Creativos a la derecha

Frente a las elecciones legislativas de octubre, las distintas fuerzas políticas ya despliegan sus campañas moldeadas a la medida del electorado que pretenden conquistar. Algunos de derecha o ultra derecha declarados apelan a consignas construidas a partir de prejuicios y falacias acerca de la realidad social.

Creativos a la derecha

Fotos: Leandro Fernández

Sociedad

Unidiversidad

Penélope Moro

Publicado el 11 DE JULIO DE 2013


Mano dura, derechos humanos como privilegios, aumento de la población carcelaria sin mayores argumentos, proponen desde sus afiches Daniel Cassia y Carlos Aguinaga, dos de los aspirantes por la Agrupación Peronismo Federal (peronismo disidente) y el Partido Demócrata, respectivamente, a ocupar una banca en el Congreso Nacional. El contrasentido es que un tercer candidato, Luis Rosales –de similar lineamiento político al primero y de la misma fuerza que el segundo–, impulse una campaña propangandística orientada a denunciar la "censura K".

Consignas fascistas, contradicciones y mensajes surgidos a través de la construcción meramente mediática de la realidad copan las pantallas y las fachadas mendocinas ¿En qué medida este tipo de campaña afecta el libre juego electoral que propone la democracia? ¿Existe violencia simbólica a través de propuestas que legitiman la desigualdad social? ¿Es lícito seducir electores instaurando un sentido ajeno a la realidad social y política? ¿Qué tipo de electorado puede sentirse representado por estos discursos?  ¿Hasta donde llega su eficacia? El comunicólogo y filósofo Omar Gais –docente de la Carrera de Comunicación Social de la UNCuyo– analiza los mecanismos propagandísticos desplegados por los tres principales candidatos a diputado nacional que presenta la derecha vernácula.

“No pueden analizarse de modo grupal; comunicacionalmente no es lo mismo agitar mano dura y exclusión que pretender imponer un proyecto político a través de la mentira”, considera el experto sobre las tres campañas seleccionadas. Ninguna es éticamente correcta y todas manejan, de una u otra manera, elementos de violencia simbólica, considera Gais, quien sugiere “no mezclarlas” en el análisis pero tampoco dejar de abordar sus puntos en común.

Coinciden en el destinatario, asegura. “Se dirigen a un electorado encapsulado, preformado, ya decantado, no tienen ninguna aspiración de abrir o ensanchar sus bases electorales”. Otro elemento común entre estas campañas es que no forman parte de la política. Al contrario, tienden a hacer pie en el discurso de la antipolítica, advierte: "La mejor muestra es la utilización que se hace de temas hiperexplotados en la sociedad, como el de la inseguridad".

¿A qué tipo de electorado se refiere?

A un sector de la sociedad argentina que consume las lecturas que ellos mismos crean de la realidad a través del trabajo mancomunado con los medios hegemónicos, por ejemplo el de la sensación de la extrema inseguridad, que tanto apego tiene entre la clase media y alta. La gravedad es que ese gesto que se cultiva en ocasiones incluye a los sectores populares, y se materializa a través del enojo de pobres contra otros pobres por pretender sentirse representados con discursos legitimados a nivel social. Aunque, más que de sectores populares, debemos hablar de individuos.

¿Cómo repercute esa forma de hacer política desde la “antipolítica” en pleno debate electoral?

Hasta el que se pronuncia “anti” hace política. En esa dirección, se debilita a la política como “técnica regia” pensada desde los griegos: la política como ordenadora social, la posición de la política en un sentido fuerte, visible, con objetivos explicitados claramente.

Estos afiches, al no inscribirse en ese circuito, limitadamente atentan contra esa dirección, que es la que se viene siguiendo en estos años de recuperación de Argentina y otros países latinoamericanos, con proyectos que tienen lineamientos objetivos y una historia de proyección que ya permite a muchos hablar de "década ganada".

Atentan contra la idea de política, ya no como subterfugio, sino de la política en sí. Al situarse al costado de la idea de política y trabajar sobre el discurso de la antipolítica, esconden también su proyecto: excluyente, chico, con privilegios. Ensucian el debate, lo debilitan.




