Teatro mendocino actual

Modelos de producción.

Teatro mendocino actual

"La Felicidad", de Ariel Blasco. Foto: Compendio Luzmelia.

Ciencia y tecnología

Especial prácticas artísticas

Unidiversidad

Marina Sarale, Incihusa-Conicet

Publicado el 14 DE AGOSTO DE 2017

En los últimos diez años, en el teatro de Mendoza se producen cambios significativos en cuanto a las dinámicas de producción. Por un lado, es evidente la emergencia de dos fenómenos que han logrado instalarse y trazar un camino propio, como son la improvisación y la comedia musical, con espacios de formación, circulación y público afianzado. Por el otro, dentro del sistema que podría denominarse tradicional, mejor conocido como independiente, se advierte que ocurren modificaciones en los modos de producir obras. ¿De qué modo se presentan estos cambios? En principio, puede sostenerse que se hacen visibles a partir de las propuestas artísticas en sí mismas, pero también obedecen a rupturas con la tradición en cuanto a la conformación de los equipos de trabajo, a los modos de financiamiento, a las trayectorias singulares en la formación y a la relación con el sistema teatro.

A continuación se verá que la tradición referida dentro de la actividad es la que surge a partir de la relación Universidad-teatro independiente en la década de 1950. La creación de la Escuela Superior de Teatro de la UNCUYO bajo la dirección de Galina Tolmacheva y la consolidación de los grupos independientes confluyen en una forma de trabajo común, basada fundamentalmente en la ética de Stanislavski, fuertemente impartida por Tolmacheva y bien recibida por los independientes, que a su modo tenían una ética de trabajo similar, heredada de lo que fue el movimiento de teatro independiente fundado por Leónidas Barletta, en Buenos Aires, en la década de 1930.

Ambos tenían un enemigo común: el teatro comercial y sus productores, y una aspiración compartida: alcanzar el teatro de arte, esto es un arte refinado, lejos de las vanidades y los bajos instintos, lo más cercano posible al modelo que significó para la época el Teatro de Arte de Moscú, que dirigía Stanislavski.

Es importante señalar que este modelo se diseminó por el mundo, porque alcanzó el estatus de sistema y eso permitió una amplia divulgación. Una de las entradas más fuertes fue la Argentina y, desde luego, Mendoza. Excede la capacidad del artículo profundizar en este aspecto, pero sí se hará referencia a la ética.

En este contexto nacen Teatro de Cuyo, con los primeros egresados de la Escuela y dirigidos por Tolmacheva; El Teatro Experimental de Cuyo, La Nube, La Avispa, entre otros. El modelo de grupo o elenco estable es el formato más efectivo que encuentran los creadores para alcanzar estos objetivos. En ellos, un director coordina y desarrolla sus actividades de formación y creación dentro de alguna corriente estética determinada que lo distingue de otros grupos y, salvo excepciones hasta entrados los 60, bajo la supremacía de un texto teatral. Dicho modelo, sumado a la formación académica, se instala como forma de trabajo efectivo y persiste en la actualidad con variaciones, claro está, pero ya no como modelo supremo que garantice calidad artística.

A finales de los 90 se crea el Instituto Nacional del Teatro y, con él, un sistema de financiamiento tanto para grupos estables como para grupos no estables, o mejor conocidos como concertados (figura institucional dentro del INT), es decir, grupos que se reúnen en torno a un/a director/a o proyecto específico, que no tiene necesariamente continuidad ni aspira a constituirse como estable.

De acuerdo con los datos recolectados, en muchos de estos grupos eventuales varios de sus miembros no han pasado por la carrera de Teatro (en la actualidad Grupo de Carreras de Artes del Espectáculo), sino que estudian otra carrera o se forman vocacionalmente en la provincia o fuera de ella, en muchos casos con apoyos institucionales del Instituto Nacional del Teatro, el Fondo Nacional de las Artes o el Fondo Provincial de Cultura. Otros, sin embargo, se mueven entre los dos modelos, pertenecen a un grupo (y/o hacen la carrera de Teatro) y a la vez participan de un concertado. 

Entre varios ejemplos a señalar dentro de estos formatos no estables se encuentran las producciones de Ariel Blasco (Biónica, El vuelo del Dragón, Reflejos), Manuel García Migani (Mi humo al sol, Tus excesos y mi corazón atrapado en la noche), que es parte del elenco El Taller pero produce obras concertadas, o el caso singular de dos grupos estables, El Enko y Cajamarca, que reúnen parte de sus miembros en un proyecto común que da como resultado la obra Las palomas.

Se observa que en este esquema se ha dispersado la idea de las corrientes estéticas como sello identitario dentro de los grupos y se apuesta a la mixtura y al intercambio, al punto de que puede verse a un mismo actor o actriz en una comedia musical o una improvisación y al día siguiente en una obra de teatro independiente; se puede decir también que esto no hace declinar la calidad de las producciones.

Estas circunstancias, en alguna medida, configuran el mapa teatral mendocino actual, en el cual se distinguen dos modelos de producción vigentes: uno asociado al modelo tradicional basado en una ética dura, verticalista, asociada a la relación maestro-discípulo, que tuvo que resistir a sus propias lógicas para instalarse definitivamente dentro del esquema cultural local; otro, más desestructurado, en un contexto favorable, que le permite ser desobediente en sus búsquedas y que todavía plantea el desafío de dilucidar su ética o no-ética de trabajo.

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