¿Occidente está en peligro?: “Es una vieja idea a la que se apela recurrentemente”
Las nuevas derechas, las derechas radicales y el presidente Javier Milei hablan de defender los valores occidentales. ¿A qué se refieren?, porque el concepto de Occidente es amplio y difuso. Gonzalo Scivoletto, filósofo, docente e investigador de la UNCUYO, nos ayuda a entender qué hay detrás de esta estrategia.

Scivoletto da clase en la Facultad de Derecho, en la de Ciencias Economicas y en la de Filosofía y Letras de la UNCUYO. Foto: Unidiverisdad
“Estoy acá para decirles que Occidente está en peligro”, dijo Javier Milei al iniciar su discurso en Davos 2024. Hacía pocas semanas que estaba a cargo del Ejecutivo y el mundo hablaba del primer presidente libertario. Un año después, y desde el mismo atril, insistió: “Occidente se ha desviado y debe ser reencauzado”. ¿Qué hay detrás de líderes como el mandatario argentino que los llevan a hablar de Occidente como un todo al que hay de defender? Gonzalo Scivoletto, doctor en Filosofía, nos ayudó a entender y a filtrar qué se pone en juego con la noción de “Occidente” y por qué las nuevas derechas tomaron esa bandera como un bastión a defender.
Para el docente e investigador en la UNCUYO, lo primero hay que hacer es sacarle el valor “esencial” al que refiere Occidente, quitarle la connotación “fija y determinante” para definir que algo es “para siempre”. En cambio, propone hablar de un tipo de conceptualización que se usa en la “lucha política”.
“La idea de que hay un Occidente que está en peligro es una vieja idea a la que se apela recurrentemente, porque es un dispositivo político muy fuerte. ¿Para qué sirve ese dispositivo? Bueno, para generar identidades, que en este caso sirven para generar temor. Entonces, se usa para generar en las poblaciones, en las masas, un sentimiento de zozobra, de identificación de un enemigo y de un proyecto. Porque lo que necesitan los discursos políticos, muchas veces, es identificar eso: ¿cuál es el enemigo, el adversario? ¿Cuál es el peligro que estamos corriendo? ¿Por qué estamos mal y qué nos va a salvar?”, explicó.
Entonces, subrayó el filósofo, los discursos de tipo mesiánico, protagonizados por líderes carismáticos, como puede ser el caso de Milei, tienen estos condimentos. Hay una maquinaria con muchos recursos para exponer una decadencia, un enemigo o culpable y “una salida que tiene que ver con una recuperación de valores que se han perdido. Esos valores son, entre comillas, "occidentales”.
Esta escala de valores podría referenciarse con lo que hoy conocemos como democracias liberales, en las que hay una defensa de la cultura clásica que tomó forma de la antigua Grecia y de Roma, una defensa de las libertades individuales, del orden que impone la ley. También con valores que defienden a libertad de mercado, pero también sostienen la diferenciación entre iglesia y Estado, más allá de la defensa de la fe cristiana. Valores que están alineados con el mantra de los libertarios que elaboró Alberto Benegas Lynch (h) y que Milei supo repetir cada vez que pudo (hoy lo hace cada vez menos). Entonces, la idea de "Occidente" como un concepto ambiguo, difuso y cambiante, siempre termina siendo conveniente.
“Veamos un ejemplo muy concreto —comentó Scivoletto—: la fórmula presidencial Milei y Victoria Villarruel. Ahí tenés dos formas de discursos pro occidentales que tienen matices muy distintos. Milei viene de una raíz libertaria, del pensamiento de Hayek, de Rothbard (de la Escuela Austríaca), de una idea anarcocapitalista, que en su definición es globalista y aperturista en términos económicos. Por otro lado, Villarruel viene más de los sectores nacionalistas y de valores conservadores. Eso genera una mixtura. Lo que viene sucediendo es que, desde diferentes formas de la derecha, conservadoras o anarquistas, se vienen generando entrecruzamientos, alianzas y solapamientos”, dijo.
