Gabriela Marzonetto, politóloga: “Las políticas sociales siguen siendo pensadas bajo la lógica de la familia tradicional, que ya no existe”

Marzonetto es hoy es una de las cientistas sociales más destacadas del país en el tema de los cuidados familiares. En 2019 recibió el premio a la mejor tesis del Mercosur con su trabajo sobre el diseño de las políticas de cuidado infantil en Argentina, Chile y Uruguay.

Gabriela Marzonetto, politóloga: "Las políticas sociales siguen siendo pensadas bajo la lógica de la familia tradicional, que ya no existe"

Foto: Prensa UNCUYO

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Leonardo Oliva

Publicado el 15 DE DICIEMBRE DE 2021

Gabriela Marzonetto es profesional, pero también madre de dos niños. En esa difícil tarea diaria de compensar trabajo y maternidad, comprendió cabalmente que las mujeres en la Argentina, y en gran parte de América Latina, llevan las de perder frente a los varones. Hoy es una de las cientistas sociales más destacadas del país en el tema de los cuidados familiares, tanto que en 2019 recibió el premio a la mejor tesis del Mercosur entre 192 propuestas con su trabajo sobre el diseño de las políticas de cuidado infantil en Argentina, Chile y Uruguay en el período 2005-2015, con la que coronó su doctorado en Ciencia Política.

Docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales e investigadora del Conicet, Marzonetto impulsa desde el feminismo la implementación de políticas públicas en el país que se adapten a las realidades familiares, sobre todo, al rol que tiene la mujer hoy como coproveedora a la par del varón. De esto y otros aspectos relacionados con la investigación en ciencias sociales habla en esta entrevista.

¿Cuáles son las desigualdades que existen en la Argentina respecto al cuidado infantil?

Son muchas porque el cuidado infantil está superfamiliarizado, en el sentido de que la mayoría de las responsabilidades del cuidado de los niños y las niñas pequeñas recae en las familias, y dentro de las familias, sobre las mujeres. Esto impacta sobre el bienestar de las mujeres y también de las familias en general, pero, además, a nivel social, porque estos cuidados generan un valor social, un valor económico que, si no se reconoce y es visibilizado, de alguna manera termina impactando sobre la calidad de vida en general de las personas.

¿Qué debería cambiar para revertir estas desigualdades?

Las responsabilidades de cuidado deberían ser, no solamente en la letra, sino también en la práctica, en la realidad, compartidas en las familias de manera equitativa entre varones y mujeres. A nivel general en la sociedad, tendría que tener un rol más fuerte el Estado, ofreciendo, generando servicios de cuidado para niños y niñas pequeñas, garantizando regulaciones a las personas que se dedican al trabajo de cuidado y doméstico de manera remunerada, como es el empleo doméstico específicamente, también garantizando licencias para el acompañamiento de los procesos de crianza, tanto para madres como para padres, no solamente en el momento del nacimiento, sino también a lo largo de toda la trayectoria de la infancia. Para eso tiene que estar presente el Estado, pero también el mercado, como las guarderías, los colegios privados…

Es decir que el mercado de trabajo debería garantizarle el acceso al cuidado de sus hijos a los trabajadores…

Hay que garantizarles a los padres y madres que puedan también llevar adelante su rol productivo, es decir, el rol en las familias de cuidadores de otras personas. Creo que es eso lo que se tiene que lograr, empezar a entender que el cuidado tiene un valor social y económico, y un valor emocional muy grande que va a afectar no solo en el momento en que uno recibe cuidados, sino también a lo largo de la trayectoria vital. Entonces, es algo que debería ser compartido entre Estado, familia, mercado y también la comunidad.

¿Cómo está la Argentina en este tema en el contexto mundial?

Son muchos países, muchos contextos, muchas realidades. Podríamos decir que Argentina está bastante relegada porque muchas de sus políticas sociales siguen siendo pensadas bajo la lógica de una familia tradicional que ya no existe como tal, una lógica en la que el varón era el proveedor fuerte, y la mujer, un ama de casa que se tenía que quedar a realizar estas tareas de cuidado en el hogar. Nos encontramos con la situación de que ya no existe más un proveedor: existe un doble proveedor en los hogares. Mujeres y varones salen a trabajar por igual, pero en las casas, esto no se condice, no hay dos personas siempre trabajando por igual en la crianza y en los cuidados de la familia.

