El conquistador de La Salada: Una entrevista "buena, bonita y barata”

Así define su propuesta Jorge Castillo, responsable del desembarco de La Salada Santa Rosa en nuestra provincia. En esta entrevista, el particular empresario de perfil popular explica los beneficios sociales del megaemprendimiento comercial y por qué, según él, cambiará la matriz productiva de Mendoza. 

El conquistador de La Salada: Una entrevista "buena, bonita y barata"

Sociedad

Unidiversidad

Penélope Moro - Foto: Archivo - Axel Lloret

Publicado el 08 DE ABRIL DE 2014



El último sábado se inauguró oficialmente el tan anunciado Mega Polo La Salada de Cuyo, en Santa Rosa. El paseo de compras, que funciona los sábados de 6.00 a 17.00, ya había abierto sus puertas en setiembre del año pasado con la comercialización de indumentaria, pero con el reciente agregado de productos de primera necesidad y alimentos, el proyecto ideado por Jorge Castillo comienza a consolidarse.

Unas horas antes de la presentación en Santa Rosa, Jorge Castillo el CEO del emprendimiento recibió en su despacho, ubicado en el corazón del Barrio Bombal, a Edición UNCUYO para dar detalles sobre el megaemprendimiento que desarrolla en la provincia y que reedita de la histórica La Salada Punta Motogotes, la megaferia que gestiona en Buenos Aires. 

¿Cómo define su proyecto del megapolo La Salada Santa Rosa?

Son 60 hectáreas sobre las que se monta el megapolo, más 36 héctareas que están destinadas al predio del parque industrial. El proyecto ya se puso en marcha hace varios meses a través de la comercialización de ropa, pero ahora gana mayor importancia con la reciente apertura de la venta de productos alimenticios. “Bueno, bonito y barato” se llama la campaña que acá en Mendoza arrancamos casi simultáneamente con Buenos Aires. Lo que se vende es todo tipo de alimento: pan, carne, fideos, arroz, a precios sumamente bajos, la mitad de lo que se paga en el mercado. El proyecto en general, a largo plazo, es el de conformar una ciudad comercial. Con esta nueva etapa que sumamos se va a generar un centro de abasto para que el productor tenga salida comercial hacia el minorista o el mayorista. Hoy la venta directa no existe en Mendoza. En Guaymallén hay cooperativas pero no son productoras, entonces terminan funcionando como intermediarios: le compran al productor y le venden a las verdulerías con grandes márgenes de ganancia.

¿Cómo ha sido la participación de los vecinos de San Rosa en el proyecto y qué ha implicado para la comunidad hasta el momento?

Los santarrosinos están completamente “chochos”. Mirá, te doy un ejemplo, había una mujer que todos los meses iba a la municipalidad a buscar el dinero para comprarle la medicación al hijo enfermo. Apenas nació el megapolo dejó de ir porque empezó a vender café en la feria. Ya no necesita el subsidio. La Salada es eso, genera trabajo.

¿Cómo ha sido la selección de los puestos que se abren? 


Los stands se alquilan o se venden de acuerdo al orden de inscritos, a los miles de interesados que nos fueron llegando. En la selección no hay prioridades, nadie tiene coronita. El que llega tiene que aguantarse la competencia. Hay 600 puestos, solo 100 son nuestros (de La Salada Buenos Aires). Los otros 500 en su mayoría son de Mendoza, pero también hay de San Luis y San Juan, por eso el Megapolo de Cuyo.

En lo concreto, ¿en qué transforma a la comunidad de Santa Rosa?

Modifica a Santa Rosa y a toda Mendoza. Lo que va a hacer es cambiarle la matriz productiva. Los mendocinos nunca vendieron lo que están vendiendo hoy. Hasta hace muy poco, el que fabricaba una banqueta no tenía dónde ofrecerla; el que plantaba lechuga y no quería quedar presa del intermediario la terminaba regalando. Hoy tiene la posibilidad de venderla. 

Va a cambiar Mendoza, habrá un antes y un después de lo que es el megapolo. En esta provincia recién ahora se están dando cuenta de lo que es el intermediario. Yo ahora tengo Alerta Google y leo todos los diarios de Buenos Aires y Mendoza: es increíble el nivel de queja de los mendocinos sobre la figura del intermediario. Yo hace 15 años que vengo peleando contra ellos. En mi época de fabricante de zapatos, los intermediarios me chupaban la sangre. En momentos de receso económico, cuando no había venta, me pagaban lo que querían y cuando querían. La Salada va a terminar con el intermediario.

¿Cómo se van a regular las relaciones laborales que tengan lugar dentro del proyecto?

Eso se lo tienen que preguntar a las autoridades. No es algo que me competa. Yo pago mis impuestos, cobro los alquileres de los puestos con una tiquetera y tengo mi personal en blanco. Esa es mi función en esto. Depende de cada comerciante la regulación de la situación de sus empleados. 

Le consulto porque una de las críticas más frecuentes a este tipo de emprendimiento es que promueve el trabajo no registrado.

