Una invasión silenciosa

Los moluscos exóticos pueden causar problemas económicos, sociales y ecológicos, pero ofrecen oportunidades únicas para el estudio científico.

Una invasión silenciosa

Facultad de Ciencias Exactas y Naturales

Especial Moluscos

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Guido Prieto, becario de Prensa de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales

Publicado el 01 DE AGOSTO DE 2016

Los moluscos son animales blandos, babosos y generalmente lentos. Los más conocidos son los caracoles y babosas, que podemos encontrar en jardines y parques de las ciudades. Algunos moluscos son nativos (componentes naturales de los ecosistemas) pero otros son exóticos y pueden llegar a convertirse en invasores.

Una especie invasora es aquella que se establece exitosamente y se dispersa rápidamente en un lugar donde antes no existía. Las invasiones biológicas son un fenómeno a escala mundial, que cobra cada vez más relevancia por los problemas económicos, sociales y ecológicos que acarrea.

“Las especies invasoras generalmente están asociadas al hombre”, explica Federico Dell Agnola, doctor en Biología, becario postdoctoral de Conicet y docente de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Cuyo. Y detalla: “Las ciudades tienen un ecosistema y un microclima muy particulares que permiten que estos animales, que no pueden vivir en los ambientes naturales de los territorios invadidos, lo puedan hacer en las acequias y ambientes de jardín de las ciudades”.

La proliferación de medios de transporte y rutas comerciales que conectan regiones del mundo que antes estaban aisladas permite que estas especies invadan nuevos ambientes. En ocasiones, las especies invasoras son transportadas desde sus lugares nativos en el agua de lastre de los barcos o en la tierra de maceta de plantas para viveros. En esos casos se dice que su introducción es accidental, pero también puede ser intencional.

“Hay que evitar la dispersión estatal. Hay ejemplos, como el de la trucha, que realmente son una locura. Todavía hay gente que la sigue dispersando por motivos económicos, a pesar del daño que produce en los ecosistemas de agua dulce”, opina el investigador. Y amplía: “Con los moluscos, en otros países se han hecho experimentos ecológicos en los que se buscaba eliminar una especie invasora introduciendo otra que la depredara, pero se salieron de control. En estos casos, el remedio termina siendo peor que la enfermedad”.
 

Un invasor en el jardín

Es probable que el lector haya notado unos caracolitos cónicos en su jardín como el que ilustra esta nota. Se trata de Rumina decollata, una especie originaria de la cuenca del Mediterráneo que fue introducida en Buenos Aires a fines de los 80 y que llegó a Mendoza una década más tarde.

“Estos caracoles se alimentan de excremento de gato y perro”, revela Dell Agnola, “además de plantas de jardín y de otros caracoles”. Como resultado de este extraño hábito alimenticio, pueden infectarse con un gusano parásito. Si luego son devorados por gatos, los parásitos pasan a los felinos, lo que puede provocarles bronconeumonías. El ciclo se completa cuando los parásitos son eliminados con las heces e ingresan en un nuevo caracol. Aún no se han reportado casos en Mendoza pero sí en Buenos Aires.

El caso de Rumina decollata no es aislado, ya que en Argentina son más de veinte las especies de caracoles y babosas terrestres exóticas, varias de las cuales se encuentran en Mendoza, a las que debemos sumar otras numerosas especies de moluscos acuáticos.
 

Invasores ‘for export’

En su laboratorio, Dell Agnola estudia a Pomacea canaliculata, un caracol nativo de Argentina que es invasor en el sudeste asiático, Norteamérica y Hawaii. En Asia fue introducido para alimentación, pero rápidamente se dispersó y se transformó en invasor.

Su voracidad por las plantas de arroz supone un grave problema para la economía de países como China. Además es huésped de un gusano parásito que produce un tipo de meningitis en humanos, es decir, una inflamación de las membranas meninges que protegen el cerebro y la médula espinal en el ser humano.
 

Abordaje multidisciplinario del problema

Dados los problemas que ocasionan estas especies, cabe preguntarse qué se puede hacer para contrarrestar sus efectos nocivos. Según el experto, “se puede hacer un plan de manejo para tratar de frenar la expansión o adoptar medidas de erradicación. La erradicación está muy cuestionada y a veces es tan costosa o dificultosa que no tiene sentido. Pero en ciertas ocasiones, como cuando un invasor pone en peligro la biodiversidad nativa, conviene adoptarla”.

Las invasiones biológicas casi siempre son fenómenos complejos que exigen un abordaje amplio. “Siempre se deben hacer planes de manejo basados en estudios multidisciplinarios y específicos y en los cuales participen expertos que entiendan las problemáticas ecológicas, sociales y económicas”, advierte el investigador.
 

Oportunidades para la investigación

Existe otra mirada sobre esta problemática que consiste en entender a las invasiones biológicas como oportunidades únicas para la investigación. “Siempre es interesante saber por qué algunas especies son invasoras, porque evidentemente tienen un potencial que las otras no tienen”, reflexiona Dell Agnola. La biología de las invasiones es una disciplina que ha aportado una gran cantidad de información básica obtenida a partir de estos "experimentos naturales".

 

Por: Guido Prieto, becario de Prensa de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales