El tributo de Braceli

El escritor presentó su último libro, editado por Ediunc, donde rescata a mujeres y varones esenciales para la vida cultural de Mendoza.

El tributo de Braceli

Cultura

Unidiversidad

Verónica Gordillo

Publicado el 17 DE OCTUBRE DE 2015

Rodolfo Braceli odia los homenajes por tardíos y oportunistas, porque intentan esconder la indiferencia de años y porque sus destinatarios suelen estar muertos o “para el chapiro”. Por eso, dejó en claro que su último libro, El hombre de harina y otros relatos agradecidos, no es un homenaje a nadie, sino un tributo a personas esenciales en el desenvolvimiento cultural de Mendoza, un libro donde conviven famosos e ignotos, un ejemplar indispensable para conocer y reconocer a varones y mujeres que, según el autor, hicieron más por la provincia que cien gobernadores.

Su desapego a los homenajes fue lo primero que el escritor y periodista dejó en claro ante el público que acudió a la presentación de su último trabajo, en el espacio cultural Julio Le Parc, donde se realizó la Feria del Libro.

El trabajo de Braceli fue el segundo título de la colección Literaturas de Ediunc, la editorial de la UNCUYO. Por eso, junto al escritor y periodista estuvieron el secretario de Extensión Universitaria, Julio Daher,  y Juan López, el editor de la colección, que arrancó con una reedición de Zama, de Antonio Di Benedetto y cuyo próximo título será Mundo Plop, del poeta Teny Alós.

López, escritor y corrector, se dedicó primero a los agradecimientos: al creador de Ediunc, René Gotthelf (quien estaba presente en la sala); al equipo de la editorial universitaria y a los artistas mendocinos y sus familiares, que cedieron sus obras para ilustran la colección. En el caso de Braceli, las palabras van de la mano de las ilustraciones de Sergio Sergi. Un lujo.

Después, López se dedicó sólo a Braceli. Recordó que conoció su obra cuando era corrector del desaparecido diario Hoy, donde el escritor publicaba una columna. Dijo que esperaba esos textos atípicos, que desafiaban lo establecido, pero que eran difíciles de corregir por la cantidad de signos de puntuación. Aseguró que al escritor lujanino también se puede llegar a través de su poesía o de sus entrevistas.

López también compartió su experiencia como editor de la última obra del periodista mendocino. Dijo que en los últimos doce meses aprendió mucho; especialmente, que la buena literatura siempre enseña, y destacó el encanto narrativo y la generosidad del autor.

Después fue el turno de Braceli, quien se asombró de que tanta gente invirtiera un viernes a la noche en escucharlo. Agradeció a la “banda” de la Ediunc y especialmente a López por su dedicación, y contó que el libro nació una noche en que ambos compartían un vinito oscuro. Dijo que el parto del libro fue instantáneo, pero que tardó décadas en escribir los textos, desde que aprendió a respirar en su casa de Luján de Cuyo.

 

Seres esenciales

Desde ese momento, Braceli y los seres esenciales fueron los protagonistas de la noche. Dijo que hay dos Mendozas: la conservadora, paqueta, pacata, fruncida, hipócrita, que produjo derechosos y fascistas; y la otra, soñadora, cordial, creadora, que produjo poetas, músicos, pintores, artistas. Dentro de este último grupo incluyó a los hombres y mujeres que forman parte de su libro.

El escritor seleccionó algunas de las historias de esas personas esenciales que están en su libro, famosos e ignotos, familiares y desconocidos. Sus palabras emocionaron a muchos de los presentes, porque estaban las esposas, los hijos, los amigos de aquellos “esenciales” que, en muchos casos, Mendoza olvidó injustamente.

Con maestría de contador habló sobre Juana Zarategui, su mamá, a la que describió como una persona cuyo carácter iba delante de sus pasos, que no era de rezar y que estaba  especialmente dotada para detectar a embusteros y falsos. También de Begonia, así sin apellido, la mujer que escribía y cuyo mayor acto de amor fue nunca publicar, porque pensaba que eso haría sentir muy solo a su marido, que no sabía leer ni escribir.

También habló de esenciales conocidos, aunque no bien reconocidos, según explicó. Su tributo fue para David Eisenchlas (la persona que más sabía de cine); Víctor  Legrotaglie (un extraordinario); Luis Quesada (un sabio); Ángel Bustelo y Mercedes Sosa (imprescindibles); Humberto Crimi (un enorme, olvidado); Nicolino Loche (quien derribó todas las leyes del boxeo); Jorge Bonnardel (un hombre bueno y enorme periodista que tenía el don de esuchar); Fabián Calle (el periodista más potente que conoció) y Néstor Walvino Vega (un poeta que luchaba contra el tiempo).

Braceli hizo una pausa e invitó al escenario a su amigo Pocho Sosa, que con su voz potente cantó dos temas de autoría del escritor: "Guardamos" y "Testamento". A los aplausos le siguieron más tributos: a Víctor Hugo Cúneo (gran lector, gran contador), a Antonio Di Benedetto (un novelista continental) y a Gildo D’Accurzio (el hombre más gravitante y decisivo en la historia cultural de Mendoza).

Para el final, Braceli dejó el tributo a Andrés Braceli Pastor, su padre, un hombre, según explicó, más bueno que el pan, lo que dio el título a su libro, El hombre de Harina. Un libro donde conviven personajes conocidos e ignotos, pero todos igual de esenciales para la vida cultural de Mendoza.

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