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30 DE SEPTIEMBRE DE 2024
La izquierda se volcó en Francia para evitar “que todos terminemos como Grecia”. Rigor absoluto de las cuentas sin sueños.
La manifestación de ayer en París demostró que la izquierda histórica no se traga la píldora sin actuar. Foto web.
La Asamblea Nacional tiene que votar el martes 2 de octubre el Tratado sobre la Estabilidad, Coordinación y Gobernanza de Europa firmado por Sarkozy y Merkel. La izquierda se volcó para evitar “que todos terminemos como Grecia”.
En París, Francia, la izquierda de la izquierda recuperó ayer el mejor territorio de la protesta, la calle, para poner en tela de juicio el tratado presupuestario europeo que la socialdemocracia gobernante defiende con uñas y dientes. El ex candidato presidencial del Frente de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon, y otras sesenta organizaciones reunieron en París cerca de 80 mil personas en un acto de repudio al tratado presupuestario europeo y las políticas de ajuste que acarrea. Este texto, que desde el principio desembocó en un punto de fractura profundo entre las izquierdas, será presentado el martes en la Asamblea Nacional para el examen de su ratificación. Impuesto por los países del norte de Europa, con Alemania a la cabeza, el documento, también conocido como Tratado sobre la Estabilidad, Coordinación y Gobernanza de Europa, es una hoja de ruta donde las palabras “social”, “reactivación económica”, “crecimiento” o “desempleo” son las grandes ausentes. Lo que abunda son términos como “rigor financiero” o “disciplina presupuestaria”. Rigor absoluto de las cuentas sin sueños.
El presidente socialista francés, François Hollande, fue electo en mayo pasado con la promesa clave de renegociar ese tratado firmado en marzo de este año por su predecesor, Nicolas Sarkozy. Sin embargo, la renegociación se quedó en promesa y quienes en mayo de este año festejaron la victoria socialista bailando hasta el amanecer ahora salen en contra del presidente que eligieron porque respalda un texto que la izquierda radical y los ecologistas juzgan nocivo. Apenas electo, Hollande dijo que el destino de Europa no podía ser “la austeridad”. Una vez en el poder, la austeridad se hizo la regla de oro y el tratado el manual de instrucciones.
Hollande vio desfilar ayer a todo lo que está a la izquierda del Partido Socialista y se opone a un texto cuyos términos fueron aprobados por éste. El tema es un cuchillo filoso en la unidad de la izquierda. Sin rodeos, Mélenchon lanzó una sería advertencia al jefe de Estado: “Para él, el tratado era una formalidad, ya estaba arreglado. Y ahora va a tomar conciencia de que no, de que en Francia como en el resto de Europa hay una oposición estructurada a ese tratado y a las políticas de austeridad”.
Festiva pero comprometida, la manifestación de ayer demostró que la izquierda histórica no se traga la píldora sin actuar. “No hemos elegido a Hollande para esto”, decía Martin, un manifestante que en la Place d’Italie arrojaba bombas de pintura contra la vitrina de una compañía de seguros, ante la mirada indiferente del sólido cordón policial establecido en las inmediaciones. Los afiches, los carteles y las consignas respondían a una misma voz: “En Europa, en Francia, combatamos la finanza”, “No a la austeridad en Europa”, “Más dimensión social y menos financiera”. Varios carteles hacían incluso mención a quienes promovieron el tratado, o sea, a la canciller alemana Angela Merkel y al ex presidente francés Sarkozy, una pareja apodada “Merkozy”. En muchas pancartas podía leerse: “No al tratado de Merkozy”. En otros afiches la figura de Hollande era objeto de toda la ira. Uno de ellos decía: “Se busca a François Hollande para que rinda cuentas ante la democracia”.
Mélenchon y su estilo de tribuno político en cuyos discursos se mezclan citas a Antonio Machado, a Evo Morales, al poeta Louis Aragon, a Víctor Hugo o al presidente venezolano Hugo Chávez volvió a ganar la apuesta de la movilización y a liderar la corriente insumisa a los dictados de la Europa liberal. Mélenchon canaliza como nadie la bronca contra los mercados y un tratado que consagra la supremacía de lo financiero sobre lo social. La “rebelión cívica contra Europa y los mercados” que Mélenchon propuso durante la campaña electoral para las presidenciales de mayo y junio tuvo el domingo su primer despliegue.
Los líderes del Frente de Izquierda, el Nuevo Partido Anticapitalista, la asociación Attac o los sindicatos quieren que se lleve a cabo una consulta popular sobre el tratado. Sin embargo, el jefe del Estado cerró la puerta a esta iniciativa y la gente tiene ahora la impresión de que, una vez más, le vendieron un cuento electoral. “Soñamos durante la campaña con la renegociación de un texto cuya única finalidad es el sacrificio de lo social. Ahora estamos bien despiertos. Los socialistas nos engañaron con sus cantos de sirena. Están todos de acuerdo con el gran capital”, explicaba Jean-Pierre, un manifestante de 36 años, profesor en la educación nacional. “Con ese tratado las deudas las vamos a pagar nosotros y los beneficios se los van a llevar los bancos”, decía otro manifestante.
La gente mostraba este domingo la certeza de que, una vez que el texto sea ratificado, lo poco de social que queda en Europa pasará al cajón de los recuerdos. “Con socialistas o sin socialistas, el mundo seguirá igual: los pobres serán más pobres y los ricos, súper millonarios”, gritaba enfurecido otro manifestante. “A los socialistas no les queda más que el nombre. El PS y Hollande juegan para el sistema y no a favor de los pueblos”, explicaba Véronique, militante de la asociación Attac. Toda el ala izquierda del socialismo francés hace un juicio severo de estos cinco meses de gestión socialista. “De hecho, ha quedado demostrado que Hollande es un Sarkozy Bis”, decía Etienne, de 27 años, oriundo del sur de Francia y que vino a París especialmente para la manifestación.
La ilusión socialista duró poco. Hollande había provocado un terremoto cuando en plena campaña se pronunció a favor de la renegociación del texto. El no cumplimiento de esa promesa tuvo el efecto de crear otro terremoto. Para la gran mayoría de los manifestantes de la izquierda radical, el tratado y las obligaciones que impone a los Estados firmantes –25 de los 27 de la Unión Europea– constituyen un horizonte clarísimo: “Francia terminará pareciéndose a Grecia, Portugal y España. Ese es el destino que nos depara el nuevo tratado”, decía Fabrice, un técnico informático militante del NPA.
El discurso que circula a favor del tratado es más o menos el mismo que se escuchaba en Atenas durante la campaña para las legislativas de junio: vida o muerte. O sea, si el tratado no pasa se muere el euro y con él toda la construcción europea. El PS tiene mayoría propia para ratificar un texto al que también se oponen los ecologistas, la extrema derecha y los partidarios de la intervención del Estado como motor de desarrollo y crecimiento. El Tratado sobre la Estabilidad, Coordinación y Gobernanza de Europa ha generado varias rupturas. Los “nonistas” de la izquierda radical lo repudian, los socialdemócratas intervencionistas cierran filas detrás del premio Nobel de Economía, Paul Krugman, para quien el endeudamiento es menos peligroso que la recesión, mientras que en el seno del PS sólo el silencio impuesto por el aparato calla las discordancias.
Hollande optó por seguir a la jefa de la orquesta liberal, la canciller alemana Angela Merkel, la gran patrona devota de la austeridad y los tijeretazos al gasto público.
Fuente: Página 12.
Fuente: Página 12
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