Cambio climático y Mendoza: por qué la acción por el clima es más que urgente

Los datos científicos revelan que la erosión de los ecosistemas es progresiva. Cuáles son las acciones que hay que tomar y lo que propone el ODS13.

Cambio climático y Mendoza: por qué la acción por el clima es más que urgente

Sociedad

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Publicado el 25 DE SEPTIEMBRE DE 2022

El cambio climático ya es una evidencia cotidiana tan palpable que no precisa de mega producciones hollywoodenses para estremecernos sobre las nefastas consecuencias que puede traer para la humanidad. El calentamiento global opera en diversas fases y regiones, y causa serios trastornos a los más diversos ecosistemas. 

Es tal la amenaza que supone la injerencia humana sobre el clima  que uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)  es precisamente concertar acciones a nivel global para frenar y retrasar los efectos de las emisiones de gases y otras prácticas contaminantes que han puesto en peligro de extinción a innumerables especies y comprometido el porvenir de la raza humana..

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible son 17 y fueron acordados en la Asamblea General de la ONU en 2015 con el fin de ser alcanzados en 2030. Son propuestas interconectadas para que los Estados y el sector privado logren erradicar el hambre y la pobreza, consolidar la salud y el bienestar, priorizar la educación y la igualdad de género, tener agua y energía limpias, trabajo decente, reducir la desigualdad, impulsar comunidades sostenibles e infraestructura innovadora, consumo responsable, cuidar el ecosistema submarino y terrestre, y consolidar la democracia.

El ODS número 13 es el que busca crear conciencia para diseñar políticas, estrategias y acciones públicas y privadas por el clima. Para la ONU, es urgente la necesidad de adoptar medidas para combatir el calentamiento global. Según registros oficiales, el 2019 fue el segundo año más caluroso de todos los tiempos y marcó el final de la década más calurosa (2010-2019) que se haya registrado jamás. Incluso, los niveles de dióxido de carbono (CO2) y de otros gases de efecto invernadero en la atmósfera aumentaron hasta niveles récord antes de la pandemia de Covid. Y se presume que a medida que la economía mundial retome su ritmo, las emisiones volverán a estar en su máximo potencial, con todo lo que ello implica.

El ODS 13 aspira a reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático manteniendo el aumento global de la temperatura durante este siglo muy por debajo de 2 grados Celsius con respecto a los niveles preindustriales. El acuerdo también aspira a reforzar la capacidad de los países para lidiar con los efectos del cambio climático mediante flujos financieros apropiados, un nuevo marco tecnológico y un marco de desarrollo de la capacidad mejorado.

Y aquí en Mendoza hace tiempo se instalaron claras señales de este deterioro ecológico que pone en riesgo a los oasis habitados de la provincia, las cuales se traducen en una crisis hídrica que parece no tener fin, sequías prolongadas que diezman los cultivos, deshielos que no alcanzan para alimentar los caudales de agua, entre otras consecuencias disruptivas.

En el caso de los glaciares provinciales, los bloques de hielo mendocinos atraviesan una progresiva erosión de su masa por lo que su tamaño se reduce con un consiguiente impacto negativo. "Esos cuerpos congelados son una reserva de agua que nos sirve cuando hay sequía o cuando aumenta la temperatura y alimentan a los ríos. Pero cuando los glaciares pierden su volumen, podemos tener poca agua en verano”, explicó el doctor en Ciencias Meteorológicas Vicente Barros, investigador superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.

Las sequías también degradan el ecosistema mendocino. Según el Departamento General de Irrigación, en 2022 la provincia registró la crisis hídrica más acentuada de los últimos 30 años. La oferta de agua es un 30% inferior al promedio histórico.  La región sur de la provincia es de las más afectadas, con un marcado deterioro de las zonas cultivables. También esto impacta negativamente en la generación de energía hidroeléctrica.

La agricultura mendocina tampoco se salva del brazo abrasador del cambio climático: “Los promedios anuales de las temperaturas en general van a aumentar", pronosticó el investigador del Conicet Juan Rivera para luego agregar que "se van a acortar los inviernos. Esto va a tener un impacto en la agricultura, porque el aumento de humedad en la llanura, combinado con el aumento de temperatura, puede generar tormentas más severas y más granizo. La vitivinicultura va a tener más humedad y, por ende, más enfermedades".

Los basurales a cielo abierto de Mendoza son otro foco contaminante que degrada el ecosistema. Aquellos son sitios donde se disponen residuos sólidos de forma indiscriminada, sin control de operación y con escasas medidas de protección ambiental. Incluso, la red ambientalista Oikos alertó hace tiempo sobre la magnitud alcanzada por dos basurales ubicados en plena zona metropolitana. Se trata de los vertederos de Puente de Hierro, en Guaymallén, y El Pozo, en Godoy Cruz, considerados  como “los más importantes del oeste argentino”.

Según un informe ambiental, en la provincia los basurales son casi todos a cielo abierto. En ellos muchas veces se prenden fuego y no sólo emiten dióxido de carbono sino también gases muy tóxicos. Cuando el 60% de los residuos, que es materia orgánica, empieza a descomponerse, emiten metano que se genera cuando los residuos se descomponen sin oxígeno, porque están tapados, y es 21 veces más severo que el dióxido de carbono.