevar ropa y comida junto a la mamá de Eugenio Paris, pero les decían que no estaban allí alojados. Pasado un tiempo, comenzaron a recibirles la ropa limpia y les devolvían la ropa sucia, con lo confirmaban que se encontraban en el D2. “Yo daba por entendido que Raúl y Paris estaban ahí, no sé si los demás estaban ahí. (…) Ya íbamos cuatro veces por día para que se notara que no estaban solos, así no les pasaba nada”. Cuando, en la audiencia, la fiscal Patricia Santoni le preguntó si se encontraban con otras familias, Vivian aclaró: “Te explico, no sé si me podés llegar a entender el miedo que se vivía en aquel momento. ¡No se hablaba con nadie! Vos estabas encapsulada y tratabas de no mirar a nadie para no complicarlo en tu problema, porque si mirabas a alguien el policía te veía que lo mirabas o le hablabas y podía correr algún peligro”.

Vivian relató que ellas se daban cuenta de que estaban vigilándolas todo el tiempo, tanto a ellas como a la casa. Además, “nos venía a visitar dos o tres veces por semana el Comisario Sánchez”, por Pedro Dante Antonio Sánchez Camargo, quien se desempeñaba como segundo Jefe en el D2. “Hablaba con mi mamá. Mi mamá le cebaba mates. Ella creía que, recibiéndolo en la casa, mi hermano iba a estar mejor donde estaba. Él iba cuando yo no estaba. (…) Iba solo, en su auto, y la vez que llegaba yo a mi casa encontraba su poncho en la mesa y la pistola sobre el poncho”.

 

Las Lajas

Una noche del mes de octubre, a la salida del colegio nocturno, se dirigía caminando hacia la calle Montecaseros, donde tomaría el colectivo para volver a su casa. Fue interceptada por un auto a una cuadra del colegio. “Cuando llegó al lado mío se abrieron las dos puertas y yo quedé en el medio. La persona que iba adelante me apuntó a la cabeza y me dijo: 'Subí', y el que bajó detrás me puso una bolsa en la cabeza”. La hicieron agacharse. En el interior del coche iba otra mujer, agachada. Aunque le murmuró, la mujer no le respondió. Hicieron un recorrido de unos 20 minutos cuando el automóvil se detuvo, las hicieron bajar y les sacaron la bolsa de la cabeza. “Nos hicieron bajar en un lugar totalmente oscuro. Era todo de tierra. Había un pequeño puentecito hecho con madera. Era una puerta de madera, como un rancho era el aspecto por fuera. Entramos a ese lugar, había una mesa y un 'sol de noche', de esos de camping”.

Además de la otra muchacha, en el auto iban cuatro personas. Vivian aseguró que el auto era un Peugeot 504 rojo aunque, como la encandilaron, no pudo ver quiénes estaban dentro.

Comenzaron a pegarles. “Le pegaban a ella. Me pegaban a mí. Cuando nos estaban pegando me di cuenta de que a esa chica yo la había visto dos veces en mi casa. Es una chica que actualmente está desaparecida”. La chica era Virginia “Vivi” Suárez.

“Me castigaron mucho. Me forzaban a abrir la boca para tomar alcohol. Me ponían pastillas que se disolvían con el alcohol. Mucho lo escupí, pero otro tanto entró y perdía la conciencia por momentos. Por momentos me daba cuenta de que me habían sacado la ropa, me quemaban con cigarrillos. Luego me violaron. Me violaron... Después me orinaban y se reían. No sé cuánto tiempo estuve ahí, pero a la chica Suárez yo no la vi más”. Le devolvieron su ropa y, como pudo, se vistió. “Uno me llevaba en andas y el otro a mi costado me puso mi ropa interior el en bolsillo y me dijo que iba a engendrar un hijo del ERP”.

La subieron a un un 4L "o algo por el estilo, celeste o verde claro". La dejaron tirada en la vereda de la Escuela Videla Correa, en la calle Paso de los Andes de la 5.ª Sección. “No estaba lejos de mi casa, así que despacito, apoyándome en las paredes, sentándome un rato, caminando, estaba muy descompuesta, llegué a mi casa en la calle Luzuriaga, entre Granaderos y Martínez de Rosas. Estaba Sánchez en mi casa y lamentaba lo que había sucedido, me dijo, y que no había tenido la vigilancia que tenía siempre porque había sido la fiesta de la policía. Yo no lo miraba a él sino que miraba a mi mamá y le decía: “Mamá, sacá a este hijo de puta de la casa. La culpa la tiene él. Echalo, mamá, echalo. Él tiene la culpa de lo que me ha pasado. (…) Yo tenía 18 años”. Su madre le pidió de ir al Hospital Central donde trabajaba como técnica radióloga. Allí la revisó una médica, que confirmó las torturas por las que había pasado Vivian Acquaviva. “Gracias a Dios no fue más grave que la violación. Por lo menos no quedé embarazada”.

 

Desaparecida

Vivian Acquaviva habría sido la última persona que vio con vida a Virginia Suárez. Por las descripciones de Acquaviva, “Vivi” Suárez estaba en muy malas condiciones. “Yo hablaba con Suárez y ella apenas murmuraba, estaba muy mal. Hacía mucho frío y estaba con una cosita de algodón, una ropita muy liviana. Imaginate, yo estaba con gamulán y tenía frío, me imagino ella, que estaba vestida así”.
Lograr conocer la historia de quienes están desaparecidxs es más difícil, porque hay que reconstruir su historia con lo que se obtiene en cada testimonio. Vivian Acquaviva ubicó a Suárez con vida en octubre del 76 en el Centro Clandestino de Detención Campo “Las Lajas”. El resto de la historia sólo se encuentra en el silencio cómplice de quienes hoy están imputados por estos hechos.

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