Vivir como celíaca

Testimonio en primera persona.

Vivir como celíaca

Facultad de Ciencias Médicas

Especial Celiaquía

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Silvina Ocampo, profesora de Inglés, egresada de la Universidad Nacional de Cuyo

Publicado el 16 DE NOVIEMBRE DE 2016

Hace algunos años, mi mamá padecía de gastritis y el estrés le producía dolores intestinales. Fue a una gastroenteróloga que le hizo una historia clínica y le pidió un estudio de celiaquía y a mí, que también soy diabética, me lo recetó por las dudas debido a que tenía síntomas similares a los de ella.

El estudio me salió mal, con un grado 4, que es el más alto y peligroso. El diagnóstico fue bueno y malo, porque sabía la reclusión que conlleva esta enfermedad y, a su vez, me alivió un poco porque pude darle una explicación a lo que me estaba pasando.

Además de los síntomas que ya tenía, me dió una crisis de dejar todo y ese combo, junto a cuestiones familiares, me llevaron a un punto en que me sentía muy mal. Me daban hipoglucemias y llegó un momento en que no podía controlar las dos enfermedades. Tuve un descontrol muy grande, se me empezó a caer el pelo de a mechones, las uñas se me partían con simples movimientos...

Comencé a hacer una dieta horrible porque sólo comía galletitas de arroz, verduritas y frutillas porque no había mucho más que pudiera comer. Al seguir la dieta al pie de la letra, me empecé a sentir bien, no se me caía tanto el pelo, el acné que me había surgido de la nada empezó a disminuir y la hinchazón estomacal desapareció. Me empecé a sentir con más pilas, mejor. Pero esto no impedía que pudiera salir a algún lado.

La sociabilización es difícil. Al no haber tantos lugares para elegir, tenés que optar: una es quedarte en tu casa, la otra es comer cerrando los ojos pero después sufrís las consecuencias, y por último salir sabiendo que condicionás un poco en la elección de los lugares a quellos que te acompañan.

Un ejemplo bastante cotidiano, en mi caso, es el de ir a una mateada y tener que llevar tu propio mate y tomar sola, ya que cualquier partícula contaminada puede hacerme mal. Otra realidad es que si vos preparás en la misma olla una comida que tiene gluten y después pretendes cocinar algo sin gluten, hay una contaminación cruzada y eso puede traerte varias consecuencias.

Preguntar cómo están preparadas las cosas se convierte en algo habitual. De repente te sentís un poco paranoica, incómoda. Te volvés un poco individualista. Te agota un poco ese híper cuidado. Si quisiera irme de viaje, previamente tengo que investigar si en el sitio al que quiero ir puedo encontrar tiendas o lugares que vendan los productos que puedo consumir, y aunque no me gusta estar haciendo eso, lo tengo que hacer obligadamente, de lo contrario puedo sufrir problemas graves.

A todo el tema de la enfermedad, le agregamos que ser celíaco no es barato porque tenés que tener una muy buena entrada económica para comprar los productos, puesto que no es sólo la comida, también son las cremas, los jabones, el detergente para los platos o la pasta de dientes.

Sólo podés comprar primeras marcas, los productos de belleza, como maquillajes son importados, la crema corporal tiene que ser de determinada marca para que no dé alergia, al igual que el champú.

En Mendoza, se venden productos frescos en uno de los supermercados. Sin embargo, la alternativa de hacerlos vos misma es más económica y rinde más, siempre y cuando cuentes con el tiempo para realizarlos, que es bastante. En el Gran Mendoza, se pueden encontrar lugares con mucha variedad, pero son caros y te sentís como “coimeado” porque eso es lo único que podés comer y los precios, en algunos casos, son un poco excesivos. 

Cuando te enterás que sos celíaco, lo que primero sentís es que sos diferente. Es una lucha interna y una lucha contra el mundo. Pero hay que ser realista, tomárselo con calma, y no dejarse cambiar. Tenés que formar tu carácter para estar bien, cultivar la paciencia, armarte de valor, usar bien los sentidos para aprender. No volverse paranoico. Y hay que concientizar al resto, para que se “ocupe” más de lo que sólo se “preocupa”. A veces, está bueno trabajar la aceptación con un psicólogo porque tenés que enfrentar a tu entorno que no está preparado para sobrellevar la enfermedad con vos.

 

Silvina Ocampo es profesora de Inglés, egresada de la Universidad Nacional de Cuyo.

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