Desastre natural o tecnológico: ¿estamos preparados?

Zonda, sismos y aluviones son amenazas permanentes, incluso hasta pueden desatar otras emergencias. Sin embargo, parece que no estamos en condiciones de enfrentar cabalmente las consecuencias en uno y otro caso.

Desastre natural o tecnológico: ¿estamos preparados?

Facultad de Filosofía y Letras

Especial Fenómenos naturales

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Marian Nahir Saua, becaria de Prensa de la Facultad de Filosofía y Letras

Publicado el 11 DE JULIO DE 2016

Mendoza es una provincia que está bajo amenaza permanente de viento zonda, sismos y aluviones. Sin embargo, los investigadores destacan que su configuración y distribución edilicia, el trazado de sus calles, el arbolado público, el tendido eléctrico y el sistema de irrigación no están a la altura de las circunstancias. Como si esto fuera poco, los riesgos que nos rodean pueden desatar emergencias de tipo tecnológico (incendios, fugas de materiales tóxicos, explosiones, entre otros), tanto o más graves que el evento disparador.

Todo el tejido urbano presenta industrias dispersas, estaciones de servicio, depósitos, rutas con cargas peligrosas que se convierten en amenazas socio-tecnológicas, las cuales aumentan la probabilidad de explosiones, incendios y emisión de sustancias peligrosas. Las ciudades son cada vez más complejas y no se tiene el cuidado necesario para evitar sumar un desastre de origen “humano”.

La población, por su parte, vive despreocupadamente con una ficticia inmunidad, ya sea porque está acostumbrada a la amenaza (como en el caso del zonda), porque se siente segura por la lejanía temporal del desastre (como en el caso del aluvión) o por la distancia territorial (como en el caso del sismo).

¿Qué tan preparados estamos, entonces, para enfrentar un desastre natural o tecnológico? Esa fue la pregunta que motivó el proyecto de investigación "Estrategias y recursos para la educación formal y no formal sobre riesgos de desastre: un camino hacia la resiliencia", dirigido por la profesora Silvia Robledo, de la Facultad de Filosofía y Letras, del cual también participaron Franco Bianco, Carmen Graso y Virginia Brega, docentes todos de la misma unidad académica.

Luego de encuestas y estudios minuciosos, los resultados reflejaron que para el alto riesgo de desastre al que estamos expuestos en Mendoza, la resiliencia de los individuos, de la sociedad y de la ciudad es baja. Bianco explica que, si bien la resiliencia es la capacidad de prevenir y afrontar un fenómeno adverso y reponerse luego de que ha ocurrido, muchas veces cuando ocurre un desastre “no sabemos ni cómo se llama nuestro vecino”. Los ciudadanos vivimos absortos del medio y de la gente que nos rodea y eso es uno de los factores que nos dejan más vulnerables al peligro.

La educación y la generación de actos preventivos son fundamentales para gestar resiliencia. Es por ello que la profesora Magdalena Bayuk, también integrante del equipo de investigación, adaptó los resultados a través de juegos, creados en conjunto con alumnos de la escuela San Vicente de Paul, de San Martín, y de charlas formativas para que niños, jóvenes  y adultos tomaran conciencia sobre los riesgos de desastre durante las capacitaciones para los cadetes de Bomberos Voluntarios de Las Heras.

Los miembros de la investigación elaboraron un Manual de educación sobre riesgos ambientales y la Guía para docentes, para que estas experiencias se hagan extensivas a otros ámbitos educativos y a la población en general, que se podrán descargar próximamente desde un sitio web. Los investigadores invitan, además, a realizar un test de resiliencia para seguir sumando datos a la investigación.

 

Por: Marian Nahir Saua, becaria de Prensa de la Facultad de Filosofía y Letras

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