Paula Puebla: “Me interesa poner en crisis esos discursos que vienen prefabricados”

La escritora publicó recientemente “El cuerpo es quien recuerda”, que indaga, problematiza y pone sobre el tapete a las y los actores que intervienen en una gestación subrogada. Reproducimos una entrevista que la autora brindó a Télam.

Paula Puebla: "Me interesa poner en crisis esos discursos que vienen prefabricados"

Foto: Télam

Sociedad

Maternidad subrogada

Unidiversidad

Publicado el 19 DE AGOSTO DE 2022

Una guerrillera subrogante de vientre, una “tilinga conurbanera” que en los 90 fue modelo top y la hija que resultó de su amor con un empresario ejecutor de los destinos del país se encargan de hacer detonar, en la novela de Paula Puebla El cuerpo es quien recuerda, las formas progresistas que se disputan la supremacía sobre lo políticamente correcto. “Todas las verdades son falibles y lo que más me interesa de la literatura es poner en crisis lo que se quiere presentar como dado, generar cortocircuito, que alguien se moleste un poco”, dice la autora.

“Me interesa poner en crisis esos discursos que vienen prefabricados y que, en espacios donde es dominante la corrección política, se terminan de sedimentar: se instala un tema con una mirada y un recorte que no se pueden cuestionar porque eso significa cancelación, disciplinamiento, operaciones que ya conocemos, pero también que la persona que lo hace es un agente del caos, que viene a poner en crisis una verdad de la que no se puede salir", sostiene Puebla en diálogo con Télam, para explicar de dónde surge esa ficción que parece reaccionar contra la mayoría de los trending topics del feminismo, la inclusión y los proderechos de Twitter.

El peronista del primer peronismo, hecho de abajo, que hace más de 30 años es interlocutor ineludible de las primeras líneas del poder estatal; el intelectual hijo de desaparecidos que sostiene su economía con actividades de derechos humanos asignadas por organismos internacionales... la fauna de esta ficción de Puebla es vasta: Fernando de la Rúa dejando Casa Rosada en helicóptero, personajes de los 90 de pizza con champán. "Todo es adrede", dirá la escritora y periodista nacida en Buenos Aires en 1984, autora de la novela Una vida en presente y el ensayo Maldita tú eres. Si esa primera novela, de 2018, fue definida como polémica y controversial por hablar con "una perspectiva cáustica" de "las contradicciones y dilemas" de los feminismos actuales, El cuerpo es quien recuerda podría leerse como una prolongación, ampliada, de esa lógica.

En esta publicación de Tusquets, la peripecia es la gestación subrogada. Los escenarios son Ucrania y Buenos Aires; las protagonistas, Rita, la hija subrogada de Roberto, que busca a la mujer que la gestó; Victoria, su madre; y Nadija, la gestante. El tema, una declaración que se repite, casi naíf, de que el dinero no es todo, que les sirve a las narradoras para hacerse cargo de una versión no romantizada del capital y de su distribución: cómo circula por unos circuitos y elude otros, como ese “oro de la humanidad” que son esos niños gestados en los vientres de quienes no serán sus criadoras.

El cuerpo es quien recuerda pareciera una novela de conceptos e ideas, más que de historias o personajes.

Me obsesioné con el tema, había estado escribiendo notas sobre asuntos muy ligados al feminismo y un amigo me propuso escribir sobre subrogación de vientres. Cuando me puse a investigar, un universo de preguntas se me vino encima: qué es la maternidad, dónde empieza y dónde termina, qué define la identidad, cosas ligadas al universo del trabajo. Sabemos que criar a un niño es un trabajo, pero ¿es un trabajo gestar y parir?; ¿está bien que me paguen por eso? Por ahí, por eso terminó siendo una novela de conceptos, porque, dentro de la ficción, también trafiqué esas preguntas que me quitaron el sueño.

Empezaste a escribirla mucho antes de la guerra que dejó varados en Ucrania a los bebés gestados por subrogación ¿Llegaste a hablar con alguna subrogante durante la investigación o con gente que haya emprendido el proceso?

