¿Es bueno tomar agua con gas cuando entrenamos?
Hay una moda: tomar soda mientras se hace ejercicio, ¿por qué? Especialista en nutrición y deporte analizó que el debate no debería reducirse a con gas o sin gas, sino a algo más profundo: el estado de salud digestiva de cada persona, el tipo de actividad que realiza y la duración del esfuerzo.
El furor por el agua con gas crece en el mundo fitness, aunque especialistas recalcan que su impacto depende del cuerpo y el contexto de cada entrenamiento. Foto: Unidiversidad.
El agua con gas dejó de ser solo una acompañante de las comidas o un gesto de elegancia en la mesa. En los últimos meses empezó a aparecer en un nuevo escenario: antes, durante y después del entrenamiento. Botellas burbujeantes en los gimnasios, recomendaciones en redes sociales y notas virales con una misma promesa implícita: hidratarse “mejor” en el esfuerzo físico. La tendencia crece, pero también las dudas. ¿Es realmente una aliada para el organismo cuando nos ejercitamos o es una moda más, sostenida por el marketing y el efecto contagio del mundo fitness?
Especialista en nutrición y deporte advierte que el debate no debería reducirse a con gas o sin gas, sino a algo más profundo: el estado de salud digestiva de cada persona, el tipo de actividad que realiza y la duración del esfuerzo. El nutricionista Bruno Rodríguez, que también tiene un posgrado en nutrición deportiva, propone salir de las recetas virales y mirar la hidratación como un traje a medida. El agua con gas puede encajar en ese esquema, pero no es una fórmula mágica ni un villano silencioso: su impacto, insiste el especialista, depende del cuerpo que la toma y del contexto en el que se la consuma.
El agua con gas gana terreno en los gimnasios, pero advierten que no es una solución mágica para bajar de peso o para optimizar la recuperación. Foto: Unidiversidad.
Agua con gas versus agua común: qué cambia realmente
El primer punto para desinflar el debate es simple: desde el punto de vista nutricional, el agua con gas no es un producto radicalmente diferente al agua común. Rodríguez lo resume así: “La diferencia central entre el agua común y la soda o el agua con gas es el agregado de dióxido de carbono. No hay un nuevo nutriente, ni un cambio drástico en la composición básica del líquido”.
En personas sanas, sin antecedentes digestivos, ese gas no debería ser un problema. “Si el estómago y los intestinos funcionan bien y no hay enfermedades preexistentes, lo esperable es que el organismo tolere sin dificultades la presencia de burbujas”, afirmó.
¿Por qué entonces tanta repercusión? A Rodríguez le llamó la atención la velocidad con la que el tema se instaló: primero, una nota en medios de referencia internacionales como The New York Times; después, réplicas en portales de todo el mundo; finalmente, miles de posteos en redes sociales. Su “olfato” profesional lo llevó a sospechar que detrás de la moda podía haber algo más.
Planteó una hipótesis: que el agua con gas se esté usando como una forma de generar mayor sensación de saciedad y, de ese modo, controlar el apetito o prolongar los períodos sin comer. Es decir, un recurso más dentro de un abanico de estrategias restrictivas que muchas veces se visten de “tips saludables”. Por ahora, todo se mantiene en el terreno de las conjeturas. Lo único concreto es que, a nivel de composición, la diferencia con el agua tradicional es el gas y el cambio de sensación en la boca.
“Si se deja de lado la moda, el mensaje técnico es menos espectacular. El agua con gas, por sí sola, no convierte a nadie en mejor deportista ni es una solución mágica para bajar de peso o para optimizar la recuperación. Puede ser una alternativa más dentro del día, siempre que el cuerpo la tolere bien”, resaltó.
Depende del cuerpo y del deporte
La pregunta práctica que se hacen quienes se ejercitan es directa: ¿conviene tomar agua con gas antes, durante o después de entrenar? La respuesta de Rodríguez huye de los extremos: no hay un “sí” o “no” universal.
Su enfoque arranca casi como una pequeña entrevista con cada paciente. “Si alguien consulta por el agua con gas, lo primero que hay que saber es si ya la usó en contexto de ejercicio y cómo se sintió. Si la experiencia fue neutral —sin dolor, sin hinchazón, sin molestias—, no existiría razón de peso para prohibirla. En ese escenario, podría seguir formando parte de la hidratación diaria sin mayores dramas”, afirmó.
Pero el tipo de actividad física importa y mucho, dijo. En ejercicios con muchos rebotes y movimiento corporal —correr, jugar un partido de fútbol, hacer entrenamientos de impacto— el gas en el estómago puede ser un factor incómodo. “El constante sacudón del cuerpo favorece que algunas personas sientan pesadez, urgencia digestiva o malestar. Cualquiera que haya probado una bebida gaseosa antes de una carrera larga sabe que no suele ser una gran idea”.
