Hace 40 años que la UNCUYO forma a profesionales de la Comunicación con impronta democrática y solidaria

En este 2025 que ya finaliza, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales celebra cuatro décadas de la carrera de Comunicación Social. Luis Ábrego y Carlos Hernández, notables referentes que participaron en su creación, cuentan la apasionante historia transcurrida en los albores de la democracia recuperada.

Hace 40 años que la UNCUYO forma a profesionales de la Comunicación con impronta democrática y solidaria

Hace 40 años que la UNCUYO forma a profesionales de la Comunicación. Foto ilustrativa: Unidiversidad

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Publicado el 18 DE DICIEMBRE DE 2025

Han pasado cuarenta años, pero los recuerdos están frescos en la memoria de quienes fueron protagonistas del momento fundacional de la carrera de Comunicación Social en la UNCUYO. Fue en 1985 cuando un par de jóvenes estudiantes de Comunicación de la Universidad Maza llegaron hasta la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales para proponerle a su decano normalizador, Luis Triviño, crear la carrera en la universidad pública.

Aquellos jóvenes son hoy destacados periodistas y comunicadores de Mendoza, pero además, distinguidos profesores de la carrera. Por eso, fueron convocados por la Facultad, para que, con sus propias palabras, contaran el derrotero de una licenciatura que ya ha formado a centenares de nuevos periodistas y profesionales de la Comunicación Social.

Aquí su relato y sus perspectivas:

Contexto histórico

La trágica dictadura cívico-militar había cerrado la Escuela Superior de Comunicación Colectiva en abril de 1976. Tres años más tarde, la Universidad Juan Agustín Maza lanzó la Facultad de Periodismo, lo que posibilitó la continuidad de esos estudios a quienes habían visto cercenada su carrera y permitió a nuevos ingresantes seguir su vocación en la formación periodística.

Corría el año 1984, cuando el país transitaba una incipiente democracia recuperada que debía enfrentar fuertes adversidades para su consolidación y, a la vez, resultaba convocante para la ciudadanía que anhelaba un Estado de derecho en el marco del sistema republicano. “Con la democracia se cura, se come, se educa”, había sido el lema de campaña del presidente Raúl Alfonsín, al tiempo que recitaba el preámbulo de la Constitución.

El primer año del gobierno constitucional coincidió con el ingreso a la Facultad de Periodismo en la Universidad Juan Agustín Maza de la camada de estudiantes que, ya en democracia, portaba la idea germinal sobre la posibilidad de que la Universidad Nacional de Cuyo contuviera en su seno los estudios de la Comunicación.

Ya no era tan solo el periodismo en medios lo que los motivaba, sino un paradigma extensivo al ámbito institucional y a la comunicación comunitaria, en cualquier caso, basado en la interacción dialógica. Promover profesionales comprometidos con los procesos políticos y con la realidad social a modificar debía ser el encuadre formativo; la integración de la comunicación y la educación, a su vez, resultaba estratégica en la tarea de la construcción democrática.

Impronta de época

Una clara impronta de época vinculada con la restauración democrática y la recuperación de libertades públicas impulsaba el accionar de quienes pretendían una formación profesional y crítica, basada específicamente en la libertad de expresión, pilar de su futuro desempeño laboral. Con ese espíritu, una pequeña delegación asistió al Primer Congreso Nacional de Estudiantes de Comunicación Social, organizado por el Centro de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Ese encuentro y la relación entre pares pertenecientes a una decena de carreras que ya existían en todo el país confirmaron la necesidad de impulsar en Mendoza los estudios en el ámbito estatal.

El plenario final del Congreso, donde se expuso esa intención, tuvo como protagonistas a los estudiantes mendocinos Néstor Sampirisi, Luis Ábrego y Carlos Hernández, quienes lograron una votación unánime de adhesión nacional para crear la carrera de Comunicación Social en la UNCUYO. El documento aprobado sirvió de aval para la petición a las autoridades de la casa de estudios.

“De regreso en Mendoza, hablamos con nuestros compañeros de la Facultad de Periodismo sobre lo que habíamos tratado en Lomas de Zamora y sobre la necesidad de contactar a las autoridades de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales”, cuentan al unísono Hernández y Ábrego.

“Un apoyo fundamental fue el de nuestro profesor en la Maza, Alfredo Bisquert, con quien teníamos mucha afinidad por su conceptualización acerca de la comunicación, la educación y la democracia, y fue un puntal en el desarrollo del proyecto. Aun sin saber si lograríamos el cometido, él se integró a nuestra causa”, precisan.

