Los modelos de paternidad están listos para ser desarmados

Desde hace varios años, los feminismos visibilizaron la desigualdad en las tareas de cuidado. Esto generó que muchos padres reconfiguraran su rol, pero no pareciera ser una tendencia global. ¿Cómo pasar de la crítica al patriarcado a la práctica para cambiar un modelo de crianza signado por distintos tipos de violencia?

Los modelos de paternidad están listos para ser desarmados

Unicef publicó un informe que busca ahondar y brindar algunas herramientas para seguir debatiendo cómo es “ser padres hoy”. Imagen: freepik.es

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Ezequiel Derhun

Publicado el 26 DE ABRIL DE 2024

Los debates sobre los modelos de masculinidad van y vienen por los medios y las redes sociales. Con mayor o menor humor, eventualmente hay cruces sobre el rol de los varones en las mesas familiares; ocasionalmente, en las mesas de amigos; de vez en cuando, en la intimidad de las parejas. En el mismo tenor, los modelos de paternidad que los feminismos pusieron en jaque también son parte del debate público en el siglo XXI. Ahora bien, estas discusiones no siempre llegan a traducirse en políticas públicas, pero lo que sí hicieron y siguen haciendo es generar incomodidad.

En marzo pasado, Unicef publicó un informe que busca ahondar y brindar algunas herramientas para seguir debatiendo cómo es “ser padres hoy”. La organización que depende de la ONU elaboró un documento que se titula “Una de muchas historias de vidas. Masculinidades y paternidades en la crianza para la prevención de la violencia”. El trabajo, en particular, buscar incomodar respecto de esas prácticas violentas que repetimos por mandato, por costumbre o porque simplemente minimizamos sus consecuencias.

Según Unicef, de los 187 millones de niños y niñas de América Latina y el Caribe, 73 millones viven en países y territorios donde el castigo corporal en el hogar sigue estando permitido en cierta medida. Si hacemos foco en el país, Unicef Argentina reveló (con datos de 2020) que el 59 % de chicas y chicos de entre 1 y 14 años experimentó prácticas violentas de crianza; el 42 %, castigo físico (incluye formas severas, como palizas y golpes con objetos), y el 51,7 %, agresión psicológica (como gritos, amenazas, humillaciones).

La violencia es, para muchos varones, un hilo conductor que ha sido guía desde la infancia, cuya estela se termina imponiendo en la vida adulta, incluyendo la paternidad.

El documento de Unicef sostiene que la masculinidad tradicional tiene como motor fundamental la búsqueda de reconocimiento por parte del grupo y el miedo a la pérdida de ese reconocimiento. Luego, puntualiza qué significa “hacerse hombre”, esa consigna que atraviesa las crianzas: “En el patriarcado, implica aprender la violencia a través del sufrimiento y luego ejercerla para escalar posiciones en la pirámide de la masculinidad, gozar de sus beneficios y, eventualmente, dejar de sufrirla”. Entonces, asumir que la violencia, en este sentido, es parte constitutiva del sistema de dominación masculina no es algo fácil de digerir, sobre todo cuando hablamos de violencia que no es física".

Paternidad en reconstrucción

Subrayamos que los feminismos y los estudios de género arribaron en una nueva ola para poner en discusión profundas creencias culturales sobre cómo ejercemos los varones nuestra sociabilidad. Algunas de esas creencias están atadas a las formas de ejercer la paternidad, en la que, bajo el paraguas del patriarcado (otro concepto que genera incomodidad entre varones), hay habilitación para una distribución desigual en las tareas de cuidado.

En el caso del cuidado de menores, la desigualdad está muy latente. Este desbalance, detallan desde Unicef, “genera no solo una sobrecarga en las vidas de las mujeres, sino que asigna a los varones una cantidad limitada de roles posibles: ser proveedores económicos (como si solo fueran cajeros automáticos), choferes que llevan y traen, o jueces que dictaminan sobre lo permitido y lo prohibido. Estos roles están directamente vinculados a los mandatos de la masculinidad y dejan un margen muy estrecho en la vida de los varones para su realización personal y para vivir otros aspectos de la paternidad, ligados a la afectividad, al cuidado y a la atención de las necesidades y deseos de sus hijos/as”.

