¿Y si después del túnel sigue oscuro?
Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.
11 DE DICIEMBRE DE 2024
Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en psicología.
Foto: Unidiversidad
Empiezan a escucharse tímidas voces hablando de paz en Ucrania: a eso apuntó la curiosa reunión de Arabia Saudita, donde no se invitó a los rusos, pero empezó a mostrarse el cansancio de la OTAN con Zelenski. Hay hartazgo con un personaje que sólo sabe pedir y pedir para perder, además de llevarse parte de la ayuda en corrupción.
Además, hay otro foco de tensión en el Oeste de Africa. Los militares desplazaron en Níger al presidente pro-francés, que entregaba uranio y oro a precio vil, en un país empobrecido y plagado de beligerancia extranjera (más de 1000 soldados franceses, militantes de Al Kaeda y del Estado islámico, rusos del grupo Wagner). Francia amaga con intervenir: Argelia le niega el paso a sus tropas o pertrechos bélicos. La Confederación de países de la Costa Oeste, liderada por una poderosa Nigeria, dice que iniciará la guerra contra Níger para que se vayan los militares: pero el Parlamento nigeriano se opone. Burkina Fasso y Mali, que ya tuvieron sus propios golpes, apoyan a los militares de Níger: una intervención directa contra ellos parece difícil.
Mientras, en Argentina estamos con otras preocupaciones. Se viene la hora de las PASO, que se han convertido en un ensayo general de la primera vuelta electoral. Gran incertidumbre en Juntos por el Cambio: la mayoría de las encuestas dan ganadora a Bullrich en la interna, a pesar de sus importantes furcios en campaña (ir a “ver” con una filmadora los fondos del Banco Central, ir a pedir más dinero al FMI cuando nadie sabe cómo pagar sus préstamos anteriores, confundir hiperinflación con recesión). Sus promesas de represión, endulzadas como “coraje”, “audacia”, etc., agradan a un sector de la población, desorientado y ganado por la angustia. Rodríguez Larreta conforma a los más moderados, a quienes creen que es hora de hacer algunas confluencias políticas de conjunto aunque -por cierto- él cree que se hacen dejando afuera al kirchnerismo, que tiene una representación social importante. La puja entre candidato y candidata ha alcanzado ribetes apocalípticos, con ataques mutuos de una ferocidad inusitada.
Estos antagonismos de campaña son los que han minado la ventaja que hace unos meses tenía JxC, por entonces muy cómoda. Ahora quizá cuente con una posición aún ventajosa, pero ya no clara ni holgada. La foto que Macri logró del candidato y la candidata juntos, no alcanza: es poco convincente por ser obvio que él apoya a Bullrich, además de que quiso hacerse un acto de unidad para promover a Jorge Macri, pero resultó imposible por el fragor de la interna.
En la ahora llamada Unión por la Patria, tampoco las cosas son simples. Se descuenta que Massa le ganará ampliamente a Grabois: pero si éste creciera mucho, puede impedirle al ministro ser el candidato más votado de todos. De ese modo, Grabois puede hacerse disfuncional al resultado del peronismo en la elección general. El joven candidato tiene poco tiempo de presencia en la coalición: apenas unos cinco años, cuando el kirchnerismo gubernamental surgió hace 20 años, y el de las agrupaciones sociales, hace 15 (cuando el conflicto con los propietarios rurales, autodenominados “el campo”). De tal modo, busca liderar un espacio político que no ha contribuido a conformar, lo cual promueve calladas tensiones entre dirigentes. Igual ha conseguido cierto apoyo entre la militancia kirchnerista, a la que le habla con un lenguaje que a ésta le suena familiar.
Massa ha tenido que lidiar hasta hace días por el acuerdo con el Fondo Monetario, y ahora le hacen presiones apelando al minoritario dólar blue. A su modo, ha mostrado oficio: incansable entre viajes, negociaciones, actos y declaraciones a los medios, ensayó con adversarios de La Nación+ o como Lanata, una versatilidad sorprendente. Recibió el apoyo de un fuerte núcleo de artistas e intelectuales -Forster uno de los más notables-, lo cual no es menor, dadas las discusiones ideológicas que se tejen a su respecto. Lo que quizás se impone, es que esta vez en JxC no prometen globos amarillos sino acabar con la universidad gratuita, con la jubilación docente o con los acuerdos paritarios: y ante estas promesas de campaña que suenan mal a muchos oídos, borgeanamente, más por el espanto que por el amor podría Massa concitar cierta unidad partidaria.
Mientras, Milei consigue que se piense en su figura y no en sus propuestas: promete acabar con toda la educación pública y toda la salud pública, yendo en la misma dirección que Bulrrich, pero más lejos. Lo suyo es impracticable y extremo, pero concita el imaginario encendido de los que creen en un incendio purificador, en el cual puedan redimirse los males reales o supuestos del estamento político.
Se acerca el primer round en esta hora de la verdad, con una población afligida y desesperanzada. Con quienes no votan y votan en blanco, se hace un porcentaje importante del electorado. Pero esto no se solucionará con abstenerse: es hora de encontrar canales de participación, y las elecciones son siempre uno privilegiado.-
Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.
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