¿SEREMOS MÉDICOS QUE ESCUCHAN O MÉDICOS ARROGANTES?

La visión de un estudiante de sexto año, en primera persona.

¿SEREMOS MÉDICOS QUE ESCUCHAN O MÉDICOS ARROGANTES?

Facultad de Ciencias Médicas

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Luis Francisco Leiva, estudiante de 6to año de la FCM, en colaboración con el doctor Pedro Eliseo Esteves.

Publicado el 27 DE JULIO DE 2015

La Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Cuyo (FCM-UNCUYO) ha organizado para el próximo mes las II Jornadas Nacionales de Humanidades en la Educación Médica con la finalidad de mejorar la formación integral de los profesionales de la salud.

La vida de René Favaloro, el Juramento Hipocrático, máximas como: “primum non nocere” (primero no dañar) y la importancia fundamental de una buena relación médico-paciente son las primeras vivencias que encontramos los que aspiramos a estudiar una carrera de la salud en la UNCUYO. Sin embargo, al avanzar hacia el título profesional se va desvaneciendo esa impronta idealista. Al parecer, la pérdida del entusiasmo altruista que acompaña el proceso de maduración de cada persona no esquiva al arte de curar. 

La generosidad y el humanismo enseñados prolijamente durante el ciclo básico, que abarca los tres primeros años de la carrera, se pierden progresivamente. Las causas de este fenómeno son múltiples. Como estudiante de medicina, creo poder explicar algunas de estas.

A partir del cuarto año de la carrera, las innovaciones incorporadas en cursos humanísticos como “Medicina, Hombre y Sociedad” y las tres partes del curso “Relación Médico-Paciente” dejan de tener vigencia. La currícula de nuestra casa de estudios fue modificada en 1996 en la búsqueda de una medicina menos teórica, más integrada, basada en el estudio de problemas concretos y con énfasis en la comunicación con el paciente. Algunos docentes del ciclo clínico, no consustanciados con estos cambios, siguen centrando la educación exclusivamente en el diagnóstico y tratamiento de la patología.

Los estudiantes descubrimos el “verdadero mundo” del sistema de salud y nos encontramos con que el discurso ha mutado. Conceptos como: "la empatía es fundamental" y "el respeto por el paciente debe existir siempre" son sustituidos por frases como: “la vesícula de la cama 4”, “el paciente de la habitación 210”, “no hagás medicina interna ni de familia, elegí algo que te dé plata”. Nosotros, algo aturdidos y no menos desorientados, comenzamos a olvidar lo que creíamos trascendente.

Otra etapa sorda para el cuidado humanístico es la residencia: esos son años de aprendizaje y trabajo intensivo en los que cada egresado se forma para especializarse y así encaminar el resto de su vida como profesional. Ante un régimen tan exigente, demandante y extenuante, el médico joven llega a conocer el lado más infrahumano de la medicina: jornadas laborales de 36 horas, derechos limitados, un trato a veces despectivo por parte de los superiores que, sin memoria, abusan del poder que detentan. Estas son algunas de las situaciones con las que se topan casi todos los médicos noveles en algún momento de su vida. Ellos nos confiesan: “¿Cómo es posible que podamos dedicarnos al bienestar del paciente si ni siquiera podemos estar bien con nosotros mismos?” Para explicar esto no hay razones sencillas. Los que ya lo vivieron lo justifican como un must do.

La labor del que ya es especialista no cambia demasiado. Muchos relatan sobre la falta de respeto y la competencia desleal entre pares, la mala retribución por parte de las obras sociales, la presión de la industria farmacéutica y las deudas por pagar. También nos cuentan del exceso de trabajo al que se somete el profesional para poder subsistir dignamente y los altos niveles de estrés que todo esto genera. Como resultado, el cuidado del paciente y su salud quedan en el último de los planos. Pero lo peor del caso, y que la bibliografía sobre el tema afirma, es que los médicos en estas situaciones pierden el sentido, la vocación y el entusiasmo por lo que alguna vez los apasionó. 

Es difícil saber qué fue primero: si la pérdida de la sensibilidad médica o la falta de consideración por parte de la sociedad hacia los profesionales de la salud. Para sostener la primera hipótesis, me aferro a los tiempos que vivimos. En un mundo materialista e individualista donde los valores se han licuado, este modelo de médico podría ser perfectamente uno de sus resultados.  

La segunda hipótesis la defiendo con la espada literaria. En “Un Médico Rural” (1919), Franz Kafka describe la visión que un pequeño pueblo tiene de su médico, que ha dedicado su vida a  la comunidad en la que vive. A pesar de esto, los ciudadanos poco se acuerdan de sus sacrificios y solo lo ven como un instrumento para curar. “Si no cura, mátenlo. Solo es un médico", corean al verlo pasar. El lector puede sacar sus propias conclusiones.

Las escuelas de medicina no esquivan esta problemática compleja. Muchos de los últimos Congresos de Educación Médica en Argentina (CAEM) han puesto como eje educativo al profesionalismo, que integra los conocimientos biomédicos con la buena comunicación, el altruismo y la ética.

A nuestra facultad le interesa sobremanera volver a centrar la medicina en el paciente sin abandonar una formación de excelencia en todo sentido. Es por eso que en conjunto con la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Tucumán y nuestro Hospital Universitario se han organizado las II Jornadas Nacionales de Humanidades en la Educación Médica. Estas se realizarán entre el 6 y el 8 de Agosto en la Facultad de Derecho y en el Hospital Universitario. El objetivo primordial es que del diálogo entre las humanidades y las ciencias médicas se llegue a una síntesis que beneficie tanto a los enfermos como a quienes tenemos la responsabilidad de curarlos.

Unamuno definió al enfermo como “un ser humano de carne y hueso que sufre, ama, piensa y sueña”. Sepamos esto nosotros, los que curamos, y nunca olvidemos que antes de médicos fuimos y seremos pacientes.

 

Luis Francisco Leiva, estudiante de 6to año de la FCM.

En colaboración con el doctor Pedro Eliseo Esteves.