La peor adicción es la indiferencia

La peor adicción es la indiferencia

Sociedad

Consumo Problemático

Unidiversidad

Jorge Fernández Rojas

Publicado el 05 DE JULIO DE 2015

¿Te acordás, hermano, qué tiempos aquellos...?

Eran todos hombres,

Más hombres los nuestros.

No se conocía coca ni morfina;

Los muchachos de antes

No usaban gomina....

 

La letra del tango “Viejos tiempos” tiene 89 años y aún es una referencia temporal para entender la historia del consumo de drogas entre nosotros y comprender la base del informe que presentamos en este trabajo periodístico de Edición U.

La razón para abordar este tópico presente y ampliamente difundido en nuestra sociedad apunta a despertar la conciencia de lo que hablamos, pero fundamentalmente que asimilemos las consecuencias que el problema produce.

Es decir, apuntamos a entender los porqués del consumo, los motivos de la actitud adictiva. Nuestra inquietud partió desde el momento en que la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCUYO puso en marcha el Observatorio de Problemáticas de Consumo.

Para comenzar a entender nuestro propósito en este despliegue periodístico es recomendable enfocar el asunto desde lo sociológico como lo propone la socióloga Graciela Cousinet, a cargo de la Secretaría de Bienestar de la UNCUYO. “El aumento del consumo de drogas se debe a que estas sociedades son cada vez menos contenedoras de sus componentes que es la misma gente”, postula a modo de introductorio.

La definición de consumo problemático se impone en este análisis: “Se habla de consumo problemático cuando una actividad adictiva afecta a las relaciones interpersonales, familiares y laborales. O sea, una dependencia que a la persona le genera dificultades en su vida cotidiana”, acota Cousinet.

La profesional, quien ratifica que es el alcohol la sustancia psicoactiva más consumida en la Historia, puntualiza que este tipo de drogas son las más problemáticas porque producen un cambio en la conciencia. Por supuesto, hay otras también difundidas según culturas como la marihuana, el pellote y la misma cocaína, el opio y el tabaco, sin dejar de desconocer las drogas sintéticas.

De acuerdo con esto, entonces, se puede decir que en estas sociedades egoístas aumenta cada vez más la incertidumbre sobre el futuro personal, a la par que hay cada vez menos proyección para los jóvenes, y que el hedonismo y la inmediatez son factores posmodernos que han contribuido a que se expanda el consumo de drogas ilegales y legales.

Para colmo, en estas sociedades egoístas, complejas e indiferentes, la prohibición del consumo ha producido más ilicitudes que beneficios sociales, de acuerdo con lo que sostienen los estudiosos como nuestra consultada.

El narcotráfico a gran escala es el ejemplo más reconocido. Desde ahí salen millones de dólares para financiar “narcoestados” donde se incluye el sostenimiento de guerras civiles y, cuando no, carcomer las estructuras institucionales con la corrupción.

También el consumo de drogas es una herramienta para someter a las víctimas de la trata de personas, uno de los flagelos más temidos. En este caso, las redes de esclavitud sexual hacen adictas a las niñas y mujeres secuestradas para someterlas indefinidamente, haciendo de la adicción un grillete invisible y doloroso.

Este combo de calamidades combinadas hace que el consumo haya alcanzado a la niñez. En definitiva, hemos comenzado a quemarles los cerebros a nuestros hijos. Las generaciones venideras ya son víctimas achicharradas desde temprano y eso es un daño irreparable desde el punto de vista vital. No pretendemos ser dramáticos, pero es necesario salir de la indiferencia colectiva. Esto está reflejado en las páginas siguientes de este informe. Ojalá sirva.

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