Que viva Latinoamérica IV. Tres modelos para (des)andar

En la tercera -y última- parte de la nota sobre la Conferencia de Apertura de la IV Cohorte de la Maestría en Estudios Latinoamericanos, el Dr. Taddei nos propone recorrer los tres modelos teóricos a  través de los cuales él analiza la configuración actual de nuestros países latinoamericanos.

Que viva Latinoamérica IV.  Tres modelos para (des)andar

Foto web. Fuente: Indymedia.org

Especiales

Milagros Molina y Enrique Roig

Publicado el 25 DE ABRIL DE 2012

Tal como presentamos en la nota anterior (http://www.nudigital.tv/novedades/index/que-viva-latinoamerica-iv-recreando-alternativas-desde-abajo- ), Taddei finalizó su recorrido con un panorama de los procesos de cambio socio-políticos más recientes en América Latina.

Las tentativas de poner en marcha alternativas de distinto tipo al neoliberalismo, las distintas formas de gestión estatal y el papel económico asignado a la explotación de los bienes comunes, son algunas de las características cuya combinación va a resultar en una redefinición a nivel regional de los modelos societales.

Así, de la mano de este docente e investigador les proponemos desandar -en esta última entrega del Dossier para pensar Nuestra América- el mapa gubernamental que emergió en Latinoamérica entre el 2006 y el 2009. Período de “cristalización institucional y estabilización de las relaciones de fuerza en el continente”.

Taddei señala tres tipos distintivos de proyectos que se hacen presentes en América Latina –no sin antes aclarar que, como toda tentativa de construir tipologías, es restrictiva e incluso arbitraria-.

Si bien estos modelos tienen una base material, es importante entender que la formulación de estas experiencias -como todo proceso socio – político- son procesos dinámicos, que están siendo y por lo tanto, son transformados, por ejemplo actualmente, a la luz  del impacto de la crisis mundial está teniendo sobre América Latina (A.L).

Entonces, los tres tipos de modelos societales son en primer lugar lo que algunos autores (y en particular el gran sociólogo mexicano Pablo González Casanova) identifican como Neoliberalismo de Guerra. Son aquellos gobiernos que se proponen la profundización del modelo neoliberal bajo la evocación de las contrarreformas de tercera generación en A. L.

Otro de los modelos en disputa es aquel que ha sido conceptualizado o nombrado como Neodesarrollista. Este modelo hace referencia a aquellos gobiernos que proponen como alternativa el regreso a cierta regulación económica y gestión social sin que esto suponga una modificación radical o profunda de la matriz de la estructura social vigente en esas sociedades.

Y, por último, un tercer modelo que Taddei identificó como Modelo de Cambio Constituyente, no solamente para hacer referencia a las reformas constitucionales que tuvieron lugar en esos países, sino también para resaltar un proyecto de transformación orientado hacia la redistribución y socialización de los ingresos y las riquezas.

En el aspecto socioeconómico estos tres modelos tienen en común asignar un papel relevante –aunque diferenciado- a la utilización social de los bienes comunes de la naturaleza.

En el caso del primer modelo, se trata de consolidar y profundizar el proceso de mercantilización y trasnacionalización de estos bienes bajo el creciente control de las corporaciones trasnacionales, en muchos casos, en asociación con grupos o capitales nacionales y orientados masivamente a la producción en términos del mercado externo.

En el neodesarrollismo - que recupera no solamente la idea del crecimiento económico sino también la problemática del desarrollo con las invocaciones a los debates latinoamericanos sobre esta problemática en la década del ’50 ’60- va a proponer para el Estado Nacional un papel de regulación e incluso de orientación del proceso económico, rescatando cierto papel para el mercado interno y para la promoción de otros sectores productivos.

Es decir, esta reposición de la intervención estatal aparece complementada con una mayor regulación estatal que apunta, en algunos casos, a la apropiación estatal de una parte de los beneficios producido por la renta de los bienes comunes naturales.

Finalmente en el caso de los modelos de cambio constituyente lo que se ha observado –sobre todo en el inicio de estos procesos- es la promoción de procesos de nacionalización – estatización inicial de los sectores más importantes vinculados a la explotación de los bienes comunes de la naturaleza y, los beneficios han sido volcados a la promoción de un régimen de políticas sociales de carácter universalista y de distribución progresiva del ingreso.

También estos modelos presentan diferencias en relación al papel del Estado Nación de la democracia y de la gestión de los asuntos públicos.

En el caso del neoliberalismo de guerra se trata fundamentalmente de la promoción de un diagrama socio-político tendiente a militarizar las relaciones sociales. Esta tendencia se va a expresar en la profundización de una política represiva orientada a la penalización de la protesta, del conflicto social, de las organizaciones populares y de los sectores más pauperizados y excluidos. Y, la construcción de este esquema, se alimenta de la legitimidad que parece otorgarle el crecimiento de la violencia social y de la delincuencia, sea esta real o –en muchos casos- simplemente una percepción que es estimulada por los medios de masivos de comunicación.

En el esquema neodesarrollista se plantea la reconstrucción y la recuperación de la legitimidad del Estado y de la democracia representativa liberal particularmente orientada a restablecer el monopolio estatal de lo que podríamos llamar el “hacer político”. También, en esta misma línea, el monopolio de las representaciones partidarias como las mediaciones más legítimas de una soberanía popular delegada en el esquema de democracia liberal.

