El argentino que vigila el mundo de las pruebas nucleares: "Podemos detectar cualquier ensayo"

Guillermo Rocco, oriundo de San Juan, coordina proyectos de construcción, mantenimiento, presupuesto y ejecución de la red de 290 estaciones repartidas en el mundo que verifican que se cumpla el tratado que prohíbe los testeos nucleares. Aseguró a Télam-Confiar que ya es posible detectar "cualquier ensayo, sea en la tierra, subterráneo, en el agua o la atmósfera”.

El argentino que vigila el mundo de las pruebas nucleares: "Podemos detectar cualquier ensayo"

Guillermo Rocco es coordinador de Programas y Proyectos de la División del Sistema Internacional de Monitoreo (CTBTO)

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Publicado el 30 DE JUNIO DE 2023

"Podemos detectar cualquier ensayo, sea en la tierra, subterráneo, en el agua o la atmósfera", aseguró Guillermo Rocco, el geofísico especializado en terremotos, que nació a pocos kilómetros de la estación sísmica ubicada cerca de la localidad sanjuanina de Caucete, una de las ocho que aporta Argentina (en poco tiempo serán nueve, con una de Salta) a este sistema internacional de vigilancia.

Egresado de la Universidad Nacional de San Juan, con estudios de posgrado en Japón y una trayectoria profesional vinculada también a la industria del petróleo, desde 2021 es coordinador de Programas y Proyectos de la División del Sistema Internacional de Monitoreo dentro de la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBTO, por sus siglas en inglés) con sede en Viena. Esa agencia se encarga de supervisar el cumplimiento de un acuerdo firmado en 1996 que veta los ensayos nucleares, que, si bien todavía no tiene vigencia plena, ya que falta que sea ratificado por ocho países (China, Egipto, India, Irán, Israel, Corea del Norte, Pakistán y Estados Unidos), habilitó la construcción de esta red de monitoreo que usa tecnología sísmica, hidroacústica, infrasónica y de radionúclidos (partículas radiactivas).


Télam-Confiar: Algunas de las estaciones están en lugares lejanos, como la Antártida o Tristan da Cunha, una isla en el Atlántico Sur que es el lugar habitado más remoto del planeta ¿Cómo logran mantener el sistema?

Guillermo Rocco: Nuestros ingenieros son personas muy experimentadas en trabajar en lugares extremos. Van normalmente de a dos y tienen que viajar a veces dos o tres días para llegar a cierta estación muy remota, pero es un poco el atractivo también para estos profesionales técnicos a los que les gusta la aventura. Hemos tenido gente que sale con un plan de una semana y vuelve a las tres semanas porque, en el medio, pasaron un montón de cosas. Por otro lado, contamos con mucha gente local y países que conocen la zona, y eso es clave. Entonces, lo que hacemos es tratar de mantener a los operadores locales bien entrenados.

T-C: El 90 % del sistema de vigilancia ya está completo. ¿Esto ya brinda una cobertura mundial para detectar cualquier ensayo?

GR: Ya podemos detectar cualquier ensayo, sea en la tierra, subterráneo, en el agua o en la atmósfera. El diseño de esta red se pensó para que, sin llegar al 100 %, ya se pueda vigilar todo. La idea era hacer un sistema que detectara al menos una bomba de una potencia de aproximadamente un kilotón de TNT. Eso lo logramos, incluso, antes de llegar a este 90 %, porque el primer ensayo de Corea del Norte fue en 2006, cuando todavía estábamos cerca del 80 %, y fue detectado. A nadie le gusta observar estas cosas, pero fue un poco la prueba de que el sistema funciona.



T-C: Desde que se creó el tratado en 1996, hubo 10 ensayos nucleares, en comparación con más de 2000 en las cinco décadas previas, ¿esto quiere decir que igual funciona, pese a no tener vigencia plena?