Organización y participación estudiantil

Había llegado la hora de organizarse y Carlos Hernández resultaba electo presidente del Centro de Estudiantes en la Maza. Con ese cargo se presentó, acompañado por su recordado compañero de estudios Alejandro Parigi, a una audiencia con el decano normalizador de la Facultad de Ciencias Políticas, Luis Triviño. “Tardamos unos pocos minutos en convencerlo sobre nuestra idea. Por su reacción y comprensión de lo que estábamos gestando, me dejó la impresión de que estaba esperando desde siempre un proyecto semejante. Rápidamente sumó a la reunión que estábamos manteniendo a los secretarios de su gabinete, Alberto Cirigliano y Aldo Castro, y de allí surgió el diseño de la estrategia”, rememora Hernández.

Luis Triviño, decano normalizador de la FCPyS al retornar la democracia.Decano normalizador de la Facultad de Ciencias Políticas, Luis Triviño.

Luego de aquella fructífera primera reunión, había que poner manos a la obra en diversos frentes. Por un lado, se debía trabajar al interior de la Universidad en los consensos necesarios para conseguir el apoyo del rector normalizador, Isidoro Busquets, y de los representantes de los claustros en el Consejo Superior.

Fuera de la casa de estudios, era necesario lograr el beneplácito del ambiente periodístico profesional y de la esfera mediática. A la par, se debía trabajar en los aspectos académicos, el plan de estudios y la invitación a docentes que se seleccionarían a través de concursos de trámite abreviado, para atender una potencial matrícula que también se debía atraer.

Estrategia y resistencias

Por aquella época, la discusión pública en torno a la universidad de la democracia no solo alcanzaba a la normalización institucional, sino también a las carreras cerradas por la dictadura y a aquellas que, históricamente, no habían tenido inserción en la UNCUYO. En Mendoza, el ejemplo más significativo era Derecho, que, a la par de las gestiones por la apertura de Comunicación Social, también llevaba adelante su propia experiencia, que fructificó casi en simultáneo.

Los tiempos apremiaban y la juventud entusiasta comprendía que era ese el momento político, pues veían que se había abierto una ventana de oportunidad gracias a que las autoridades de la Facultad de Ciencias Políticas se habían mostrado predispuestas. En tanto, una inflación galopante truncaría las posibilidades de prosperar en los estudios superiores sin enseñanza gratuita, lo que fue un acicate más para promover la apertura en una universidad no arancelada.

Triviño era consciente de las limitaciones presupuestarias; ya preveía que algunas unidades académicas podrían armar un frente en rechazo a la creación de la carrera y que serían reactivas a compartir los fondos presupuestarios. No se equivocaba, ya que fue ese el argumento de quienes, a la postre, resistieron la iniciativa en el Consejo Superior.

Por entonces, y pese a los vientos de cambio, estaban quienes hacia el interior de la Universidad pretendían seguir con un esquema cerrado, que además aseguraba la distribución de los recursos entre los mismos actores, sin necesidad de nuevas demandas. También había una clara resistencia de sectores ideológicos vinculados al conservadurismo, afines a la dictadura recién replegada, que consideraban inconveniente la apertura de nuevas carreras, en particular la de Comunicación Social, a la que acusaban de instrumentarse para facilitar algo así como el “control social” de la población.

Créditos interfacultades y respaldo profesional

Como estrategia anticipatoria, Triviño pensó que la viabilidad de la aprobación del proyecto iría de la mano de un sistema de créditos de materias para aprovechar los recursos ya existentes en la Facultad y en otras unidades académicas, lo que requeriría una erogación relativamente menor en dotación docente para las materias específicas a crear. Con el tiempo, se pensaba, seguramente habría oportunidades de ir asignando mayor presupuesto a la flamante carrera para financiar un diseño curricular más orientado hacia las especialidades de la Comunicación.

 Los periodistas Carlos Hernández y Luis Ábrego.

El asesoramiento de Bisquert y las carreras de Comunicación que se dictaban en todo el país sirvieron de referencia para el plan de estudios y de fundamentos para la nueva licenciatura. En una competencia contra el tiempo, los estudiantes impulsores del proyecto y aspirantes a un nuevo recorrido no dejaron pasar un día sin abocarse de lleno al propósito. Así, en el verano de 1985, tipeaban con una máquina mecánica marca Olivetti todo el proyecto de la carrera que, entre sus objetivos y perfil profesional, postulaba el compromiso democrático y social, y los desafíos en un mundo signado por las “nuevas tecnologías”.

Simultáneamente, había que militar para conseguir la adhesión de todas las voluntades posibles y sortear los distintos obstáculos: “Logramos traer a Mendoza a la Mesa Nacional de Estudiantes de Comunicación Social (Menecs), que tenía representantes de todas las facultades, para darnos un espaldarazo. Sesionamos en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, y eso que todavía no éramos estudiantes y que nada nos garantizaba que se abriera la carrera. Ese también fue otro guiño de Triviño en favor del objetivo. Llamamos a conferencia de prensa y el apoyo estudiantil de todo el país salió publicado en algunos medios”, rememoran Ábrego y Hernández.

