El empleo informal en Mendoza, una tendencia que acentuó la pandemia
Ese fue el análisis de la socióloga Valentina Ledda, integrante del Instituto de Trabajo y Producción UNCUYO, sobre la base de las estadísticas oficiales.
Mujeres y jóvenes fueron los grupos más afectados por la falta de empleo. Foto: ilustrativa/Télam
La pandemia de la COVID-19 solo acentuó una tendencia que se repite hace años en Mendoza: la creación de empleo frágil o, dicho de otro modo, la dificultad de crear puestos de trabajo estables y de calidad. Ese fue el análisis que hizo, a partir de estadísticas oficiales, la socióloga e integrante del Instituto de Trabajo y Producción UNCUYO Valentina Ledda.
La becaria de Conicet informó a Unidiversidad que las estadísticas muestran que no se creó empleo genuino, formal, ni estable, y que se profundizó la pérdida del trabajo registrado.
La investigadora subrayó que las mujeres y las personas jóvenes son quienes más sufrieron más el impacto de esta falta de trabajo de calidad.
Hay 54 mil desocupados
El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) publicó a mediados de marzo la tasa de desempleo para el cuarto trimestre de 2020, que a nivel nacional se ubicó en el 11 %, lo que representó una baja de 0,8 puntos porcentuales respecto del tercer trimestre. Para Mendoza, esa tasa subió al 10,6 % (2,4 puntos porcentuales más elevado que el trimestre anterior), lo que significa que 54 mil personas están desocupadas en el Gran Mendoza, es decir que buscan trabajo activamente y no lo encuentran.
Pese a contar con estas estadísticas, Ledda hizo su análisis sobre la base de los resultados del trimestre anterior (el tercero de 2020), teniendo en cuenta que aún no está publicada la base de datos del último informe, material indispensable para hacer una radiografía profunda.
Las estadísticas del tercer trimestre mostraron una recuperación del empleo para el Gran Mendoza, ya que la tasa de desocupación bajó al 8 %, luego del 15 % al que trepó en el segundo trimestre, el momento más álgido de la primera ola de la pandemia.
Aquí, parte de la charla con la investigadora, que analizó la calidad del empleo, los sectores más afectados y las nuevas realidades del mundo laboral, como el teletrabajo.
Empleo no registrado
¿Cuál es su análisis respecto de los indicadores del tercer trimestre de 2020, que mostraron una mejoría para el Gran Mendoza?
Cuando procesamos esa base de datos, nos dimos cuenta de que esa mejora fue por generación de empleo informal, es decir, esa disminución que hubo en la tasa de desocupación del segundo trimestre al tercer trimestre fue por creación de empleo más frágil y no registrado. Si nosotros comparamos los asalariados con aportes jubilatorios, que son formales, con lo que no tienen aportes, que son los informales, vemos que los primeros disminuyeron, mientras los informales, si bien fueron los que más sufrieron en términos generales por tener un empleo más inestable, se recuperaron y en el tercer trimestre hubo casi 38 mil asalariados informales más, en comparación con el trimestre anterior.
¿La creación de empleo frágil tiene relación con los mecanismos que puso en marcha el Estado en medio de la crisis por la pandemia?
Nosotras estimamos que sí. Hubo muchos programas; en la Provincia, por ejemplo, el programa Enlace, cuya población objetivos son jóvenes, que sabemos que es en quienes impacta la tasa de desocupación, al igual que en las mujeres. Estos programas duraban cuatro meses, las formas de contratación eran como de prueba, donde el Estado pagaba la mitad de la remuneración y la empresa pagaba el resto, y juntos hacían un total de 7000 pesos por 20 horas semanales, que no llega a ser la mitad del salario mínimo. No tengo datos concretos sino que es más un análisis cualitativo de gente que participaba del programa. Había un compromiso de contratar gente, pero de 8 quedó 1 contratado finalmente en la empresa, entonces son trabajos que por un tiempo ayudan, no voy a decir que no porque es mejor que nada, pero ayudan de una manera precaria, inestable y con muy baja remuneración. No estamos creando empleo genuino, formal y estable, con seguridad social, con derechos laborales, pero te repito que eso se acentuó con la pandemia, porque es una tendencia que vemos hace muchos años en la Argentina: el aumento de estas estrategias de supervivencia, el empleo por cuenta propia, la economía popular, que son justamente trabajos que están por fuera de los derechos labores. Ahora se está viendo de qué manera se reconocen esos trabajos, como la recuperación de residuos urbanos, las tareas de cuidado en las comunidades, que son tareas socialmente importantes, entonces el Estado está pensando estrategias de mejora de estas situaciones, pero la verdad es que esas situaciones se generan porque no hay inserción en los sectores formales de la economía.
Usted marca la pérdida de empleo registrado. ¿Funcionaron los mecanismos que impedían los despidos?
Claramente, hubo mecanismos generados por el Gobierno nacional, como los ATP, los préstamos a tasa cero para los monotributistas, y hubo mucha inversión en Mendoza, aunque todavía no terminamos de procesar esos datos porque del ATP hubo siete rondas y recién han publicado cinco. No obstante, en Mendoza, el tema de la pérdida del empleo registrado se profundizó con la pandemia, pero es algo que ya veníamos observando, es decir, una cierta dificultad en generar este empleo de calidad y más estable. Los datos del Ministerio de Trabajo mostraron que en diciembre de 2020 Mendoza tenía 228 mil trabajadores privados formales, que son 13 mil trabajadores menos que para el mismo mes de diciembre de 2019. Entonces, si bien el impacto de la pandemia fue grande, la disminución del empleo privado registrado tiene que ver con las recesiones que teníamos antes de la pandemia: veníamos con una crisis económica y de tendencias hacia la desigualdad que la pandemia vino a profundizar. Todo lo que vemos malo como resultado de la pandemia son tendencias que ya se veían en 2019.
Las estadísticas nacionales mostraron un aumento del desempleo en el Gran Mendoza. ¿Cuál es su análisis?
El aumento de la tasa de desocupación en Mendoza tiene una explicación y es que más personas se incorporaron a la población económicamente activa, es decir que más personas volvieron al mercado de trabajo a buscar un empleo. Generalmente esto sucede con las mujeres, entre las que más se vio reducida la tasa de actividad, porque volvieron a lo que llamamos la inactividad, aunque en realidad esto esconde tareas de cuidado y domésticas. Vemos que esa tasa de desocupación que aumenta tiene que ver con que hay más presión sobre el mercado de trabajo, hay más gente que volvió a la actividad.
¿Cuál es su visión respecto de los sectores que mostraron alguna recuperación?
Este tema lo relaciono mucho con género; por ejemplo, empezamos a ver cierta recuperación económica en los últimos meses y se da en la industria y la construcción, que son actividades masculinizadas, donde el 90 % de los trabajadores son varones. A la vez, vemos que las actividades más afectadas por la pandemia son las feminizadas, como comercio, servicio doméstico, turismo. A la vez, hay sectores que, si bien tienen un alto porcentaje de empleo más estable, como salud y educación, también son actividades feminizadas que son las que más carga tuvieron con la pandemia, y esto no se ha correspondido con mejoras salariales o de condiciones de trabajo. Ahí vemos que las mujeres son las que más han sufrido, tanto por la desocupación como por estar ocupadas pero pertenecer a estos sectores que han tenido que sostener más el tiempo de pandemia.
Las estadísticas nacionales muestran una radiografía de los conglomerados urbanos, en nuestro caso, del Gran Mendoza. ¿Qué nos queda sin ver al dejar afuera a las zonas rurales?
Cuando analizamos datos para toda la provincia, trabajamos solo con el empleo privado registrado en el Informe Laboral que realiza el Instituto, pero entendemos que en la ruralidad hay una mayor tasa de informalidad; esto con base en estudios como la Encuesta de Condiciones de Vida que hace la Dirección de Estadísticas e investigaciones Económicas de Mendoza (DEIE), que es muy valiosa porque tiene en cuenta esta realidad. En estudios anteriores, vimos que en la ruralidad hay mayor tasa de informalidad y se dan otras formas de empleo que en la ciudad no vemos, como el trabajo familiar, el contratista de viña. Son otras figuras del mercado de trabajo que en lo urbano no existen, por eso es tan importante avanzar y contar con las bases de datos de los informes.
Una tendencia que se queda
¿Cuál su visión respecto del futuro del teletrabajo?
Esta es otra de las tendencias que ya existían en otras partes del mundo y la pandemia vino a instaurar de golpe en nuestras sociedades. Particularmente, creo que es una forma de trabajo para la cual ya tenemos una legislación, que en el corto plazo y con las restricciones que van a venir por el aumento de casos vamos a continuar y también creo que se va a quedar. No es aplicable a todas las actividades económicas, pero, sobre todo en las relacionadas con tecnologías del conocimiento, creo que continuará.
Pese a esta posibilidad, existen resistencias por parte de algunos empleadores.
No soy una especialista en el tema, pero es cierto que especialmente las estructuras estatales tienen esa visión del trabajo por hora y no por objetivos que va de la mano del teletrabajo.
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