GR: Sí, ese es el convencimiento que tenemos todos en el organismo. Por supuesto, empujamos para llegar a ese punto en el que el tratado entre en vigor, pero ya se evitó que los ejemplos de Corea del Norte se hayan propagado. Los números de testeos fueron casi eliminados, excepto estos pocos. Los países que están pensando en hacer un testeo saben que van a ser encontrados.

T-C: ¿No tienen algunas estaciones en zonas de conflicto, como Ucrania, que pueden verse afectadas?

GR: Sí, pasó ahora con Ucrania, particularmente en el comienzo del conflicto que afectó el norte de Kiev, que es justamente donde está ubicada una de nuestras estaciones. La estación no fue dañada en sí, pero, al parecer, el movimiento de vehículos pesados afectó algunos de los sensores. El problema grande en sí fue que los operadores que normalmente arreglarían eso no tenían acceso por falta de seguridad. La estación siguió funcionando bien, pero de los diez sensores que teníamos, tres dejaron de operar.

Una vez que los ucranianos volvieron a sacar la las tropas rusas de esa zona, ahí esta gente volvió y nosotros nos encargamos de ayudarlos remotamente, pero también hubo problemas con el suministro de electricidad, así que mandamos un generador eléctrico, más provisión de diesel y más cantidad de repuestos. No nos metemos en la cuestión política, obviamente, pero sí contribuimos en la parte técnica. Tenemos un conflicto similar, no tan grave, en el norte de África, en una zona complicada con el extremismo, que ven algo que parece caro y lo rompen o roban. No podemos mandar a nuestros técnicos por una cuestión de seguridad, entonces arreglamos con la gente local y vemos cómo los podemos ayudar, construyendo vallas o fortificaciones alrededor de la estación.

T-C: ¿Considera que Argentina es un país de avanzada en lo que respecta a ciencia y tecnología nuclear?

GR: El nivel de Argentina es reconocido a nivel mundial. La tecnología que el país produce y sus científicos son de muy alto nivel. El argentino, en general, es muy tenaz en función de resolver problemas. Particularmente, yo me crie en una etapa del país muy complicada, que te forzaba a buscar alternativas todo el tiempo desde muy chiquito, y eso en la vida te ayuda. La parte positiva de las crisis es que te ayudan a entender cómo reaccionar, a encontrar soluciones. Los problemas están ahí y a veces están fuera de tu control, y lo único que se puede hacer es tratar de buscar la solución. Y eso, en la parte profesional, ayuda muchísimo. Los profesionales argentinos somos tenaces, no nos damos por vencido fácilmente y siempre buscamos alternativas.

T-C: ¿Y cómo fue tu camino desde esa Argentina hasta llegar a CTBTO?

GR: Nací en la ciudad de Caucete. Como anécdota, es una coincidencia que en Caucete está la estación auxiliar número uno del sistema de CTBTO. Todas las estaciones están numeradas y Argentina tiene muchos números chicos porque son de las primeras. Esa que está en el Cerro de Pie es la Auxiliar Station número 1 (AS1). Me crié allí y fui a la Universidad Nacional de San Juan, donde estudié sismología.

Uno de mis profesores había estudiado en Japón y me motivó para hacer un posgrado allí, un país que tiene mucha tecnología sísmica y sufre problemas graves, como quedó evidenciado en el tsunami de 2011. El profesor de Japón al que le llegó mi aplicación a la beca, que terminó siendo mi tutor, había estado en San Juan para estudiar el terremoto de 1944, y al ver la solicitud de un muchacho de allí, la aceptó.

Después, mi parte laboral me llevó por muchos países: Gran Bretaña, Omán, Malasia, Estados Unidos y Países Bajos, pero siempre volvía de vacaciones a San Juan y mantuve un contacto con la gente de mi universidad. Con esa experiencia fue que pude aplicar aquí en el CTBTO y hace ya cinco años que estoy en Viena.

Fuente: Camil Straschnoy para Télam

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