Bolivia y Brasil: golpismo y antidemocracia
Por Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.
Foto: Télam
Ya les salió mal una vez: dieron el golpe contra Evo, asonada civil con abierto apoyo militar. Practicaron represión, hubo dos matanzas sociales de decenas de ciudadanos. Perdieron igual: en menos de un año debieron dejar su (des)gobierno con Añez a la cabeza. Después fueron a elecciones de nuevo, y otra vez cayeron ampliamente frente al candidato del MAS.
Igual pretenden destituir al actual presidente Arce, elegido con clara ventaja en elecciones irreprochables. No tienen nada que alegar contra la legitimidad del gobierno. Y no sorprende que el alzamiento antiinstitucional se lance en Santa Cruz de la Sierra, como viene ocurriendo hace años: es la zona de mayor concentración de capitales en el país. Una vaga reivindicación sobre la fecha de realización del censo, ha servido para disparar el levantamiento: un hecho que carece de dimensión como para desembocar en tamaña postura.
Pero el pretexto es lo de menos: cuando hay voluntad destituyente, cualquier excusa puede servir. Recordemos que la acusación de “fraude” contra Evo no era porque se discutiera que el MAS había ganado, sino porque discutían si había ganado por un poco más o un poco menos de…10 puntos de ventaja!! O sea: estaba claro quién había ganado la elección. Pero como con el 10% de ventaja se discutía la posibilidad de segunda vuelta, llenaron el mundo con la aparatosa palabra “fraude”, como si no supieran que habían perdido ampliamente y de manera indudable.
En eso están ahora, repitiendo la maniobra. Antes fue el supuesto fraude, ahora la fecha del censo, el motivo es lo de menos. Fueron pioneros en el invento del “fraude”, que se traduce así: “cuando la derecha gana está todo bien, cuando pierde se denuncia fraude”. Y punto. Ya lo vimos con el papelón del Capitolio en EE.UU., ahora se repite con masas enardecidas en Brasil que no tienen argumentos, ni datos, ni pruebas, o siquiera indicios de que haya habido fraude. No importa: si perdemos decimos que fue fraude, y desconocemos el resultado. No en vano estas derechas son herederas del autoritarismo antidemocrático fascista.
El caso brasileño es insólito: como Macri también lanzó en algún momento, estamos ante la novedad derechista del “fraude anticipado”. Nada ha ocurrido ni hay indicio alguno en ese sentido, pero es una acusación preventiva: si llegamos a perder, desconoceremos el resultado. ¿Cómo? Alegando fraude. ¿Con qué argumentos? Con ninguno. Digamos cualquier cosa: que sabemos que somos más, que en la mesa en que votamos vimos cosas raras, que es imposible que hayamos perdido tantos votos en alguna localidad respecto a la elección anterior. Hay que inventar cualquier verdura, la cosa es podrir la situación. Eso es lo que vimos en las rutas brasileñas tras la elección, gente que ha sido engañada o que se autoengaña y sale a gritos a reclamar absurdos, ciudadanos indignados por haber perdido, no por ninguna trampa. Y que creen que la realidad debe asimilarse a sus caprichos y deseos, en la evidente pérdida de “principio de realidad” que advertimos en estos sectores de extrema derecha, que no han aprendido la elemental exigencia cultural de lo que significa un “no”.
Es que no ganaron. Pero no pueden aceptarlo. Cuando esto escribo aún no termina el escrutinio tras las elecciones de medio término en Estados Unidos: parece evidente que la “gran ola” republicana que había supuesto Trump, no ha ocurrido. El magnate hizo una fiesta con invitados para celebrar los resultados, y la comida se le atragantó: la fiesta no fue tal. Parece que la retrógrada decisión de la Corte Suprema (donde no faltan la diversidad de género ni la étnica) en contra del aborto, disparó reacciones contrarias. Perdieron los plebiscitos contra el aborto en varios Estados, con lo cual se nota que la sociedad estadounidense no es hoy tan manipulable como muchos creyeron. En la Corte Suprema de ese país -ganada por el virus de Suprema Corte inconfiable que se vive también en la Argentina- se tendrá que tomar nota del rechazo social que se ha ganado, y de cómo se ha ayudado a una menos mala performance electoral de los demócratas, a los cuales obviamente habían pretendido perjudicar.
No les va bien en los votos a las extremas derechas de América. Trump y Bolsonaro, máximos representantes de este sector, mantienen fuerza, pero no las tienen todas consigo. El brasileño, es el primer presidente que en su país quiere reelegirse y no puede. Trump, con guerra e inflación en su favor, hace una elección pareja contra un presidente de escasa popularidad. Ah, y le ha salido un competidor dentro de los republicanos, que quiere volver a los principios más auténticos de un partido ultraconservador pero no neofascista, que había respetado históricamente las instituciones a que Trump atropella sin pudor.
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