Por qué el maltrato animal es un indicador de violencia social

Algunos de los temas que se trataron en la Jornada de Derecho Animal en Mendoza. Un cambio como sociedad con precedentes en la provincia.

Por qué el maltrato animal es un indicador de violencia social

Un invitado muy especial en la primer Jornada: Oro, rescatado de la calle, hoy perro de asistencia. Foto: Victoria Gaitán.

Sociedad

Unidiversidad

Unidiversidad/ Constanza Sanchez Coveperthwaite

Publicado el 01 DE DICIEMBRE DE 2017

Esta fue una de las conclusiones de la Jornada Nacional de Derecho Animal que se llevó a cabo en Mendoza el jueves 30 de noviembre y el viernes 1.º de diciembre. Los casos de violencia hacia los animales resultan en una lista interminable e injustificable, no solo en la provincia, sino en todo el país. Defenderlos no significa que los derechos humanos dejen de importarnos o sea más relevante una vida que otra; significa aprender a convivir todos en una misma sociedad.

“La violencia no hace distinción de víctimas”: así lo afirmo Horacio Nicolás Carrizo, presidente del Instituto del Derecho Animal del Foro de Abogados y además proteccionista, quien cree en la educación de la sociedad, principalmente, para generar un cambio. Así como los animales, los seres humanos siempre reprimimos al más débil, no pensando solamente en los animales, sino también en los niños, en las mujeres que sufren violencia de género, en todos los individuos que son víctimas de bullying o crímenes, entre otros. “El maltrato hacia un animal no humano es indicador de una sociedad enferma”, dijo el abogado.

Con respecto a la mentalidad que tenemos como sociedad, se visualiza un cambio, pero es un aspecto social al que le falta mucho avance, tanto en las leyes como en considerar que un perro no es “solo un perro”. Es una frase que sale de muchos de nosotros cuando hablamos de los animales domésticos, pero también de los animales salvajes, que son capturados para diversión y disfrute del ser humano, lo que arruina no solo la fauna sino también los hábitats de los que estos son parte.

Un caso resonante en nuestra provincia fue Fachita, más conocido como “Fueguito”, un perro que pasaba por la calle Azcuénaga de Guaymallén y al que Ricardo Manson, un vecino de esa cuadra, roció con nafta y prendió fuego hace un año. El animal agonizó durante dos días y murió por las quemaduras. Durante las indagaciones se descubrió que Manson debía ser considerado peligroso para sí y para terceros, lo que confirma que la violencia no distingue víctimas.

Entre los disertantes de la Jornada, Orlando Vargas, juez del Primer Juzgado Correccional, reconoció este caso como uno de los pequeños avances de esta sociedad, ya que 15 años atrás un hombre ató con un alambre a un perro ovejero alemán a su camioneta y lo arrastró; los vecinos llamaron a la policía, quienes socorrieron al animal y no pudieron salvarlo. Cuando la Justicia indagó el caso, el acusado dijo que había cometido ese crimen porque el animal le comió el helado a su hijo. Vargas lo condenó a un año de tareas comunitarias, pero, según el funcionario, la prensa lo perjudicó a él por condenar a un ser humano en aquella situación.  

Por otro lado, Carrizo explicó que uno de los problemas en el marco formal es que en Argentina no hay estadísticas que permitan hacer un relevo de las situaciones de maltratos hacia los animales, así como de los que se encuentran en estado de abandono en la vía pública; como consecuencia, se dificulta generar un plan de acción en un marco concreto. “Se tienen que animar a denunciar y les tienen que tomar la denuncia”, explicó el abogado. De esta manera, se comenzaría a tener estadísticas previas, ya que no hay un compromiso rotundo desde el Estado. 

 

La mirada legal

Durante la primer jornada se destacó el caso de Cecilia, la chimpancé que vivía en el exzoológico de la provincia de Mendoza, y después de varias revisiones al expediente que ingresó al Tercer Juzgado de Garantías en junio de 2015, la Justicia dispuso su traslado a Brasil en noviembre de 2016. Este es otro de los precedentes para replantear el lugar que ocupan los animales en nuestra sociedad.

Los peritajes que determinaron el fallo demostraron que la chimpancé tenía la capacidad de razonar, manifestaba emociones, poseía capacidad de abstracción, podía responder a juegos  y problemas sencillos, fueron las piezas claves para pedir su traslado por estar privada ilegítimamente de su libertad. Desde entonces es un sujeto de derecho.

Alejandra Mauricio, jueza del Tercer Juzgado de Garantías, llevó a cabo el dictamen de Cecilia y en la jornada contó todo el proceso. En un momento quebró su voz con la frase: “Si yo sufro tanto y Cecilia comparte conmigo estas emociones, ¿por qué no darle otro lugar? Cecilia no era el banco de una plaza”.

Junto a Oscar Mellado, abogado y coordinador del evento, pusieron la mirada en el Código Civil, en el que, a través del antecedente de Cecilia en la Justicia Argentina, destacaron que se debería incluir al animal como persona no humana, con sus características y manifestaciones correspondientes. Esa reforma comenzaría por proteger integralmente a todos los animales. 

Pero en la realidad, hasta ahora son dichos espacios (como el juzgado en el caso de Cecilia) los que terminan brindando mayor protección a estos seres, ya que el nuevo Código Civíl solo se refiere a personas humanas o cosas y el resto de las especies no son consideradas bajo los derechos que, por naturaleza, les corresponderían. Si bien el documento habla del medio ambiente e intereses comunes, no especifica los derechos de los animales; simplemente presentan pequeñas pautas cuando hay intereses colectivos. 

 

El Doctor Mellado y su colega Dennisse Pizzolatto explicaron que legalmente aún son considerados como “cosas” y hay denuncias en las cuales se tienen que basar en la Ley Nacional 14346, que establece la protección de los animales y la condena ante actos de crueldad, además de la Ley de Fauna Silvestre, que si bien son pioneras y las únicas que protegen ciertas pautas de aquellos derechos, necesitan ser actualizadas.

Todos los animales tienen su forma de organización, su manera de comunicarse y vivir en comunidad; nos diferenciamos de ellos por ser animales políticos, como bien decía Aristóteles. Para respetarlos, hay que conocerlos, y para esto no se necesita usar la violencia ni la represión. La base está en aprender a vivir todos en el mismo planeta con características que nos hacen y los hacen únicos.

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