Ser puta

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Natalia Bulacio

Publicado el 02 DE JULIO DE 2015

Habla fuerte, gesticula mucho, nunca pierde la sonrisa ni la mirada aguda. Es una mujer hermosa. Se apoya en una muletilla donde llena de aes cada inicio de oración, como si tomara oxígeno o coraje. Tiene un pañuelo en la cabeza y se para frente al salón como quien viene a dejar parte de sí misma. Pero en realidad viene a curarse. “Recuperar la voz” fue y sigue siendo parte del proceso de sanación.

A la prostituta le dice "puta", al proxenta le llama "fiolo", y así. Palabras que combina con la jerga de la calle. “Las cosas por su verdadero nombre”, dice, mientras se le filtran por los poros los recuerdos de su historia. Tiene un problema en la piel y los ataques de pánico la sorprenden seguido. Ella sostiene que exorciza las violaciones masivas a las que fue sometida. Siete mil hombres pasaron por su cuerpo cada año. Siete mil varones prostituyentes practicaron la violencia con ella a través del sexo.

Sonia Sánchez es militante feminista y educadora popular. Fue prostituida a los 17 años, cuando se fue desde su Chaco natal a vivir a Buenos Aires buscando una vida mejor. Luego de ser despedida de empleada de servicio doméstico, se quedó viviendo cinco meses en la calle. Allí una mujer le dijo que si se “dejaba hacer cosas” le darían dinero.

“Antes de ser la puta de todas y todos, yo fui hija, fui hermana, fui estudiante”, sostiene Sonia, reflexiva en Mendoza. Es que la UNCUYO decidió distinguirla con el título de Visitante Ilustre debido a su lucha incansable contra la trata de personas y la explotación sexual.

Hablás de la prostitución como un campo de concentración a cielo abierto…

Los penes de la prostitución son picanas. La puta solo obedece. Todo el poder lo tiene el varón, a través de la billetera. Es así. Cuando sos puta, tu cuerpo no te pertenece; el poder absoluto lo tiene el varón prostituyente, mientras la sociedad mira para otro lado. La prostitución no es un trabajo: es la violación de derechos económicos, sociales, culturales, políticos y civiles de una persona. Y el primero en violarlo es el propio Estado. Porque si existe una puta, ella es el resultado de las políticas públicas de nuestros gobernantes. La violación de estos derechos hace que los proxenetas y traficantes se aprovechen de esta vulnerabilidad. ¿Quiénes somos vulnerables? Las mujeres pobres.  Ninguna mujer nace para puta. Nos hacen putas, nos construyen putas.

¿Qué le pasa a una mujer que empieza a ser prostituida?

(Resopla) Primero se produce un quiebre de la identidad como sujeto de derecho, al convertirla en un objeto de uso y abuso. Segundo, pierde su propia voz. Se supone que como “es mujer organizada”, repite un discurso prestado, algo que no le pertenece.  El discurso fálico sexual maquilla a la prostitución como trabajo. Pienso que se debería legislar la restitución de los derechos violentados y no hacer proyectos que legitiman la explotación. Y tercero, se quiebran sus deseos como mujer. Te vas adormeciendo, dejás de sentir. Te vas secando por dentro. Hay que dejar de ver la prostitución como un trabajo, cuando en realidad es la violencia física y emocional que se ejerce sobre una persona. Es terrible.

En la charla sostenías que las prostitutas no hablan. ¿Por qué?

Claro. Vos ves en las esquinas a las chicas hablando. ¿De qué hablan?, te preguntarás… Bueno, no hablan de lo que les pasa. Nunca. Siempre están vigiladas. A la prostitución llegas “muda”. La mudez y el silencio están construidos de violencia que te tapona y bloquea. No sólo perdés tu posibilidad de hablar, sino también de pensar y….(vuelve a resoplar) de respirar. Con tu fiolo mantenés una relación amo-esclava por tu mudez. Tu mudez garantiza que no llegarás a tener violencia física. Por eso el miedo asegura tu silencio. Miedo. Mie-do.

La persona en situación de prostitución, ¿es consciente de que lo es?

Muchas prostitutas no lo son plenamente. No ven que son explotadas. Poner la maternidad como un escudo que dignifica la prostitución es apelar a una falsa dignidad en la prostitución. Muchas son madres y velan por sus hijos. El fiolo suele camuflar su oficio bajo un vínculo amoroso. En la base del papel del fiolo está siempre el príncipe azul. La puta puede identificar el fiolo de la otra, pero no el suyo propio. Insisto, es terrible.

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