El discurso reaccionario del candidato de Compromiso Federal es y ha sido la estrategia central de sus campañas para todos los cargos en que se ha postulado; esta vez a diputado nacional, pero en 2011 aspiró a la gobernación. El político insiste en su anhelo de anulación de las garantías consagradas constitucionalmente para las personas que presenten problemas con la ley, y mucho más: convertir a los derechos humanos en un reducto para pocos.

En la misma línea, el demócrata macrista Carlos Aguinaga plantea la “cárcel” como respuesta unívoca a los problemas provinciales. Se lo ha interpelado mediáticamente sobre el significado de su mensaje de campaña: “Ayudame a meterlos presos” y en su repuestas ha señalado a los “políticos corruptos”.  Sin embargo, el significado implícito impreso en sus gráficas callejeras encuentra eco en el tema de la inseguridad, limitado a la criminalización de la pobreza y siempre bien recibido en los sectores más conservadores de la sociedad mendocina. "Un juego de palabras con doble sentido, en todo caso", agrega el especialista.



“Claro que los afiches de Cassia y Aguinaga contienen elementos de violencia simbólica, evidentemente discriminatorios”, analiza Gais, para quien, desde el punto de vista jurídico, la campaña del candidato de los Rodríguez Saá en Mendoza “sería inmediatamente recusable, ya que la universalidad de los derechos humanos abarca a todos y todas.”

La misma estrategia electoral le valió al “abanderado de la mano dura” una denuncia en 2011 –cuando se postulaba a gobernador– por parte de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación ante el Instituto Nacional Contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI).

“Dicha propuesta electoral propone la inobservancia de la normativa internacional de los derechos humanos, incorporados por nuestra Carta Magna”, se trata de “expresiones que resultan inadmisibles, irresponsables y confusas para la población mendocina”, se detallaba por aquel entonces en la denuncia. También argumentaba la existencia de “expresiones discriminatorias” que violan “la normativa que rige la vida de los partidos políticos, tanto a nivel nacional como provincial”.

Ante la falta de resolución de INADI sobre el caso, Cassia redobla la apuesta dos años después, haciendo uso de las mismas consignas y desafiando a sus competidores, también seducidos por la mano dura, al presentarse ante los medios que le dan espacio como “el verdadero impulsor de la tolerancia cero en Mendoza”.


 
“El mensaje de Luis Rosales tendrá eficacia en un sector muy limitado por no verse correspondido con la realidad”, explica Gais en referencia al sentido “dictatorial” que pretende instalar el periodista mediante la utilización de sustantivos como “censura”, nada más alejado del momento político actual.

“Toda noticia en formación desde los medios de comunicación es una operación de construcción, pero la idea de `censura` ya no parece una construcción desde el punto de vista alternativo a otro, sino una mentira. Es algo que no existe en nuestra realidad política”, amplía el especialista. “Pero esa es una frontera muy porosa. Distinguir entre la manipulación inevitable entre la construcción de la noticia y la mentira es algo muy difícil de marcar".



En este sentido, el especialista explica que los creativos de Rosales no han ubicado su producto en el terreno de lo ilícito. “Nos guste o no, más allá de la falta de ética, es lícito. Ilógico, sí, porque expresan públicamente, en plena campaña electoral, la existencia de censura. Pero no es denunciable. Solo nos resta digerirlo y discutirlo con mejores argumentos”.



¿Cuál es la eficacia de estos modos de propaganda política?


No es posible ignorar el poder de los medios, y las campañas seleccionadas para este análisis dependen directamente de los montajes mediáticos, surgen de ellos. Pero no hay que entender al electorado como un ente completamente permeable a los discursos mediáticos más reaccionarios. Si hay políticas reales que llegan a la ciudadanía, esta queda en cierta medida protegida de lo que aparece en pantallas y papeles para generar sus propios criterios, partiendo de sus propias experiencias con la realidad. Estamos hablando de que en la actualidad las políticas sociales son importantes. Ese es el escudo protector más fuerte. Y, dentro del propio juego electoral, ante estas chicanas hay que seguir democráticamente presentando alternativas a las que ofrecen los grandes medios.

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