En la misma línea, se activaron contactos y vínculos con los sectores profesionales, tanto del Sindicato de Prensa como del Círculo de Periodistas de Mendoza, los que de manera pública y unánime ratificaron su adhesión y acompañamiento.

Mientras tanto, los impulsores del proyecto también militaban la creación de la carrera ante el Centro de Estudiantes de Ciencias Políticas y Sociales, gestionado por estudiantes identificados con el peronismo, y ante la Federación Universitaria de Cuyo, conducida por Franja Morada, brazo universitario de la Unión Cívica Radical. Cuando llegó la hora de las definiciones en el Consejo Superior, el presidente de la FUC (hoy FUCuyo), Néstor Navarro, argumentó a favor, como consejero estudiantil, al igual que su par Alfredo Cornejo (actual gobernador de Mendoza).

Los decanos normalizadores Luis Quesada, Elia Ana Zizzias y Rodolfo Muratorio Posse, miembros del Consejo Superior, fueron otros de los que expresaron cruciales apoyos, en un debate reñido y que resultaría en una votación ajustada.

Compromiso y apertura formal

Para entonces, mientras avanzaba 1985, los estudiantes de la Maza que habían impulsado este proyecto ya habían completado el cursado y rendido sus materias y, con el primer año aprobado, habían decidido dejar la facultad privada para esperar la apertura formal de la licenciatura en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. El futuro de sus estudios estaba jugado plenamente.

Valía la pena correr el riesgo. Una vez que se logró la aprobación, la Facultad estatal les abriría sus puertas, sin dilaciones, en agosto del mismo año. La decisión de inaugurar el ciclo lectivo en el segundo semestre, sin esperar a 1986, significaba un acto de reconocimiento al esfuerzo de los estudiantes que idearon y militaron el proyecto en la universidad pública: mediante el otorgamiento de las equivalencias plenas y pertinentes de las materias de primer año que tenían aprobadas, empezarían a cursar el segundo año sin perder tiempo.

La ordenanza correspondiente contemplaba a los primeros estudiantes provenientes de la Universidad Maza que se matricularon para dar el puntapié inicial al ciclo lectivo: Luis Ábrego, Fausto Alfonso, Carlos Brizuela, Nilda Castellano, Sonia Cerro, Orlando Ferraro, Marcelo Funes, Luis Gil, Carlos Hernández, María Laura Losciale, Salvador Moncada, Jorge Núñez, Alejandro Rotta, Cecilia Ruatta, Julio Rudman, Marcelo Torrez, Guillermo Tello, Rubén Valle, Laura Villegas, Antonia Virgillito y Gabriel Yebra. En esta nómina inicial quedaron incluidos los estudiantes que lograron la creación de la flamante carrera junto a otros alumnos de la UMAZA que, si bien no participaron de las gestiones, también apreciaron la oportunidad de integrarse a la UNCUYO.

Se han cumplido cuarenta años de la tarde del 7 de agosto de 1985 en que el Alfredo Bisquert dictaba la clase inaugural de la flamante Licenciatura en Comunicación Social, en un Aula Magna repleta, con gente de pie, donde el puñado de estudiantes que había impulsado la creación de la carrera decía presente para recibir el mensaje de su profesor acerca de la necesidad del estudio de la Comunicación: “Aquí, en este lugar del planeta llamado Mendoza, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo, comprometidos en un gran proyecto de independencia y de liberación nacional, comenzamos hoy a trabajar para consolidar, mediante la comunicación, una sociedad mejor, solidaria, democrática y participativa”, cerraba su exposición el maestro y profesor.

El aula colmada también contenía a ingresantes de primer año, con un importante interés en la flamante licenciatura, y a docentes de otras carreras que ya existían en la Facultad: Ciencias Políticas, Asistencia Social (más adelante transformada en Servicio Social y luego en Trabajo Social) y Sociología, recreada en la gestión de Luis Triviño, tras su cierre dispuesto por la dictadura.

Nueva etapa de la comunicación democrática

Arrancaba en ese momento una nueva etapa para la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, al igual que para los futuros planteles periodísticos de los medios, así como de los espacios institucionales y sociales donde se desempeñarían profesionales de la Comunicación.

En lo educativo, el compromiso estudiantil con el proceso reformista de la Universidad se ponía de manifiesto cada día, particularmente en Comunicación Social, carrera a la que había que fortalecer, teniendo en cuenta que se trataba de una formación en un área de conocimiento que no pertenecía al concierto de las más tradicionales, aunque se nutría de diferentes disciplinas de las Ciencias Sociales. La legitimación del campo profesional de cara a la sociedad también era un proceso en construcción que avanzó a pasos vertiginosos, como los cambios tecnológicos que se aceleraban.

