El sueño de la lucidez genera espectadores

Con Lúcido, obra teatral escrita por Rafael Spregelburd, el espectador juega al desafío de construir su propia clave de lectura ante una realidad que no es más que un cúmulo de pistas depositadas en los sueños.

El sueño de la lucidez genera espectadores

Lúcido es considerada una de las obras teatrales más inteligentemente escritas en la dramaturgia argentina contemporánea. Foto gentileza.

Cultura

Unidiversidad

Eva Guevara

Publicado el 04 DE OCTUBRE DE 2012

Lucas y Lucrecia son dos hermanos que fueron sometidos a una intervención quirúrgica de alta complejidad y no se ven desde hace 15 años.  El tema es incómodo ya que hay una familia disfuncional en el medio y no es nada gracioso el planteo inicial consistente en la llegada de Lucrecia reclamando lo “que es suyo”, es decir, el riñón que le había donado a Lucas, cuando ella  apenas tenía 13 años y él era un niño de 10.  Sin embargo, a medida que la obra transcurre, todo el público se ríe. Sucede de manera espontánea y sin previo aviso: la clave de lectura de lo que sucede en el escenario es el humor, el absurdo,  la fruición de la que es capaz una buena comedia. Pero atención porque a esa  predisposición se le sumará la intriga, hay piezas que son materia de los sueños y están dentro de la historia. Es como un resto onírico diurno que funciona tal como la verdad o la realidad adentro del simulacro. Así, todo tiene el lugar que tiene que tener y poder significar algo. Por más disparatado que sea, plantear algún tipo de “lucidez” dentro del sueño.

La obra termina y es como haberse caído de la cama, un final tan inesperado del que brota una cruda realidad. En ese plano de la historia nada podrá ser ya mejorado, aunque sí se rescata la validez del mecanismo al que el espectador fue invitado y que constituye la  verdadera sustancia de la obra Lúcido.  La sensación final tiene más que ver con la vida que con el arte, como cuando uno ¡por fin! “le caen todas las fichas juntas”.

Lúcido es considerada una de las obras teatrales más inteligentemente escritas en la dramaturgia argentina contemporánea. Su puesta en escena en Mendoza fue posible gracias a Sacha Barrera Oro, director de la Comedia Municipal Cristóbal Arnold, que cumplió 10 años de existencia. Sacha no duda en afirmar que se trata de una obra  de excelencia, apasionante en cuanto al planteo de la perspectiva y muy destacable en tanto espectáculo.   

Ciertamente el espectáculo tuvo una recepción más que notable, tanto cuando se estrenó a sala llena en La Nave Cultural hasta su despedida el pasado 30 de septiembre en el Teatro Quintanilla, también a sala llena y en la apertura del XV Festival de Estrenos en Mendoza, como obra fuera de competencia. En el interín se concretaron decenas de funciones especiales, con charla incluida, para escuelas secundarias. El elenco de actores está formado por Marita Santos, Lucía Miremont, Diego Alejandro Ríos y Francisco Martín. Todos ellos encarnaron un gran trabajo coordinado por Sacha Barrera Oro, quien cerrando el ciclo Lúcido, habla sobre sus propias intenciones a la hora de abordar el proyecto: 

“Desde hace bastante tiempo intento que los lenguajes no queden puros, que se mezclen y jueguen, para que de ahí salga un mestizaje, algo rico. En esta obra vi un gran desafío cognitivo porque implica estar muy atento a dilucidar qué es verdad, qué es realidad, qué es fantasía, qué es sueño, y me parece que esa máquina de trabajo es mucho más que un simple poner en perspectiva. Es un desafío que consiste primero en entender el significado de signos que tienen que ver con  las luces que aparecen,  los cortes y los apagones, también con dilucidar la forma de los textos que deben decirse muy rápido para no exceder la hora y 40 minutos que dura la obra”, dice.

Pero hay más, según asegura el dramaturgo respecto a todo ese mecanismo: “Aquello no hace más que propiciar el poder dudar de la realidad. Yo en esto soy muy optimista, y creo que eso puede hacerse extensivo a la vida, es decir, ese ejercicio de atención que hace el espectador ante la escena teatral después puede hacerse en la vida, es cuestión de tener más ganas de dudar o al menos de estar más atento. No es un tema menor hoy frente a  los formatos enlatados que nos ofrecen los medios masivos, más que nada el cine y la televisión. De ellos tenemos que aprender el no comernos el formato o el medio completo, todo lo contrario, debemos comprender que hay una edición previa y que todo tiene intención, según el lugar desde el cual se edita”.

Algunos de los mecanismos de Lúcido funcionan como en el cine y, en cierto modo, la disposición de los espectadores es idéntica a la de los públicos que comúnmente se vuelcan a las butacas de la gran pantalla en plan “disfrutemos”.  Según Sacha Barrera Oro el planteo inicial era pensar en un público general, a lo que se agregó la iniciativa de la Universidad Nacional de Cuyo, para que también los jóvenes accedieran a la obra.

“Ahí se abrió un  interrogante, no sabíamos si los jóvenes iban a entrar a éste código o no, yo personalmente creí y confirmé afortunadamente que la gran mayoría sí entró. Y  no hablo de jóvenes de edad sino de una juventud que es apertura, tanto hacia las formas de cuestionamiento como al plano de lo artístico.  O sea jóvenes no tan jóvenes en edad,  que abren cinco ventanas de chat a la vez mientras dejan un video que está todo fragmentado, con lo cual cada vez más viven esta vida que es una edición constante y vertiginosa”, explica.

En clave de comedia

“Para hacer una historia fuerte, se precisa del humor. Es la única manera de construir el mecanismo, eso fue lo que pensó el autor, y si bien hay una situación cruel,  de no ser por el humor, la obra sería demasiado dura”, opina Sacha. Esta clave de humor recorre de punta a punta la reacción del público de las escuelas. Hablamos de los alumnos del último año de primaria que dejaron su estela de lucidez tan fresca como estridente: “Sintieron lo que todos, una emoción fuerte después que te cae la ficha. Pero los chicos de las escuelas fueron más allá, gritaron con los apagones, cosa que los grandes no harían aunque tengan esas mismas ganas, y después, se dieron al profundo silencio, estaban como shockeados pero no habían perdido la diversión que habían vivido, seguía ahí sin culpas, sin dudas es una reacción motivadora, donde no se han sentido subestimados y sí muy agradecidos por el impulso de querer ver más teatro”.    

Lúcido

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