Los sentidos de una fecha paradigmática

De celebración de la dictadura a día de la memoria.

Los sentidos de una fecha paradigmática

Marcha por el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia 2013. Foto: María Inés Nieto.

Derechos Humanos

Especial Día de la Memoria

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Nazareno Bravo - INCIHUSA - CONICET

Publicado el 24 DE MARZO DE 2016

Los aniversarios suelen servir para hacer balances, historizar recorridos y avizorar posibles futuros. El 40º aniversario del último golpe de Estado en Argentina puede ser enmarcado a partir de un recorrido por las significaciones que la fecha ha tenido en cuatro décadas.

El 24 de marzo de 1976, los golpistas tomaron por la fuerza (una vez más) el poder, ocuparon de facto cargos, clausuraron el Congreso y prohibieron toda actividad política, entre otras medidas represivas. El tristemente célebre Comunicado Nº1, sirvió de argumento y justificación de tales hechos: el golpe (según sus perpetradores) era necesario ante la crisis institucional y política del país. Hacía falta desplegar un “proceso de reorganización nacional” que iba a solucionar todos los males. Las Fuerzas Armadas, como si fuesen ajenas a esa crisis, se autoproclamaron guardianes de valores y tradiciones.

Los primeros aniversarios del golpe fueron celebrados con actos oficiales, desfiles militares y declaraciones grandilocuentes. La estrategia discursiva del gobierno de facto se ordenó en torno a dos conceptos centrales: “subversión” y “guerra”; el primero, para describir no sólo la acción de las organizaciones armadas, sino una extensa lista de prácticas cotidianas. “Subversivo” era el guerrillero, pero también la maestra que podría “activar a través de ideas” a sus alumnos, el estudiante que formaba parte de una agrupación, el artista que se expresaba en términos “ajenos a nuestra civilización”, entre tantos otros. La “guerra”, por su parte, no tenía una fecha de inicio, ni de fin; no se desarrollaba en ningún terreno en particular, sino en todos.

La amplitud para definir a enemigos y la imposibilidad de determinar el dónde y el cuándo de esa “guerra”, moldearon una sociedad en la que todos eran sospechosos, todos debían denunciar al que andaba “en algo raro”, nadie debía criticar o dudar de la acción del gobierno. Con el tiempo, quedaría claro que la “guerra contra la subversión” era más bien un plan sistemático de represión que incluyó el secuestro y desaparición de miles de personas, cárcel, tortura y fusilamientos para opositores políticos y hasta un inédito plan de robo de bebés. Esa “guerra”, entonces, sirvió también a objetivos de disciplinamiento social e imposición de un plan económico ultraliberal.

Casi desde el minuto cero de esa represión estatal, el reclamo por la desaparición de personas que encabezaron madres y esposas de los/as detenidos/as desaparecidos/as fue derivando en la necesidad de organizarse y aunar fuerzas. En Mendoza, las primeras reuniones de Familiares de Detenidos Desaparecidos se concretaron en domicilios particulares y en la iglesia de Castelmonte de Godoy Cruz, en una clandestinidad obligada.

Se compartía la escasa información que circulaba, se anotaban nuevos nombres a las listas de secuestrados y se coordinaban acciones a seguir. Como en el resto del país, las Madres en Mendoza irrumpieron en la escena pública exponiendo sus propios cuerpos, identificados con pañuelos blancos como forma de reclamo. La plaza San Martín fue (y es) el escenario elegido para realizar las conmovedoras rondas de los jueves, que resultaron unas de las acciones políticas más impactantes contra la dictadura. La palabra “vida” sirvió de punta de lanza para resquebrajar la totalidad opresiva que imponían los dictadores. “Aparición con vida” y “Con vida se los llevaron, con vida los queremos” son algunas de las consignas que lograron abrir una nueva dimensión para pensar la política en Argentina. Si se reclamaba vida, era porque lo que prevalecía era la muerte, la oscuridad, la negación.

 

Madres de Mendoza. Archivo Madres de Plaza de Mayo de Mendoza.

 

Ya en democracia, el 24 de marzo perdió su carácter de celebración oficial para convertirse en una fecha de reclamo y exigencia de justicia. Las primeras marchas no fueron en absoluto numerosas. En varias ocasiones sólo congregaron a familiares que, en San Martín y Garibaldi, repartían panfletos que pocos aceptaban. Con el tiempo se fueron sumando organizaciones políticas y estudiantiles, sindicatos y personas que se solidarizaron con los reclamos.

 

Marcha de 1984. Archivo Madres de Plaza de Mayo de Mendoza.

 

Un quiebre en las formas de darle sentido al 24 de marzo quedó expresado en otro aniversario, durante la marcha por los 20 años del golpe en 1996, en un contexto político en el que los responsables de delitos de lesa humanidad gozaban de una impunidad garantizada con leyes parlamentarias e indultos presidenciales. Allí participó por primera vez un nuevo colectivo de derechos humanos, HIJOS, que aglutina a hijos e hijas de desaparecidos, expresos políticos y exiliados, pero también a jóvenes que adhieran a sus objetivos, más allá de su historia familiar. Como símbolo de la emergencia de nuevas perspectivas sobre el pasado, HIJOS plantea que “todos somos hijos de la misma historia”, es decir, el “golpe” nos impactó a todos/as.

La marcha del 24 de marzo fue cobrando una envergadura cada vez mayor, sumando a nuevas generaciones que, aún sin haber vivido durante la dictadura –o siendo niños/as entonces–, tomaron el tema como propio y reactualizaron estrategias de reclamo y debates sobre el alcance de la memoria.

 

Marcha 2013. María Inés Nieto.

 

Los últimos años, ya con el 24 de marzo como feriado nacional por el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia desde 2005, son testigos de marchas multitudinarias, en las que confluyen distintos sectores políticos, organizaciones sociales, estudiantiles, campesinas y personas que participan en familia. Se marcha con distintas perspectivas, reclamos y reivindicaciones, pero unificados en la necesidad de salir a la calle a decir presente, a reafirmar el compromiso democrático y seguir resignificando una fecha que, sin olvidar la etapa que inauguró, pudo ser transformada en espacio de participación y ámbito de vinculación entre generaciones pasadas, presentes y futuras.