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Victoria Cisterna, becaria del Departamento de Comunicación de la Facultad de Educación Elemental y Especial - UNCUYO

Publicado el 06 DE SEPTIEMBRE DE 2016

Dentro del grupo de personas con discapacidad visual se reconocen dos tipos de personas: las que presentan ceguera, es decir que no presentan percepción de luz, en las que existe una ausencia de la función visual; y las personas con baja visión, que presentan una disminución de sus funciones visuales, incluso tras un tratamiento y/o corrección refractiva convencional, pero que usan su visión para planificar y ejecutar tareas. En ambos grupos, el núcleo familiar juega un rol importante para su desarrollo y funciona como un espacio de respuesta a numerosas necesidades sociales, atendiendo a la prevención de muchas situaciones problemáticas.

Mariela Farrando es profesora terapeuta en Deficientes Visuales y magíster en Educación Especial, y se desempeña como docente en el Profesorado en Discapacidad Visual, así como en la Tecnicatura en Interpretación de Lengua de Señas de la Facultad de Educación Elemental y Especial de la UNCUYO. En los próximos párrafos responde a algunas de nuestras inquietudes.

Cuando se habla de personas con discapacidad visual, suele mencionarse el concepto de “autonomía personal”. ¿En qué consiste? ¿Cómo se adquiere?

Las personas con discapacidad visual se encuentran en una situación desfavorable a la hora de adquirir competencias y habilidades de autonomía personal debido a la imposibilidad de aprender algunas conductas a través de la imitación. En el ámbito de la educación, podemos reconocer dos áreas de gran relevancia en el currículo específico de un estudiante con discapacidad visual: Habilidades de la Vida Diaria y Orientación y Movilidad. La primera es necesaria en cuanto a nivel de aprendizaje de conductas de higiene, alimentación, vestido, actividades domésticas y manejo del hogar, con el fin de responder a los requerimientos propios del ambiente según la edad de cada persona. En tanto que el aprendizaje de la Orientación y Movilidad va a permitir a las personas ciegas y con baja visión movilizarse con autonomía creciente, haciendo uso de un bastón (blanco para personas ciegas, verde para personas con baja visión) y poder organizar un recorrido planificando las rutas y haciendo las modificaciones necesarias para llegar a un destino deseado.

¿Cuáles son las necesidades educativas de las personas con discapacidad visual?

El término “necesidades educativas” ha caído en desuso. En la actualidad hablamos de configuraciones de apoyo específico para estudiantes con discapacidad. En el caso de la discapacidad visual estas configuraciones de apoyo responden a las formas en que la información se receptará e interpretará a través de los demás sentidos (visión, audición, olfato, gusto y se suma el movimiento para adquirir las relaciones espaciales); al conocimiento del espacio y las movilizaciones autónomas que pueda realizar el estudiante (previamente teniendo una representación mental del mismo y habiendo desarrollado la seguridad suficiente para moverse tanto en ambientes conocidos como no conocidos); y a la accesibilidad comunicativa (ya sea apropiándose del sistema Braille o de otros recursos tecnológicos para que tanto estudiantes ciegos como con baja visión, tengan oportunidad de manejar textos escritos sin limitaciones).

¿Se trabaja de manera coordinada entre las instituciones educativas y las familias de las personas con este tipo de discapacidad? ¿Cómo se articula? ¿Qué carencias o conflictos identifica?

Las instituciones dedicadas a la educación y/o rehabilitación de personas ciegas y con baja visión no son muchas en Mendoza. En general, los profesionales y los mismos usuarios asisten a varias al mismo tiempo, por lo que resulta más sencillo no superponer esfuerzos y conocer dónde se encuentra la mejor oferta para cada necesidad. Sin embargo, no ha podido realizarse una red de instituciones que trabajen mancomunadamente. El trabajo con las familias se hace imprescindible durante la infancia y la adolescencia a fin de propender a la generalización de los aprendizajes y la búsqueda de coherencia entre familia y escuela a favor de los estudiantes. Durante la edad adulta, se busca el empoderamiento de la persona con discapacidad y su autonomía en todos los ámbitos. Es necesario que los jóvenes y adultos con discapacidad visual reflejen su madurez con autogestión y pensamiento independiente, sin desconocer que la presencia de una red vincular familiar siempre es necesaria para un buen ajuste emocional y social.