El modelo sojero o la tragedia argentina

Periodistas del programa La Posta, de Radio Universidad, entrevistaron a Guido Bilbao, autor del documental "Las Malas Semillas", que relata las consecuencias sanitarias y ambientales del cultivo de soja y del uso del glifosato en el país.

El modelo sojero o la tragedia argentina

Sociedad

Unidiversidad

Edición UNCUYO

Publicado el 23 DE ABRIL DE 2015

En la localidad de Ituzaingó, en las afueras de Córdoba, los chicos y chicas pasaban las tardes en medio de las plantaciones, salían corriendo de sus casas cada vez que sentían un avión y jugaban a perseguirlo. Sus mamás fueron las primeras en advertir que algo andaba mal en esa vida casi idílica cuando comenzaron a aumentar los casos de cáncer y malformaciones, hasta multiplicar los índices nacionales.

La historia de los vecinos de Ituzaingó y su lucha para que los grandes productores sojeros no fumigaran sus plantaciones con glifosato es una de las tantas historias relatadas en el documental Las Malas Semillas, realizado por el periodista argentino Guido Bilbao junto a Glenn Ellis para la cadena Al Jazeera. El informe fue compartido cientos de veces a través de las redes sociales luego de que la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer (IARC), que depende de la Organización Mundial de la Salud (OMS) dictaminara que el glifosato –pesticida utilizado en muchos cultivos, especialmente en los de soja transgénica- era “probablemente cancerígeno para los seres humanos”. El dictamen, emitido por 17 expertos de 11 países, determinó que existía “limitada evidencia” de que el glifosato produjera cáncer en humanos y “suficiente evidencia” de que producía cáncer en ensayos con animales de laboratorio.

En una nota escrita por el periodista Darío Aranda en Página/12 se consignó que, según la Federación Sindical de Profesionales de la Salud de la República Argentina (Fesprosa), en el país se aplicaa glifosato en más de 28 millones de hectáreas y que cada años los suelos eran rociados con 320 millones de litros, lo que implicaba 13 millones de personas en riesgo de ser afectadas. El mismo autor enumeró a los productores del herbicida, entre los que figuran Syngenta, Monsanto, Basf, Bayer, Dupont, Dow Agrosciences, Atanor, YPF y Nidera.
 

Tragedia argentina

Bilbao es un periodista argentino que hace años está radicado en Panamá. Cada vez que venía a Buenos Aires escuchaba otra historia de pueblos que se organizaban para intentar evitar que fumigaran cerca de sus casas con glifosato. La razón: los casos de cáncer, malformaciones y abortos que se incrementaron. El periodista, que en Argentina trabajó en Noticias y en Crítica de la Argentina, comenzó a investigar y decidió hacer un documental contando estas historias que no muchos medios de comunicación contaban.

En comunicación telefónica con los conductores del programa La Posta, de Radio Universidad, Daniel Postizzi y Raúl Gatti, Bilbao calificó como una tragedia lo que sucedía con las plantaciones de soja y con las fumigaciones en Argentina. Contó cómo surgió la idea de realizar el documental, en el que hablaron los vecinos de distintas localidades argentinas, los científicos, los grandes productores y los funcionarios.

A continuación, la charla completa que Bilbao mantuvo con los periodistas de Radio Universidad.

¿Cómo surgió la iniciativa de realizar el documental?

Soy argentino, pero he vivido afuera los últimos diez años. El tema de la soja era algo que veía desde afuera, como una tragedia sucediendo o a punto de explotar, y mis amigos que trabajaban en los grandes medios no le daban importancia. Después sentí que era por distintas razones: los medios grandes, como Clarín, reciben una pauta publicitaria millonaria, son promotores del modelo sojero; pero por otro lado, la prensa llamada militante también porque el gobierno, con la excusa de que necesita el dinero de las retenciones para poder hacer obra social, también promueve el modelo sojero. Por lo tanto, entendí que era mentira que en Argentina no había consenso. Hay un consenso claro que es el consenso de la soja, es un consenso que mata.

¿Por dónde empezaste con la cuestión del glifosato y cómo llegaste a ese lugarcito del Chaco?

Como todos saben, los periodistas no saben de nada, entonces empecé a investigar. Veía notas de represión en Chaco, de muertes y torturas. Pensé: "¿Cómo pasa esto? Esto ya pasó en Argentina". Lentamente fui entendiendo de qué se trataba el tema de la soja para el campesino, tener la mirada desde la base porque, en general, cuando se discute de la soja, lo que se discute es quién se queda con cuánto: si el gobierno con 20, el campo con 50. Para mí el problema no es de dinero, la verdadera discusión es otra: a dónde apunta el modelo y si esto trae bienestar o no para la gente.

A partir de esos casos empecé a estudiar, a investigar, y me fui contactando con las organizaciones, que están en Argentina pero también están absolutamente invisibilizadas. Hay gente que viene peleando, como el caso de las Madres de Ituzaingó, que es un caso paradigmático, un pueblito ubicado a 30 kilómetros de la capital de Córdoba que fue el primero en lograr un fallo contra las fumigaciones. Esa gente te cuenta lo que le pasó y entendés que el Estado no tiene ninguna preocupación por su gente. Eso es lo que más enoja, porque había un chico con leucemia, otro con cáncer, abortos, todas enfermedades que no eran propias de las zonas de cultivo de la pampa argentina. El campo era el lugar saludable: si tenías un problema de salud te decían que fueras a las sierras de Córdoba; ahora olvidate de eso, esa lógica hay que erradicarla. Las madres empezaron a analizar las estadísticas del pueblo, que multiplicaban las de la ciudad de Córdoba y las nacionales; se dieron cuenta de que la diferencia era que fumigaban, pero no había información, no había cuidado.

Por un lado vos podés promover un negocio, pero por otro lado tenés que generar las condiciones para que ese negocio no afecte a la gente. Aquí, como en muchas cosas, el Estado fue incapaz en estos quince años de controlar, de cuidar a la gente. Para mí es una situación catastrófica, es un tema trágico que abarca muchos niveles. Por contaminación ambiental, en Argentina perdemos una hectárea de bosque nativo cada tres minutos. Eso trae aparejada, además, la lucha por la tierra: volvió a concentrarse, es una guerra de gente que se hace dueña desde la política, que titula una tierra y echa a la gente que vivió siempre ahí y terminan acampando en la 9 de Julio sin que nadie los escuche. Yo no soy ni k ni anti-k, pero parecería que esto es la revolución social que nunca hemos tenido o una dictadura, y ninguna de las dos cosas es cierta.

¿Cómo fue tu primera mirada sobre el tema y la última? Es decir, si se modificó, ¿cómo te impactó personalmente?

Al principio fue todo sorpresa. Empezás a preguntarte, a leer cosas que no podés creer. Las primeras veces que hablé con la gente del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase), o con Darío Aranda, que para mí es el mejor periodista argentino hoy por hoy, porque es un tipo que está todo el tiempo metido, que está contando historias que no esperás, contradicciones muy profundas del país. Al principio no lo podés creer; después empezás a ver que es peor de lo que esperabas, vas sufriendo esa realidad. Para mí lo peor es el tema de los chicos, están sufriendo, las tragedias de las madres... La gente vive enfermedades en la intimidad de la casa, se les va la vida. Una chica me dijo que había tenido diez abortos en cinco años y que la gente del hospital le decía en secreto: “Andate, es el veneno”, porque no lo podían decir en público, porque el modelo sojero tiene tomado todo, muchos recursos. La sociedad está indefensa y vos ves a esos chicos, las madres sufriendo porque su hijo no puede caminar, por la malformaciones que produce el glifosato.

Te enojás cuando vas a ver a Grobocopatel (titular del grupo Los Grobo, conocido como "el rey de la soja"), y dice que el que está contra la soja está contra los pobres, porque la soja produce más proteínas, pero en realidad es proteína que sólo es para los chanchos. La cantidad de cosas que están pasando y van a seguir pasando son terribles, y lo peor para mí es que no hay manera de salir, es como una trampa que no tiene una salida simple, porque todo el sistema productivo ha hecho grandes inversiones para amoldarse a lo que se llamaría la avanzada tecnológica. Entonces en el campo tenemos tecnología de primer nivel, pero ¿para qué? Para mí, lo más trágico es el dolor íntimo de las casas, las enfermedades, la desolación íntima de gente pobre, sufriendo en la casa cosas que no debería sufrir si no fuera porque el Estado no está.

El documental tuvo mucha repercusión a partir del informe de la OMS sobre el glifosato. ¿Qué lectura hacés de lo que pueda hacer el Estado?

Hay un gobierno que estuvo los últimos quince años, ahí hay una responsabilidad. La OMS, por lo menos, lo que le da a las comunidades es que no digan que son unos locos, porque ese es el discurso. El científico Carrasco (Andrés, investigador de la UBA), que fue uno de los primeros que hizo investigaciones, debería ser un prócer, luchó contra todos, incluso con sus propios compañeros de ciencia que trabajaban para las multinacionales. Vos pensá que los estudios en los que el Estado se basa para saber si esto se puede o no se puede hacer son estudios que les dan las propias multinacionales.

Hay una serie de contradicciones. Clarín publicó que se utilizó una cantidad récord de glifosato y luego el alerta de la OMS.

Es importante que tengamos la libertad para pensar, porque yo no digo ni que hay que apoyar al gobierno ni que no hay que apoyarlo, sino tener la libertad y la  distancia de decir: "Esto me parece bien y esto no", y no apoyar en bloque. Lo mismo para la oposición: negar todo no tiene sentido.

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