Para el especialista, en la fórmula de La Libertad Avanza (el partido que gobierna la Argentina), fue clave el rol de la vicepresidenta para que ganaran las elecciones presidenciales a fines de 2023. “Los movimientos políticos tienen ese juego, que no es un modelo elaborado en un laboratorio, sino que es un modelo que se lleva a la realidad práctica. Bueno, en este modelo se necesitaba la pata conservadora, la pata militar conservadora, que si bien está a favor de la economía del mercado, al mismo tiempo es nacionalista y hasta cierto punto defiende el rol del Estado, justo lo contrario de las ideas libertarias. Entonces, en la gestión de gobierno vamos a encontrar tensiones y contradicciones que no tienen nada que ver, entre un discurso que se formula en el paper con lo que sucede en la realidad”, analizó.
Scivoletto viene investigando sobre las nuevas derechas en el mundo. Foto: Unidiversidad
Señalar al enemigo
El filósofo destacó cómo las derechas radicales ubican a ese enemigo que representa una amenaza contra Occidente en lo que mediáticamente se ha llamado cultura woke, que puede englobarse como un concepto que reúne a las políticas progresistas. Javier Milei y otros líderes como Donald Trump (Estados Unidos) o Viktor Orbán (Hungría) suelen dirigir sus dardos contra el wokismo. Sin embargo, el investigador de la UNCUYO marcó una particularidad de estas nuevas derechas que aglutinan diferentes escuelas.
“Quienes estudian las derechas radicales señalan, para mí, lo que es un fenómeno muy interesante, que es que no surgen en oposición a las izquierdas, sino que surgen como lucha contra las derechas débiles. En Argentina eso es muy claro, todo el movimiento libertario, que le dio el sustento a Milei, surge en oposición al macrismo. Y surge porque considera que ese movimiento político que fue Cambiemos, o el PRO, más de centro derecha, si querés, fue débil, demasiado lento y timorato, por decirlo de alguna manera”, comentó el filósofo.
Entonces, como apuntó en la charla con Unidiversidad, estos movimientos reaccionarios se ubican en un rol de revolucionarios, que llegaron para dar la batalla cultural y que tienen el fin de restablecer esos valores occidentales que, entienden, se están perdiendo en manos de gobiernos socialistas, colectivistas, estatistas.
“Entonces, la actitud política de tratar de incorporar y fagocitar al centro, polarizando, es una estrategia política, pero también es parte de su concepción. Por eso toman el concepto de hegemonía de Gramsci. Desde su perspectiva, para lograr esas transformaciones, es decir, cambiar el sistema, tienen que construir hegemonía, por lo que tienen que dominar y sojuzgar a quienes están en el centro, relegando a la izquierda como minoría”, dijo.
Caldo de cultivo
Estas corrientes, que en inglés se llamaron “alt-right” (derecha alternativa), tienen para muchas personas que estudian estos movimientos un hito clave: el crash económico que se generó en 2008. La crisis financiera global con epicentro en Estados Unidos produjo una recesión pocas veces vista en la historia del capitalismo y provocó, en ciertos ámbitos, que grupos de poder empezaran a cuestionar qué tan viable era el sistema. Así, surgieron cuestionamiento sobre el modelo sostenido por las “democracias liberales”, con Norteamérica y Europa a la cabeza, con Australia y Japón como referencias no eurocéntricas y con parte de Latinoamérica en el mismo mapa político.
En paralelo, al desajustarse el estado de bienestar, se rompió una dinámica que había trascendido algunas generaciones. Hoy, el mundo del trabajo, con individuos atomizados, sin seguridad social y con un sistema de jubilaciones que no otorga certezas, hace que las personas que vienen validando las democracias enfrenten el día a día desde un lugar muy distinto al de sus abuelos. En este contexto, Scivoletto señaló que la crisis económica fue un motivador concreto para buscar referentes políticos en las derechas, promotoras de la estabilidad en base a valores más conservadores y la administración de recursos con tono restrictivo.