En esta tensión se visibilizan los “papás modernos”, que tuvieron la posibilidad de empaparse de otras nociones, de comparar y asumir que pueden jugar otro rol. De todas maneras, pareciera que la tirantez sigue ahí.

padresLa violencia se vive en muchos planos

Nicolás Vargas es psicólogo social, terapeuta y profesor de biodanza. Más de una vez ha coordinado talleres sobre masculinidades y, desde Unidiversidad, buscamos su voz para saber si observa una evolución, en términos generacionales, de los modelos de crianza.

“Creo que ha evolucionado. Un primer motivo tiene que ver con una cuestión simbólica y discursiva, que impacta de manera más positiva en sectores medios, en sectores que tienen cierto acceso a una discusión sobre los temas de los roles de la crianza, los roles de la paternidad. En ese sentido, me parece que hay un discurso que se ha ido instalando y transformando en práctica. O, por lo menos, en un relato que cuestiona las formas de la violencia más cotidiana, más naturalizada. Por otro lado, también se viene discutiendo o se viene planteando un modelo distinto de crianza en términos generales”, sostuvo Vargas. Sin embargo, hizo una aclaración: “Creo que eso tiene sus límites, sus tensiones y contradicciones entre lo público y lo privado, que siguen estando vigentes”.

Para el psicólogo social, también hay una evolución en las políticas públicas, en la legislación en torno a niños, niñas y adolescentes, que “impactan concretamente en cómo se piensa y cómo se vive la crianza en lo cotidiano”. “Hay una serie de dispositivos y de políticas públicas que sancionan la violencia. Creo que la presencia en estos últimos 20 años de políticas, no solamente en torno a niñez y adolescencia, sino a la violencia intrafamiliar, interpela las formas en las que la crianza se gestiona y se lleva adelante”, sostuvo.

Este avance, esta evolución, tiene sus límites observables. Para el especialista en masculinidades, para dar un ejemplo, en la Justicia de familia “todavía se toman decisiones sobre situaciones conflictivas interpretando el lugar del varón como el del proveedor y el lugar de la madre como el de la cuidadora”. Asimismo, más allá de algunas excepciones, en Argentina, la licencia por paternidad sigue siendo de dos días corridos.

Entonces, ¿qué padres queremos ser?

Desde Unidiversidad, distribuimos un formulario para responder de manera anónima, vía online, en el que preguntamos en diferentes grupos de WhatsApp de varones qué tipo de padres les gustaría ser y qué no les gustaría repetir sobre la base de la crianza que tuvieron. Obtuvimos algunas respuestas.

- Padre compañero. No ser ausente. Vamos en camino de lograrlo.

- Nunca me hice el planteo de qué padre quería ser. Mi papá era exigente y noto que lo repito bastante, aunque en algunas oportunidades pretenda ser más flexible.

- Creo que nunca tuve un ideal de padre. No me planteo no repetir cosas de mis padres, pero sé que las hago instintivamente, y en esos momentos entiendo más su educación, más allá de pensar si está bien o mal.

- Creí que había logrado ser diferente, pero el mundo alrededor se encarga constantemente de aclarar que no, que estoy reproduciendo cada error a la perfección.

- Creo que mi papá era mejor papá que yo. Hay una cosa ahí con querer paternar y a la vez 'pasarla bien' que pone en jaque varias cosas.

Desafiarse

Da la impresión de que los modelos de crianza han cambiado, pero, a la hora de hilar fino, queda claro que hay mucho camino por recorrer para que esas prácticas orbiten de manera equilibrada entre el mundo privado y el público. “Creo que, hoy en día, estamos en un lugar donde venimos elaborando una crítica a las lógicas de socialización, pero que todavía nos está costando generar recursos para pensarnos desde otros lugares, particularmente, en torno a la crianza y a las paternidades”, dijo Vargas, y destacó que material como el documento elaborado por Unicef suma mucho a esta discusión.

