Las medidas redistribucionistas de Massa

Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.

Las medidas redistribucionistas de Massa

Foto: prensa AFIP

Sociedad

Otras Miradas

Publicado el 20 DE SEPTIEMBRE DE 2023

Es cierto que resulta un poco cómico ver al periodismo opositor –autodenominado “independiente”– haciendo cabriolas para decir que es malo que se baje el IVA a los más débiles en la pirámide de ingresos, o que se quite el impuesto a las ganancias a casi todos. “Sí, en lo inmediato es bueno, pero…”, balbucean con sospechosos argumentos de ocasión. Han perdido hace mucho algún afán por parecer creíbles: les basta con ser propagandistas.

Es cierto que la enorme batería de medidas del ministro tiene ocasión electoral. No es el macrismo el que pueda criticarlo: es lo que hizo Macri tras perder las PASO en 2019. Con una seria diferencia: para el peronismo, las medidas redistributivas están en su programa y su ADN; para Macri, en cambio, eran un agregado episódico contrario a sus posiciones. De cualquier modo, uno no conocía a Massa en estos afanes por lo popular y la justicia social.

Puede que la cohabitación del candidato con el kirchnerismo le haya insuflado una nueva intención hacia los sumergidos, pero, quizás, lo que mueve más es la necesidad del momento. Sin embargo, al margen de las intenciones del ministro/candidato, hay una realidad que pocos ven, y es que las medidas han llegado –quizá no todas, pero seguro que la mayoría– para fijar un hito hacia después de las elecciones. 

¿Por qué? Lo primero, porque ponen una vara alta. Muestran que son medidas que pueden tomarse. Que no es una fatalidad el impuesto a las ganancias, que el IVA es regresivo y podría eximirse de él a los más castigados. Que pueden otorgarse sumas fijas y bonos a quienes lo necesiten con urgencia, y que ello cabe hacerse a pesar de lo que refunfuña el Fondo Monetario, y del desequilibrio momentáneo que ello ocasione en las cuentas públicas.

Esto, por una parte. Por la otra, si Massa gana la elección, estará obligado a continuar buena parte de estas políticas: no se le perdonaría dejarlas de lado como un juego de momento electoral. Y además, las medidas encorsetan a los candidatos de derecha, que solo prometen ajuste, devaluación –con consiguiente aumento de la inflación– y trabajadores echados de los cargos estatales. Ahora le sumarían suspender programas que están aliviando a la población. Es decir: estas decisiones de mejora a los de abajo hacen menos fácil el acceso posterior a políticas de ajuste y de mayor privación.

Por supuesto, si Massa fuera presidente, estará obligado a renegociar condiciones con el Fondo Monetario y a reemplazar el agujero fiscal producido, con algunos impuestos y exigencias a los sectores más concentrados. De lo contrario, las medidas no serían sostenibles. De aquí a diciembre se puede mantener el esfuerzo, pero luego no será posible si no existen medidas compensatorias que, es cierto, han sido deslizadas por el equipo económico, como la exigencia de que los campos paguen impuesto inmobiliario, algunas transacciones comerciales eximidas incluyan sellos, el Poder Judicial pague impuesto a las ganancias para los que tienen altos ingresos y acciones de parecido talante.   

Lo cierto es que las medidas llegan más lejos de su vigencia inmediata, quizá al margen de la voluntad de Massa, que hasta ahora figura segundo en las encuestas y con posibilidades de llegar a un balotaje.

Más difícil se insinúa la situación para Bullrich: con un Macri que finge distracción, un Larreta enfurruñado por su derrota, un radicalismo agredido por los ataques a la educación pública lanzados por Milei y no respondidos desde JxC, una Carrió nada feliz con la candidata, todo va cuesta arriba. Ni hablar de que, ya ocupado el lugar de la extrema derecha por el candidato “minarquista”, se ha quedado sin lugar específico: sus sermones para llamar a la paz espiritual han resultado infructuosos y se llevaron a Kovadloff en el camino. Se ensayó con que hablara Melconian, pero este exageró su pretendida simpatía y nos hartó con su ejemplo “barrial” de los fideos sin tuco y el tuco sin fideos. Se corrió al espiritualismo y a Melconian del centro de escena, y ahora se ha vuelto a un antikirchnerismo ofensivo y primario, que desconoce que las preocupaciones de la población pasan hoy por otros carriles.

Milei se exhibe exultante por canales de TV y habla más de lo que puede discernir. Hay encuestas que dicen que ha detenido su crecimiento y que incluso habría bajado levemente: no sería raro, si se atiende a que muchos seguidores recién ahora se enteran de sus ideas, y a que ha dicho algunas cosas que no lo favorecen. El apoyo de Villarruel a la dictadura le va decididamente en contra, así como su cerrada defensa del sindicalista Barrionuevo. Decir que “el agua vale cero” y que si soy su dueño puedo contaminarla tampoco atrae voluntades. Pero, sin dudas, un amplio campo de personas decepcionadas y desinformadas cree que representa una vía de salida ante la angustia, y su estilo iconoclasta les resulta atractivo. De lo que implica liquidar los subsidios hacia el aumento desmedido de tarifas no toman nota.

Vamos entrando en la recta final preelectoral, mientras la semana que viene se juega la gubernatura de Mendoza: aquí, parece que ya la concentración del poder no será tanta. A nivel nacional, por cierto, la incertidumbre reina. La moneda está en el aire y la suerte no está echada.