Así, en el caso de las experiencias neodesarrollistas, la legitimación del Estado se tradujo en una recuperación -por parte de éste- del control del espacio público, en muchos casos redefiniendo y restringiendo la acción autónoma de muchos movimientos sociales o, al menos, en los términos en que esta acción se había desplegado en la primera década de este siglo.

Además, este estatalismo del nuevo desarrollismo ha despertado cuestionamientos en relación con la promoción de un modelo socio-económico que presenta ribetes de depredación medioambiental y también, por las restricciones que este modelo impone en los procesos de redemocratización de lo público-político, particularmente, en relación a los límites que encuentra en relación a la modificación del patrón de distribución del ingreso que caracterizó a las décadas pasadas.

Aún en un contexto donde América Latina y los países del Cono Sur se han visto beneficiados por un crecimiento exponencial de la de tasa de crecimiento económico, la modificación sustantiva de la matriz de distribución de los ingresos –sin dejar de reconocer que ha habido políticas activas que han supuesto un mejoramiento indudable de ciertos sectores sociales- ésta no se ha modificado, hasta el día de hoy, sustancialmente.

En el caso del cambio constituyente aparece en relación a estas cuestiones de la función estatal y de la gestión de los asuntos públicos una doble característica: por un lado la de promover una transformación democratizadora de la matriz liberal- colonial del Estado Nación Latinoamericano. Esta transformación se basa a programáticas de democracia participativa – comunitaria que, de alguna forma, diagrama el accionar de los movimientos sociales y, en particular, de muchas de las organizaciones indígenas en el pasado más reciente. Por otro lado, por en el momento inicial de estas experiencias, es la de ir acompañados por procesos de organización y activación de los movimientos y organizaciones populares que tienden a reforzar las capacidades de gestión colectiva o comunitarias de asuntos comunes.

Por último la tercera dimensión en la cual es importante señalar las diferencias que estos tres modelos presentan es en el campo de los proyectos o procesos de Integración Regional.

En el neoliberalismo de guerra hay una defensa de la tesis de una integración subordinada al mercado mundial y a las condiciones fijadas por la globalización neoliberal. La existencia de esta tendencia aparece reflejada sobre todo, en aquellos países de América Latina que han firmado o negociado tratados de libre comercio con Estados Unidos o la Unión Europea.

En el caso de las experiencias neodesarrollistas podemos afirmar que estos gobiernos otorgan cierta prioridad a los procesos de integración económica entre países latinoamericanos en la medida en que estos procesos faciliten una inclusión en mejores condiciones del mercado mundial pero sin que esto necesariamente suponga un cuestionamiento frontal a muchas de las lógicas que -particularmente desde la década del ’90- priman en los intercambios comerciales (un claro ejemplo de esto tiene que ver  con la comercialización de alimentos. Actualmente Europa ha adoptado una política proteccionista –porque está en crisis- pero, los gobiernos latinoamericanos –particularmente México, Brasil y Argentina que están en el G20 – están defendiendo a ultranza el criterio de liberalización comercial).

Entonces, más que un rechazo frontal a los acuerdos de libre comercio, lo que parece guiar las experiencias de los gobiernos neodesarrollistas es la tentativa de construcción de condiciones más favorables para las negociaciones comerciales. Aquí se podría replicar que todos los países latinoamericanos rechazaron masivamente al ALCA (Acuerdo de Libre Comercio Americano) pero muchos, sin embargo, siguen comerciando fluidamente con Estados Unidos y con otras regiones europeas.

En el caso de los gobiernos de cambio constituyente, la política de integración parece haber  enfatizado la importancia de una integración entre el Sur que vaya más allá de lo puramente económico o comercial. Que esté guiada por el principio de solidaridad, complementariedad y reciprocidad y no solamente las expectativas de ganancia empresarial. En este sentido la construcción del ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas) parece ser la cristalización más efectiva de estos principios.

Sin embargo estos tres proyectos que tienen diferencias en relación en relación a la dinámica de integración también han convergido en por lo menos dos espacios: la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) y la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Con todo lo auspicioso que tienen estos dos espacios, creo que de alguna forma es el reflejo de las condiciones internacionales del debilitamiento relativo de las experiencias de integración solidaria.

En el caso del neoliberalismo de guerra los casos más emblemáticos son los de Colombia, Perú, México y Perú. Mientras que las experiencias neodesarrollistas las encontramos, quizás con diferencias importantes entre los dos casos, en Brasil y Argentina. Finalmente, los modelos de cambios constituyentes refieren fundamentalmente a las experiencias de Bolivia, Venezuela y Ecuador.

Notas

La Maestría en Estudios Latinoamericanos se dicta desde el año 2005 en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo. Ha recibido dos Proyectos Prioritarios de Posgrado de la Secretaría de Ciencia, Técnica y Postgrado SECTyP-UNCuyo.

 Para ampliar

Emilio Horacio Taddei es Doctor en Ciencias Políticas del Instituto de Estudios Políticos de París. Su tesis doctoral fue sobre el neoliberalismo y los sindicatos en Argentina entre 1976 y 1999. También es Magíster en Estudios Políticos en el Programa de Sociología Política del mismo Instituto. Las líneas de investigación que aborda son Movimientos sociales latinoamericanos, políticas públicas y reconfiguraciones de los Estados producto de las crisis del capital, entre varios otros. Dicta el seminario Teoría política y Teoría del Estado en América Latina en la Maestría en Estudios Latinoamericanos de la FCPyS de la UNCuyo