Las voces críticas del proyecto son de los que justamente no pagan impuestos, los grandes comerciantes. Ellos tienen mucho y la gente que trabaja en La Salada tiene muy poco. Fijate el precio que le pone esta gente a la mercadería, y el que le pone aquel que dice que paga impuestos. Es más, yo creo que este sistema de comercialización directa tendría que tener un impuesto diferente al de los grandes comerciantes, porque en La Salada no te venden unos jeans a 500 pesos, te los venden a 50 pesos. Es muchísima la diferencia. No es lo mismo. 



¿En qué aporta el Estado al proyecto?

En nada, hasta este momento, lo que no quiere decir más adelante no lo haga. La mayoría de los inversionistas son privados. Algunos van a llegar para armar el frigorífico, el molino y dos fábricas, una de fideos y otra de bloques de cemento. De todas maneras, el aval del gobierno mendocino ha sido muy importante, el mercado concentrador es una idea del gobernador Pérez. Yo la tenía pero distinta. La del gobierno ha sido superadora.

¿Cómo ha repercutido sobre los precios finales de La Salada el aumento de precios generalizado?

Lo sentimos en la ropa, que ha aumentado el 10 por ciento de lo que valía el año pasado. Pero los precios siempre continúan bajos. Por ejemplo, un buzo cuesta entre 30 y 45 pesos; un conjunto de jogging, entre 60 y 90 pesos. Por supuesto que cuánto más chiches tienen, más caros salen. Pero son precios que te permiten vestirte dignamente con muy poco dinero. Aunque haya aumento de precios seguimos siendo la mejor opción.

¿En alimentos trabajan con el programa oficial de Precios Cuidados?


No, nuestros precios son más bajos. El pan lo tenemos a 10 pesos, en Precios Xuidados está a 18 pesos. El azúcar se vende a 8 pesos con el acuerdo, La Salada la ofrece a 6 pesos. El tacho de uva lo tenemos a 50 pesos, en Buenos Aires encontrás el kilo a 50 pesos. Ahí está el intermediario. ¿Te das cuenta? 

¿Articulan el proyecto con otras instituciones? ¿De qué manera?

En Buenos Aires tenemos convenios con la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), con la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y con el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). La participación de la universidad es muy necesaria, necesitamos capacitadores que otorguen “papelitos”. Te explico: yo soy zapatero y te puedo enseñar el oficio, pero después no hay nada que  acredite que lo aprendiste. Por eso insisto, la universidad debe buscar la forma de trabajar con nosotros, algo que le da bienestar a tantas personas, especialmente a los que menos tienen. En Buenos Aires, la Universidad nos da cursos de corte y confección, y de moldería, el INTI nos ayuda en la parte técnica. Nosotros, los creadores de La Salada, no tenemos esas capacidades, pero otras organizaciones sí, y es muy positivo que nos vinculemos.

Te doy otro ejemplo. Un guante de metal para cortar tela vale 500 pesos; un fabricante que recién empieza no puede gastar ese dinero, aunque corra el riesgo de cortarme todos los dedos voy a invertir ese dinero en comprar tela. Después, con el tiempo, lo compraré para que lo use mi empleado. El INTI entonces capacita en estas cosas, cómo hay que protegerse, por qué, sin la necesidad de hacer grandes gastos. 

Respecto a Mendoza, usted ha manifestado también el interés de crear un convenio laboral con los internos de la Penitenciaría. También trabajan con algunas cooperativas.

Está todo abierto, tenemos la gente. Al interno hay que enseñarle a confeccionar ropa porque no hay mano de obra. No damos abasto. En La Salada de Buenos Aires le vendemos a Paraguay, Uruguay, Bolivia, Brasil y Chile. No nos dan los tiempos ni los recursos humanos, hay locales que trabajan dos horas y se van porque vendieron todo. Hay otros que llegan con la bolsa y ya tienen todo vendido por teléfono. Sin dudas, una de las salidas a estos problemas de falta de mano de obra la podría saldar el trabajo de los internos. Pero si a mí no me garantizan que será en condiciones dignas y bien remuneradas, no lo acepto. El preso tiene que trabajar sin ser explotado por el Servicio Penitenciario. En una oportunidad, hace ocho años, tuve esta misma iniciativa pero la bajé, porque el director del penal se la quería llevar toda. Acá, en Mendoza, falta más diálogo al respecto con las autoridades.

Estamos trabajando muy fuerte con la Cooperativa Santa Rosa Ltda., un grupo de mujeres talleristas que fabrican guardapolvos y ropa en general. Pero la labor de los guardapolvos ha sido muy simbólica, porque en un primer momento hicieron 400 que había pedido desde distintos municipios, mientras que la compra de los primeros rollos de tela los financió la comuna de San Rafael. Yo te digo, estamos abiertos a continuar este tipo de trabajos mancomunados, nosotros podemos prestar hasta las maquinarias; hacen faltan ideas y personas dispuestas a sumarse a un proyecto que en definitiva tiene como único eje al trabajo. 

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