Gabriel García Márquez: Sujeto-Verbo-Predicado

La libertad para hacer tangible el pensamiento a través de la escritura es un placer y un sufrimiento. La idea de transmitir imágenes a través de las letras no es una tarea fácil, aunque constituye un quehacer tan humano como crecer. Si lo sabrá García Márquez...

Gabriel García Márquez: Sujeto-Verbo-Predicado

Gabriel García Márquez

Especiales

Jorge Fernández Rojas

Publicado el 22 DE ABRIL DE 2014


Los grandes maestros escritores han sostenido que las mejores imágenes escritas son las más claras, las que transmiten luz y transparentan el pensamiento de quien lleva adelante esa tarea.

Eso, exactamente, es lo que hizo siempre Gabriel García Márquez. Un cultor de la estructura gramatical más elemental y a la vez más luminosa:
sujeto-verbo-predicado.

Quienes son reconocidos por estas habilidades entienden que la claridad de los conceptos hace que las letras se corporicen y creen percepciones humanas.  

Esto es lo que sabía García Márquez, lo simple y lo complejo. En lo aparentemente lineal está la resolución de lo complejo. Por ejemplo, su artesanal modo de encarar la existencia desde la palabra escrita lo hizo un prócer en vida. Es lo que dice Verónica Gordillo en su testimonial pensamiento sobre él, publicado en este sitio: Los periodistas no tuvimos que leer entre líneas para conocer estos secretos, el maestro fue generoso.

Esto me pasó cuando leí Náufrago en tierra firme, la crónica de García Márquez sobre la travesía del niño Elián González. El recordado balserito cubano se transformó en un emblema de la cubanidad, pero pocos conocimos la historia real de Elián, de su madre desertora del país socialista y de su padre fiel al gobierno de Fidel.

Pocos conocimos la historia humana para darnos la posibilidad de entender en profundidad el problema social y político, hasta que leímos esa pieza periodística compuesta por pequeñas historias encerradas en cada uno de los párrafos, escritos magistralmente con oraciones simples y respetando la estructura básica de cada oración escrita en español.

Por favor, lean esto: 

El viernes cuando Juan Miguel González fue a la escuela por su hijo Elián para pasar juntos el fin de semana, le dijeron que Elizabeth Brotons, su antigua esposa y madre del niño, se lo había llevado al medio día y no lo había devuelto en la tarde. A Juan Miguel le pareció normal en su rutina de divorciado. Desde que Elizabeth y él se habían separado en los mejores términos, dos años antes, el niño vivía con su padre, y alternaba sus días entre la casa de éste y la de su madre. Pero en vista de que la puerta de Elizabeth estuvo con candado no solo el fin de semana sino también el lunes, Juan Miguel empezó a hacer averiguaciones. Fue así como descubrió la mala noticia que ya empezaba a ser dominio público en la ciudad de Cárdenas: la madre de Elián se lo había llevado para Miami junto con doce personas más, en un bote de aluminio de cinco metros y medio de largo, sin salvavidas y con un motor decrépito muchas veces remendado. 

Es el primer párrafo de la crónica “gabiana”, que alumbró desde Cuba en el año 2000 acerca de lo que ocurrió sobre el final del año anterior. ¿Es posible ser más claro? Difícil. En el primer párrafo, solo en el primer párrafo, el periodista latinoamericano situó al incauto lector en la historia. Con esto obtuvo el objetivo periodístico primario, que es informar sobre el episodio. Inmediatamente activó los sentidos del lector y lo dejó al borde de la curiosidad para seguir leyendo. 

Afortunadamente tuve un maestro cercano. Uno que me enseñó que lo breve puede ser profundo y que en lo elemental está encerrado lo más complejo. Se llamó César Robles y, si bien fue menos trascendente en la historia colectiva, lo fue para mí en lo cotidiano de este oficio. Recuerdo que César, creador en 1994 de una publicación periodística de avanzada llamada Sustantivo, me decía con insistencia que siempre era preferible "ser cabeza de ratón que cola de león". Una metáfora de tiempos complicados y avatares varios.

Pensándolo bien, eso fue lo que hizo García Márquez con su vida pública. Un ratón ágil, inquieto, extremadamente inteligente y sobreviviente de una época. No fue un presuntuoso personaje aspirante de león. No sé por qué evoco a Mario Vargas Llosa cuando pienso en estos contrastes.

En fin, una conclusión precaria, quizá, pero bien humana. Como una oración simple del idioma español.

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