“A poco de andar, organizamos un congreso nacional de estudiantes con delegaciones de todo el país y convocamos a importantes especialistas nacionales. Todo el tiempo armábamos talleres, cursos, seminarios, y traíamos a Mendoza a referentes de la comunicación. Contábamos con el apoyo y respeto de las autoridades y de profesores, con plena conciencia de que íbamos abriendo caminos. Así también hicimos las gestiones para recuperar los libros que habían pertenecido a la vieja Escuela de Periodismo y que habían sido ocultados en los sótanos de la Biblioteca San Martín para quedar a salvo de la dictadura”, cuentan Ábrego y Hérnández.

“El decano Daniel Peña (Triviño había sido electo rector de la UNCUYO) nos facilitó la camioneta de la Facultad y nosotros mismos cargamos las cajas con los libros que, desde entonces, están en nuestra Facultad. Ese acto significó una reparación simbólica muy fuerte, porque los textos habían sido parte de la formación de la Escuela de Comunicación Colectiva que dirigía el prestigioso profesor Daniel Prieto Castillo”, añaden ambos profesionales.

Desde 1985, con aquellos estudiantes pioneros cursando en la Facultad, más las nuevas camadas de ingresantes, se vivió un proceso revulsivo y constructivo en la UNCUYO. La participación estudiantil también era un signo de la época y de quienes comulgaban la comunicación horizontal desde el pensamiento crítico, por convicción y por necesidad. No se trataba de una lucha por manejar los hilos en la toma de decisiones, sino de vincular a la sociedad con todos los ámbitos institucionales y gubernamentales como garantía de la democracia participativa. Era la utopía de la época que nacía como respuesta a los años más oscuros y trágicos de la historia del país, y como reaseguro frente a las acechanzas que perduraban en la vida política.

Amenazas y ratificación del rumbo

Un convenio de la Facultad con los medios de comunicación posibilitó a los estudiantes realizar sus primeras prácticas periodísticas cuando en la Semana Santa de 1987 los sorprendía el levantamiento “carapintada”.

Fue un acontecimiento crítico para el sistema institucional que impulsó a la ciudadanía a volcarse a la Plaza de Mayo, y en Mendoza, a la Legislatura, para ofrecer resistencia ante la amenaza de los militares sediciosos. Carlos Hernández, testigo de ese momento crucial para el sostenimiento del Estado de derecho, relata la experiencia: “Éramos estudiantes de la carrera y, con mi compañero Marcelo Torrez, hacíamos un programa periodístico en la trasnoche de Radio Nacional, gracias a la confianza del entonces director, Raúl Marín, y del jefe periodístico, Alejandro 'Flaco' Gómez. Cuando llegaron las primeras noticias de la sublevación, decidimos mantener la transmisión radial de los acontecimientos en forma ininterrumpida durante toda la noche. Pusimos al aire todas las voces democráticas que quisieran expresarse, sin tener noción de cómo podría desencadenarse el levantamiento o si los acuartelamientos desembocarían en un golpe militar. Recibimos amenazas telefónicas, pero sabíamos que ese era nuestro lugar para defender la democracia recuperada. Ya por la mañana, se sumó el plantel profesional de la emisora, con la presencia de Marín y de Gómez, pero no nos movimos de la radio en esos días, hasta que Alfonsín expresó el mentado 'Felices Pascuas', una vez que los sediciosos habían depuesto su actitud”.

Marcelo Torrez, Hernández, Ábrego, Néstor Sampirisi y Rubén Valle

Torrez, Hernández, Ábrego, Sampirisi y Valle.

Ábrego también rememora aquellos acontecimientos: “Fue esa una de las tantas experiencias desafiantes en la reconstrucción de la República, mientras dábamos los primeros pasos en la carrera. Los años posteriores consolidarían el crecimiento de la carrera, reformaríamos los planes de estudios para incluir más materias específicas y se crearían talleres de práctica. Pronto las primeras camadas de graduados comenzaban a insertarse en los medios, a abrazar la vocación docente o a abrirse camino en el ámbito institucional, tanto privado como estatal”.

Fue una época en la que se sentía intensamente la ilusión de una vida en democracia, mientras maduraban los estudios de la Comunicación. Por entonces, se conjugaban una parte de la historia del país y los prolegómenos de la fundación de la carrera con sus protagonistas. Las páginas se han ido escribiendo año tras año y, junto a ellas, permanecen los relatos en primera persona que nos ofrecen testimonios fidedignos de sus orígenes y evolución, para ayudarnos a comprender un contexto de época y una porción del presente de la UNCUYO y de Mendoza.

Sin embargo, lo que puede tomarse como denominador de este proceso es la participación estudiantil, capaz de interpelar a las autoridades y de asumir la responsabilidad en la construcción de su futuro. También, el compromiso de sucesivas generaciones formadas con una impronta democrática y solidaria en la universidad pública.

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