Siguiendo la idea de cambio, Scivoletto afirmó: “Estamos viviendo un clima de época. Me resulta interesante pensar un poco más allá de las coyunturas, en que se está generando un caldo de cultivo, donde surge el apoyo a estos movimientos, donde la ciudadanía o una parte de la ciudadanía entiende que hay buenas razones para apoyar este tipo de proyectos políticos. Me parece importante señalarlo”.
Docente e investigador, el filósofo recibió a Unidiversidad en la Facultad de Derecho de la UNCUYO. Foto: Unidiversidad
Para el filósofo ahí hay una soga de la que tirar para desanudar por qué el discurso de salvaguardar Occidente apela al pasado. “Este discurso regresivo identitario se para siempre en la misma lógica, que es la idea de la edad de oro. Vivimos una edad de oro y hoy entramos en decadencia. Hasta hace unos años, el ala antiperonista ubicaba esa decadencia en 1945. Después, la llevaron a 1916, ya desde Yrigoyen, incluso desde la democracia de masas. Bueno, en el caso de Milei es 1860. O sea, es volver al esquema agroexportador, de élites, que son las que toman las cuestiones políticas. Eso en el discurso está muy claro, es volver a ese estado pre siglo XX, y lo dicen explícitamente. De todas maneras, me parece que lo importante es tratar de no ver a los procesos políticos lineales como continuidades, sino ver a los procesos políticos en su dinamismo propio y singular, porque nosotros podemos hacer muchas analogías. De hecho, hay autores que lo hacen con el fascismo, con la década del 30. Y está bueno como ejercicio teórico, pero eso tiene su dificultad. Yo creo que hay que pensarlo en su singularidad y me parece que pensarlo solo en el plano de las ideas es un error. Me parece que hay que pensarlo del lado de las materialidades concretas. ¿Qué experiencia del mundo tiene gran parte de la ciudadanía desde el punto de vista económico, cultural? Porque hubo un evento extremadamente singular en este contexto, que fue la pandemia”, describió.
Mirar de otra manera
¿El mundo se ve desde una nueva subjetividad post pandemia? Hay cientos de variables para analizar al respecto y no es fácil hacer foco. No obstante, Scivoletto cree que salió a la luz una forma de ver el mundo, un conjunto de intereses y necesidades que son diferentes y que, por alguna razón, las izquierdas o progresismos “no responden a ese tipo de subjetividad. No le están dando la respuesta ni simbólica ni material a esa demanda.
Hay, así, un rechazo al discurso paternalista asociado a la izquierda de “te vamos cuidar”. En contraposición, hay “usinas de pensamiento”, think thanks a nivel global que planifican, evalúan, estudian, ven qué es lo que está sintiendo la gente, qué es lo que piensa, qué es lo que valora, cuáles son sus afectos, y sobre eso construyen y hacen política. "En ese sentido, han hecho política mejor que la izquierda, porque le están hablando al sujeto que hoy está padeciendo y sufriendo. Y ese sujeto está enojado”, analizó el investigador y ejemplificó: “Entonces, los líderes que aparecen son líderes que gritan, que insultan, que se identifican con esa masa que se encuentra enojada, frustrada. Son mecanismos que han sido muy bien pensados”.
Para cerrar, Scivoletto volvió sobre la idea de cambio de era: “Creo que estamos en un momento de transición en el cual están apareciendo muchos de estos discursos (conservadores-occidentalistas) que en varias décadas o en siglos van a ser estudiados como el germen de una nueva época”. En consecuencia, remarcó que una clave para entender este cambio de época es no tomar como delirantes los discursos de muchos de los referentes de las derechas radicales. “Sería un gran error subestimar ese tipo de discursos”, advirtió.
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