No, es un universo muy cerrado. Hay mucha paranoia, una posición demasiado a la defensiva, lo que para mí ya es toda una declaración: ¿por qué no me podés contar eso? Hay grupos cerrados en Facebook a los que te tienen que autorizar; mandé un mensaje blanqueando que era escritora y que estaba investigando, y no me dieron acceso. Después escribí a una clínica donde sí hice el trabajo de ficcionalizar (igual que Rita, la joven protagonista) y decir que estaba interesada en subrogar un vientre, y eso fue un servicio al cliente maravilloso.

La novela transcurre en 2025. Héctor, el intelectual que sustenta su vida en torno a las políticas de defensa de los derechos humanos, se pregunta por qué todavía no se puede hablar de la subrogación.

Ese futuro cercano en el que está situada la historia está lejos. Hoy en Argentina, a la luz de los hechos de los últimos días, es un futuro que se puede imaginar, pero que también es muy inasible. La pregunta de Héctor tiene que ver con los debates que se dieron en Argentina en los últimos años sobre los derechos de las mujeres. La prostitución es una discusión que llegó tardíamente y la subrogación es otra instancia, también muy resistida, porque se vincula con una fibra sensible de la maternidad. Si la prostitución atraviesa el patriarcado, se decía "Estas mujeres son funcionales al patriarcado", acá se atraviesa el deseo de la maternidad.

Sin embargo, esta ficción aparece más atravesada por la idea de monstruosidad. Las narradoras trazan paralelos con la eugenesia, con lo que ocurría durante el nazismo, y esas madres que gestaban para entregar arios al régimen. Sus voces, la de quien paga la subrogación, quien subroga y quien nace de ese intercambio, encuentran analogías en las de los ejecutores de la dictadura argentina, las guerrillas y los hijos que buscan Verdad y Justicia.

El mercado te convierte el hecho de tener un hijo en una especie de paquete vacacional que vos contratás: firmás, te van a buscar al aeropuerto, te llevan al hotel, te muestran a las mujeres que te eligieron como candidatas para alquilar su vientre. ¿Querés un pibe? Vení, pagá esto, y en nueve meses, te volvés en avión con un bebé hermoso. Es lo que registré en el momento de investigar: en muchos casos, puede ser tomado con total naturalidad, sin ningún ribete oscurantista, y en otros, las razones para ir a buscar esa vida a otro país pueden ser monstruosas. Hay documentales hechos como en cámara oculta y las clínicas están casi fortificadas. Hay una cosa de claustro muy grande y lugares a donde no se puede acceder. Ahí es cuando todo empieza a cobrar una apariencia siniestra.

En Argentina, la subrogación está legislada para hacerse en forma altruista, sin contrato económico mediante.

Acá, una vez nacido ese niño o niña, lo tenés que adoptar ante la ley; en Ucrania, una vez que sale de la panza de la ucraniana, volvés con certificado de nacimiento argentino. Se le borra toda esa parte de la historia, parte de la identidad, y eso, tarde o temprano, tiene un efecto sobre las personas. Nosotros lo sabemos por nuestra historia, marcada por la restitución de nietos y su búsqueda todavía.

¿Qué implicó haber elegido ficción para desarrollar estas ideas y no el ensayo, por ejemplo?

La ficción es una zona segura para que Victoria diga, por ejemplo: "No voy a adoptar porque un adoptado me va a venir con el pelo flecha", que es lo que piensa la mayoría de la gente de la adopción.

Victoria también te sirve para ir contra los nuevos discursos sobre maternidades no edulcoradas.

Victoria reúne todas las condiciones de una maternidad como vos decís, no edulcorada, porque hoy no hay que hablar de malas madres.

Las narradoras se encargan de excluir, cada una a su turno, cualquier gesto posible de sororidad con otras mujeres.

Todo es adrede. Las voces de las tres me sirvieron para poner en tensión, enojarme, no callar más lo que por otros medios no se puede decir.

También la perspectiva clasista.

Nuestra vida está atravesada por eso, pero hay muchas pantallas para que no lo veamos, hay mucho discurso de la corrección y nos instan a pensar en términos igualitarios, pero la realidad nunca fue menos igualitaria que hoy, en términos, sobre todo, económicos y laborales, y pensar que eso no incide en nuestras identidades, no insiste en nuestra manera de mirar el mundo, es muy indulgente con el mercado. Me parece que hacerse los boludos, incluso dentro de una ficción con eso, no da.

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