Para esos casos, el nutricionista se mostró prudente y recomendó evitar agua con gas como bebida central. En cambio, ve con mejores ojos si alguien la quiere tomar en contextos donde el movimiento intestinal es menor y se hacen más pausas, como los entrenamientos de fuerza en gimnasio, trabajos de máquinas o rutinas de musculación. Ahí el riesgo de “revuelta digestiva” es mucho más bajo, aclaró.
“Más allá de las burbujas, el mensaje de base es claro: para la mayoría de las personas que realizan actividad física moderada —menos de una hora, intensidad media, entrenamiento recreativo— el pilar de la hidratación sigue siendo el agua segura, sin azúcar añadida ni agregados innecesarios. No hace falta sumar minerales extras ni bebidas funcionales si no se trata de esfuerzos prolongados o con alta exigencia”, aseguró.
En paralelo, el especialista insistió en mirar más allá de la botella:
- Cada persona es distinta. Un mismo consejo no aplica igual a quien camina 30 minutos que a quien corre dos horas.
- Lo ideal es acompañarse con un profesional de la nutrición y armar un plan alimentario e hídrico a medida, como si fuera un traje hecho especialmente para ese cuerpo, ese deporte y ese contexto.
- Aprovechar las frutas de estación es una estrategia sencilla y poderosa: aportan carbohidratos que ayudan a recomponer glucógeno, además de vitaminas, minerales y un alto porcentaje de agua que favorece la hidratación.
- Llevar botellas personales durante el día puede ser una herramienta simple para mejorar la ingesta de líquidos. Tener el agua a mano hace que sea más fácil tomar pequeños sorbos de forma constante.
- Evitar llegar al punto de sed extrema. “La sed es, en realidad, un síntoma de deshidratación. Lo saludable es prevenir esa instancia, no reaccionar cuando ya se siente la alarma del cuerpo”, advirtió.
El agua con gas puede incomodar en deportes de alto impacto. Foto: Unidiversidad.
Energizantes, electrolitos y otros mitos en la hidratación deportiva
El furor por el agua con gas convive con otra tendencia, detalló el nutricionista. El auge de bebidas energizantes, sueros, polvos con electrolitos y productos que prometen mejorar el rendimiento o acelerar la recuperación. Las góndolas, los avisos y los posteos en redes son parte de la misma lógica: vender la idea de que hidratarse solo con agua es algo incompleto.
“Si una persona sana consume un energizante de manera ocasional, un día puntual antes de entrenar, lo más probable es que no ocurra nada grave. Eso no significa que los energizantes sean productos inocuos para todo el mundo ni que puedan recomendarse de manera general”, remarcó. De hecho, el especialista recordó casos extremos, como el de un corredor mendocino que murió en Chile después de consumir un energizante antes de una prueba de larga distancia. “Episodios así son excepcionales, pero sirven para recordarnos que jugar con la combinación de alta exigencia física y estimulantes no es un tema menor”, dijo.
“En el deportista recreativo promedio, aquel que entrena uno o varios días a la semana, con intensidad moderada y sin competencias de larga duración, la ecuación es mucho más simple: la hidratación puede y debe sostenerse principalmente con agua. No hay necesidad real de agregar azúcares ni minerales extras; muchas veces, esos componentes terminan siendo más un negocio para las marcas que un beneficio concreto para la salud”, manifestó.
Otro mito generalizado, según el especialista, es la idea de que el agua no tiene electrolitos y que estos solo se pueden incorporar a través de sueros, bebidas deportivas o productos específicos. “El agua de consumo habitual, la de red potabilizada o la envasada, ya contiene sodio, cloro, calcio y otros minerales en pequeñas cantidades".
El panorama cambia cuando se pasa al terreno del alto rendimiento o de las pruebas muy largas, como maratones, ultra trails o competencias que duran varias horas. “En esos escenarios, la reposición de minerales y azúcares sí se vuelve crítica. El cuerpo pierde grandes volúmenes de líquido y electrolitos por el sudor, y el riesgo de descompensaciones o calambres aumenta. Para esos casos, las bebidas diseñadas específicamente para deportistas cumplen una función real y dejan de ser un plus opcional”, detalló y sumó: “Ahí la hidratación se planifica casi como una estrategia de carrera: se calculan volúmenes, se distribuyen los sorbos en distintos momentos del recorrido, se combinan líquidos con geles energéticos o alimentos de fácil digestión. Ya no se trata de elegir entre agua con gas o sin gas, sino de ajustar cada detalle al esfuerzo que se va a realizar”.
Rodríguez recordó que para la mayoría de los deportistas recreativos, la hidratación más efectiva sigue siendo simplemente el agua común. Foto: Unidiversidad.
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