Para el psicólogo social, saltar la etapa de la crítica al modelo de crianza patriarcal necesita espacios “que permitan (a los varones) pensar la práctica concreta, la vida cotidiana, en relación con la crianza, con las paternidades”.

padresLa paternidad es un modelo para desarmar

¿Para qué servirían estos espacios, estas herramientas? Vargas, a modo de conclusión, lo explicó así: “Para poder compartir experiencias, para escuchar otras experiencias, para poder poner en palabras emocionalidades, dudas, preguntas, cuestionamientos. Porque suele suceder que, cuando nos corremos de los lugares que la sociedad tradicionalmente nos ha habilitado, aparece un lugar de sin sentido, aparece un lugar de no saber cómo, aparece un lugar de incomodidad. Y esa incomodidad, esa pregunta, necesita de interlocutores, no solamente personas, sino que necesita de dispositivos pedagógicos que nos permitan realmente pensar y plantearnos la construcción de otros lugares posibles”.

Sin "tips" ni recetas mágicas

Desde Unicef promueven una serie de prácticas e ideas para despejar el modelo de paternidad bajo el estigma de la violencia, desde lo micro, desde la cotidianidad, con consignas simples. Reproducimos a continuación un resumen.

- Eduquemos a las infancias por fuera de estereotipos de género, libres de prejuicios y mandatos. Trabajemos especialmente para evitar desde pequeños que los varones encarnen el modelo normativo de masculinidad;

- Nuestros hijos e hijas aprenden con el ejemplo: si nos involucramos en los trabajos domésticos, como la preparación de alimentos y las tareas de limpieza, aprenderán que es una responsabilidad compartida;

- Prestemos atención, dedicación, y animemos a nuestros hijo e hijas. Atendamos sus necesidades, gustos y motivaciones. Ellos y ellas necesitan contacto físico, amor, paciencia y buen trato para desarrollar el apego seguro;

- No tengamos miedo de “malcriar” a nuestros hijos/as por prestarles demasiada atención. Malcriar significa criar mal, es decir, con poco cariño, pocos brazos, poco respeto, pocos mimos;

- Construyamos un vínculo de confianza con nuestros/as hijos/as y momentos lúdicos de placer compartido. Nadie confiará en alguien que le provoca miedo. Si trabajamos a tiempo completo, procuremos que el tiempo que les dedicamos sea de calidad, evitando distracciones y compartiendo momentos exclusivos;

- Expresemos nuestros sentimientos hacia ellos/as y estimulemos el uso del diálogo para expresar sus sentimientos, como una herramienta para compartir y resolver problemas;

- Validemos sus emociones y permitámosles demostrar su vulnerabilidad, especialmente si son varones. Ayudemos a nuestros/as hijos/as a reconocer emociones como la tristeza o el enojo, y a que sepan que está bien sentirlas, pero que hay que aprender a expresarlas sin lastimar a los demás;

Los premios o recompensas verbales o materiales por hacer algo bien acaban con el interés por esa acción y enseñan a largo plazo a realizar esa acción por el elogio y no genuinamente. En lugar de aumentar la autoestima del niño o niña, aumentan la dependencia a la aprobación;

- Seamos firmes y respetuosos para poner límites, sin utilizar la fuerza ni la violencia frente a los conflictos. Es importante que nuestras/os hijas/os comprendan las consecuencias de sus actos y se hagan responsables de ellos, por lo que las sanciones que apliquemos deben estar orientadas en este sentido y en la importancia de reparar el daño causado. Esto no se logra a través del castigo físico y humillante (como insultos, gritos o amenazas); es preferible enfocarse en buscar soluciones;

- Frente a los berrinches de nuestras/os hijas/os, podemos acompañarlas/os. También podemos ayudar a evitarlos a partir de conocerlos: si sabemos lo que desencadena el problema, buscar la manera diplomática de evitarlo. Somos responsables de enseñarles a comportarse de otra manera que no sea a base de berrinches; entonces, lo que no podemos hacer es perder la calma nosotros;

- Mostremos compromiso con su salud: participemos activamente en sus controles de salud, vacunaciones y atención de enfermedades. Y en su educación: estimulemos su desarrollo leyéndoles cuentos, ayudemos en sus tareas escolares, asistamos a reuniones de padres y muestras escolares.

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