Persiste cierto grado de “machismo”…

En la Argentina, estamos dentro de un paradigma maternalista porque todas las políticas públicas y la oferta en el mercado se articulan en torno a esta idea del varón proveedor y de la mujer que se tiene que encargar de los cuidados. No solo ocurre acá: en la región, está muy extendida esta visión maternalista por la que las mujeres son las principales responsables de estas tareas. Sin embargo, podemos ver luz al final del túnel: hay experiencias en América Latina, como el Sistema Nacional de Cuidados Integrados de Uruguay, que trata de incorporar a los varones a las tareas de cuidados a través de una serie de mecanismos y de políticas públicas, pero también con una presencia muy activa del Estado en su rol de regulador de varios de los servicios y como oferente de los servicios de cuidado, no solo para niños y niñas pequeñas, sino también para personas con algún tipo de dependencia severa a lo largo de su trayectoria de vida, como serían los centros de día para personas con alguna discapacidad o para personas adultas mayores.

¿A qué se debe que Argentina sea uno de los países líderes del movimiento feminista mundial?

Yo desconozco lo que pasa en Oriente, por eso no hablaría de cuestiones globales, sino de Occidente y de América Latina, donde somos vanguardistas del movimiento feminista. Creo que tiene que ver con algo cultural: tenemos un ethos un poco más combativo que en otros lugares, tenemos muy en claro dónde deberíamos tener derechos, y entonces sabemos saltar a defenderlos. Pero hay distintos feminismos, no podemos hablar de un solo feminismo monolítico.

Esto se vio mucho con debates como la violencia de género y el aborto. ¿Cuál cree que es el próximo tema que la agenda feminista debe hacer visible?

Yo sé que puedo sonar repetitiva, pero es la agenda de los cuidados. Ahora la han levantado las feministas, pero lo cierto es que siempre fue una lucha de las mujeres de clase trabajadora, que no siempre se encontraron representadas por el feminismo más purista. Ahora sí hay un reconocimiento mayor porque lo ha adoptado el feminismo, es un tema que está en la agenda de gobierno. 

¿Cómo fue que, viniendo de las Ciencias Políticas, llegó a especializarse en los cuidados familiares?

Es un camino largo en realidad, porque empezó en 2008, cuando hago un seminario sobre feminismo coordinado por Alejandra Ciriza. Yo ahí empiezo a ver cosas que no veía, como que me pongo esas gafas violetas. Empiezo a ver todo desde una perspectiva de género y me incorporo a pensar los problemas sociales desde el feminismo. Decido hacer mi tesis de licenciatura sobre la participación laboral de las mujeres en Mendoza y, cuando hago entrevistas, me encuentro con que la mayoría de las mujeres me cuentan que les cuesta muchísimo conciliar su vida laboral y su vida profesional. A partir de entonces empiezo a explorarlo de manera más profunda y, en el camino, paso a ser asistente de investigación de Corina Rodríguez Enríquez, una economista feminista que es una de las primeras en trabajar este tema en Argentina. Trabajo en esto para mi tesis de maestría, y luego, para mi tesis doctoral, busco ver en política comparada por qué en algunos países este tipo de políticas resultan exitosas, como Uruguay, y por qué en Argentina seguimos con un paradigma maternalista.

¿Qué tienen para aportar las ciencias sociales a este momento crítico de la Argentina?

Creo que tienen mucho. Tenemos una responsabilidad muy grande, que es devolver a la sociedad alternativas posibles para mejorar los caminos hacia un desarrollo más equitativo, más democrático, más justo e igualitario. Creo que eso es una responsabilidad que tenemos; primero, porque muchos de los que trabajamos en las ciencias sociales nos hemos formado en la educación pública, y segundo, porque nuestro rol es construir conocimiento informado, tratar de derribar prejuicios e intentar, a través de evidencia sostenible, encontrar cuáles son los problemas sociales y darles alternativas de respuesta. Yo no creo que tengamos todas las respuestas, pero podemos contribuir con los dirigentes y con quienes toman decisiones, con información pertinente y acabada sobre distintos escenarios para lograr, de alguna manera, la mejora social.