Ajustar el gasto: aguas que dividen candidatos

Los principales precandidatos para las PASO del domingo piensan diferente en relación con el gasto público. Qué opinan los especialistas.

Ajustar el gasto: aguas que dividen candidatos

Ajustar o no ajustar... ¿Esa es la cuestión?

Sociedad

Unidiversidad

Gabriela Ceppi

Publicado el 15 DE ABRIL DE 2015

Ajustar o no ajustar. Ese parece ser el lema que divide aguas entre las intenciones de los dos candidatos que mejor miden en la previa de las PASO del domingo. Mientras Alfredo Cornejo, del Frente Cambia Mendoza, dice que hay que disminuir el gasto público, del otro lado de la vereda, Adolfo Bermejo, candidato por el Frente para la Victoria, asegura que en su vocabulario “no existe la palabra ajuste”.

Lo cierto es que, fuera de la chicana política desatada a partir de las definiciones propias de las previas electorales -bien aprovechada por un sector del peronismo-, los economistas expresan diferentes opiniones acerca del ajuste o del freno al gasto que necesita Mendoza para evitar los desequilibrios que inevitablemente salen a la luz.

Francisco Pérez ya no puede pagar los juicios, ni la totalidad de los sueldos, ni los aportes a las obras sociales y mucho menos a los proveedores. La realidad de que el gasto fue mayor a los ingresos es algo que no se puede ocultar bajo la alfombra. Pero, ¿qué opinan los especialistas sobre la polémica medida que danza entre las intenciones de los candidatos?

Para Jorge Day, profesor de Economía Monetaria de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Cuyo, hay que diferenciar claramente lo que es gasto público de gasto privado. El especialista sostiene que en la Provincia el gasto crece a ritmos muy superiores al ingreso, y aclara que si el Estado no hace un ajuste sobre el sector público en una economía pinchada, lo terminará haciendo el privado.

Concretamente, lo que dice Day es que se recortarán gastos en las familias, se consumirá menos, seguirá en caída la venta de autos y consecuentemente se frenará la economía. “Lo ideal de un gobierno es que se ahorre en buenas épocas para gastar en situaciones como estas”, considera. Además, opina que el gasto debería crecer a menor ritmo de lo que está sucediendo.

Otro de los especialistas consultados por Edición UNCuyo, que incluso manejó las cuentas de la Provincia años atrás, es actualmente el director del Centro de Investigaciones Económicas de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Cuyo. Se trata de Juan Argentino Vega quien sostiene que cuando se habla de ajuste (en la economía o en las cuentas fiscales) se despiertan las reacciones más diversas.

“Recuerdo dos anécdotas: una, al finalizar la gestión de Fernando De la Rúa. El senador Ramón Puerta dijo que si no se hacía el ajuste vendría el 'desbarajuste' –¡qué gran verdad!– y se aplica a la realidad actual”, relata. El otro de los sucedidos que rememora es que, en una reunión del Plan Fénix que se desarrollaba en la Facultad de Ciencias Económicas hace unos pocos años, expuso sobre su enfoque de responsabilidad fiscal. Vega dice que, tras el discurso, fue sumamente criticado por ser partidario del "ajuste", aunque esa palabra no fue pronunciada, según él, en ningún momento.

Vega compara, de manera gráfica, el peligro de frenar el gasto con el accionar de un vehículo: “La intensidad de la frenada debe ser adecuada a las circunstancias: si nos excedemos, puede ocurrir un desastre; si no lo hacemos, también”.  El especialista considera que, a nivel país, hay que empezar ya con el ajuste, pero con un gradualismo adecuado a las circunstancias. Tampoco cree que se esté al borde del precipicio, pero alerta sobre las demoras al decir que podría ser peor. Otra de las cuestiones que se pregunta Vega es por qué se anunciaron recortes o reducciones de subsidios que nunca se concretaron y estima que se perdió una valiosa oportunidad al no hacerlo.

 

Por dónde empezar

A la hora de evaluar las consecuencias, Vega entiende que el país está afectado por una fuerte inflación (una de las más altas del mundo) y por una relativa recesión (o estanflación). Por eso estima que el freno no debe ser de golpe, pero sí empezar ya. La pregunta obligada es por dónde habría que empezar. El profesor considera que hay que reducir el déficit fiscal y su financiamiento, y la situación de la deuda externa y de la deuda pública en general.

Sobre el déficit, recomienda una rápida eliminación o reducción de los subsidios a los servicios públicos que benefician más a quienes tienen altos ingresos que a los más pobres, atenuado por una política de limitados subsidios personales a la gente de bajos ingresos. También considera que hay que elevar el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias de manera gradual y reordenar las escalas pero sin la eliminación total.

Vega marca además que las circunstancias exigen un sinceramiento. “No falsear más las estadísticas económicas, marchar hacia una mayor transparencia de las cuentas públicas, prescindir de los funcionarios sospechados de corrupción, lo que no implica abrir juicio sobre su responsabilidad, sino procurar dar mayor confianza a los actores económicos internos y externos”, sostiene.

 

Ajuste vs. desaceleración

Otra de las opiniones llega de la mano de Rodrigo González, economista de la Fundación Ideal, quien considera que no se necesita un ajuste y que es necesaria una “desaceleración” del gasto. El experto sostiene que desde hace seis años se viene gastando más de lo que se recauda y ese déficit, que se ha convertido en estructural, es lo que trae graves consecuencias.

González ejemplifica: "Con una inflación del 30 por ciento anual, hemos elevado el gasto en el 40 por ciento, mientras que los ingresos crecen también al 30 por ciento por período. Es ahí donde se produce el desfasaje".

Para sostener un déficit estructural hay pocos caminos: aumentar la presión fiscal, endeudarse o disminuir la inversión. Al menos, eso dicen los manuales de Economía. González sostiene que en Mendoza se ajustó la inversión pública porque pasó de 15 por ciento de la pauta en 2007 al 4 por ciento en 2014. Esto, en lo que respecta a fondos que se destinaron a obra pública. Por otro lado, marcó que en 2012 la industria sufrió un fuerte aumento del gravamen sobre Ingresos Brutos. Pero el verdadero problema a solucionar está sobre el gasto corriente. “El rojo está en los salarios y gastos corrientes, es en este punto donde debemos eficientizar recursos”, remarca.

La delgada línea que marca el ajuste de la inversión pública no trae buenos recuerdos en la gente, en especial en los trabajadores estatales que aún no le perdonan a Roberto Iglesias el recorte de sus salarios ejecutado a mediados de 2001. Tampoco la palabra "ajuste" es recomendada en la mayoría de las fórmulas económicas para salir de la crisis porque a menor desembolso, menor consumo. 

Esta palabra no nos trae buenos recuerdos tampoco a los argentinos porque nos obliga a rememorar ciertas recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial para países en vías de desarrollo que no resultaron demasiado gratas. Pero lo cierto es que los fondos para financiar todas las necesidades del Estado no están, por lo que el próximo gobernador se verá obligado a tomar alguno de estos caminos a partir del primer día que tome el mando del edificio de la calle Peltier.

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