AL RESCATE DEL PATRIMONIO CULTURAL

Investigadores del Laboratorio de Paleoecología Humana llevaron a cabo una tarea de rescate patrimonial en el enterratorio de Godoy Cruz.

AL RESCATE DEL PATRIMONIO CULTURAL

Facultad de Ciencias Exactas y Naturales

Suplementos

Guido Prieto, becario de Prensa de la Facultad de Ciencias Exactas y Elementales

Publicado el 18 DE AGOSTO DE 2015

El hallazgo de un enterratorio de Godoy Cruz puso de manifiesto la relevancia de la preservación del patrimonio cultural para comprender nuestro pasado. Dialogamos con Ramiro Berberena y Alejandra Gasco, integrantes del equipo que trabajó en el rescate de los restos, acerca de la labor de preservación y revalorización cultural que lleva a cabo el Laboratorio de Paleoecología Humana (LPEH).

En julio, los medios de comunicación informaron sobre un descubrimiento poco usual: obreros desenterraron huesos humanos durante la construcción de un edificio en Godoy Cruz. En un principio se temió que se tratara de los restos de un crimen o de una fosa común de la dictadura militar, por lo que acudió al lugar la Policía y se abrió un expediente judicial.

A través de los medios, arqueólogos del LPEH se enteraron del hecho y acudieron para evaluar si los restos encontrados eran arqueológicos, presunción que luego fue confirmada. “Encontramos varios indicadores de que se trataba de restos arqueológicos”, comenta Berberena. “En primer lugar, no encontramos ningún elemento moderno: ni vestimenta, ni botones, ni tejido blando, ni pelo; nada de lo que uno podría encontrar asociado aún en restos de 50 o 60 años de antigüedad. En segundo lugar, la profundidad a la que se encontraron los restos, casi siete metros, dan otra señal. Y finalmente, un desgaste de los dientes muy avanzado en todos los individuos, sin importar la edad, que en general es muy propio de la alimentación con elementos abrasivos de los indígenas, e inusual en individuos occidentales”.

A medida que los investigadores trabajaban en el sitio, fueron surgiendo más y más esqueletos. “Resultó ser una estructura de entierro compleja, de ocho individuos de distintas edades, hombres y mujeres, y con evidencia de que se hizo un pozo para enterrar a los muertos: una estructura de entierro”, detalla Berberena. Además se encontraron caracolitos que serían marinos y debajo de los esqueletos, acomodados uno junto a otro, se encontró una especie de “cama” de guijarros negros. Cuando se preguntó al experto sobre la edad de los restos, contestó: “Voy a citar palabras de Víctor Durán, que es experto en arqueología de la zona. Estimamos una cronología en torno a 2000 años o menos, pero a su vez anterior a la llegada de los españoles y a la de los incas, en los últimos 500 años. O sea que los restos tienen una antigüedad entre 2000 y 500 años atrás. Y cabe pensar, por el punto en el espacio en el que está y por la cronología, que podrían ser antecesores de los huarpes”.

 

Qué dice la ley

La ley 25743 establece que los restos arqueológicos son propiedad cultural del Estado, incluso cuando se los encuentra en terrenos privados, y por lo tanto deben ser protegidos. Atendiendo a esto, el equipo del LPEH realizó lo que se conoce como “arqueología de rescate”, trabajando rápidamente para extraer y preservar los restos. Alejandra Gasco resaltó: “A veces los empresarios prefieren estar en infracción antes que reportar este tipo de descubrimiento, porque tienen la idea de que se detiene la obra por meses, pero no es así. Es importante destacar que cuando se hace arqueología de rescate no se para la obra, lo que se hace es trasladarla, trabajando en paralelo en otro sector. Hay casos en los que incluso se ha seguido trabajando en el mismo sector, arqueólogos y máquinas a la par”.

Berberena remarcó el significado del descubrimiento: “Este tipo de registro es muy inusual, sobre todo en el casco urbano de Mendoza. Es como un documento histórico, una ventana a la historia familiar, social y económica de quienes habitaban esta zona, porque a partir de esto nosotros podemos hacer estudios de qué enfermedades tenían, qué comían, si eran de esta zona o venían de otro lado, la característica de los cráneos, las causas de muerte, las costumbres, los ritos funerarios y la genética. Esto remarca lo valioso de que se haya preservado”.

El rescate en el enterratorio de Godoy Cruz es un ejemplo del trabajo que realizan los arqueólogos del LPEH. El laboratorio tiene un lugar físico en la FCEN pero trabaja en conjunto con otras instituciones de la Universidad, la provincia y la Nación. Cada miembro está enfocado en diferentes áreas de investigación que convergen en un objetivo común. “Nos define un acercamiento interdisciplinario, por eso es lógico que estemos en la FCEN, a pesar de proceder de las ciencias sociales. El objetivo es el estudio del pasado de las sociedades humanas y los ecosistemas, es decir, entender cómo afecta el ecosistema a los humanos y vice versa”.

Además de la mirada al pasado, el LPEH realiza tareas de extensión a la comunidad y divulgación del conocimiento a través del trabajo con ONGs, escuelas y municipios. De esa manera, se abren nuevas oportunidades de desarrollo comunitario. “En el marco de un proyecto Mauricio López trabajamos con una escuela en Barrancas en distintos temas vinculados al medioambiente y a la producción. Trabajamos con huertas orgánicas haciendo pruebas con cultivos autóctonos y en la recuperación de técnicas de alfarería”, nos contó Alejandra. Y reflexionó: “Mucha gente dice ‘a mí qué me importan los huarpes, yo no tengo nada que ver con ellos’ porque nos han hecho creer que no tenemos nada que ver con lo indígena, pero no es tan así, ni genética ni culturalmente. Nuestra cultura tiene mucho que ver con lo indígena, pero a veces eso está tapado o no se conoce. En ese sentido, nosotros aportamos a un proceso de redefinición de la identidad, ayudando a identificar qué es lo que nos da identidad para luego trabajarlo como un bien cultural y patrimonial”.

 

Por Guido Prieto, becario de Prensa de la Facultad de Ciencias Exactas y Elementales.