Ley de medios: la hora de la palabra escrita

La batalla por la ley de medios no ha terminado. Es el turno de la democratización de la palabra escrita, resistida por los mismos poderes económicos que monopolizaron el espectro audiovisual durante décadas. AReCIA, un colectivo que reúne publicaciones autogestivas de todo el país, levanta la bandera de la causa a través de la creación y la militancia del proyecto de Ley de Fomento de Revistas Culturales Independientes y Autogestionadas, que  espera por su sanción. Su presidente, Daniel Badenes, brinda detalles de la iniciativa y las expectativas sobre su tratamiento.

Ley de medios: la hora de la palabra escrita

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Cultura

Unidiversidad

Penélope Moro

Publicado el 29 DE NOVIEMBRE DE 2013


Desde mayo pasado espera su tratamiento en el Congreso nacional el proyecto que completará el cambio de paradigma comunicacional iniciado por la conquistada Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Se trata de la Ley de Fomento de Revistas Culturales Independientes y Autogestionadas, debatida y trabajada durante más de cuatro años por lxs comunicadorxs que integran la Asociación de Revistas Culturales Independientes de Argentina (AReCIA), ante la situación de emergencia que atraviesa el sector avasallado por los mismos oligopolios que hasta hace poco tiempo detentaban el espectro audiovisual.

“La comunicación es un derecho y un deseo porque cada revista, cada editor, cada persona, carga con una voz irreemplazable e imparable”, sostiene en su letra la iniciativa que impulsa el colectivo conformado por más de 250 publicaciones autogestivas, para sumar la palabra escrita a la democratización de la comunicación audiovisual, y así provocar una transformación cultural íntegra.

Las revistas culturales, autofinanciadas, trabajadas de manera comunitaria y cooperativa, asumen en la diaria importantes riesgos de desaparecer ante el avance de las empresas multimediáticas que dominan
el mercado de la prensa escrita. Desde la compra del papel hasta el sistema de distribución y comercialización está cooptado por sólo dos empresas que actúan asociadamente: Clarín y La Nación. Ante este panorama, AReCIA elaboró la iniciativa que promueve que se declare “patrimonio cultural argentino” al sector de revistas culturales, a las que entiende como “empresas sociales” de comunicación, de “producción independiente y autogestiva”, definición que excluye de los beneficios previstos a colectivos vinculados con grupos económicos nacionales o extranjeros.

También propone la creación de un fideicomiso para nutrir a las publicaciones de subsidio y crédito, a tasas blandas y en el mayor plazo de pago posible, además de una serie de beneficios que incluyen la exención del IVA en toda la cadena de producción, del impuesto a las Ganancias y los derechos de exportación e importación

Daniel Badenes, el presidente de la organización social y periodista de la revista autogestiva
La Pulseada, analiza la importancia y el impacto que esta legislación depara para la producción de comunicación cultural social en Argentina.

¿Qué función cumplen las revistas culturales autogestivas en la cultura y la sociedad argentina?

Las revistas culturales son espacios de expresión y, como tales, hoy están expresando la diversidad cultural de nuestras comunidades en todo el país. Aportan distintas voces, distintas miradas, distintos contenidos y distintas estéticas. A diferencia de las publicaciones comerciales, no venden mercancías ni venden silencios. Hablan sin restricciones.

Detrás de lo que solemos llamar revistas culturales suele haber grupos de jóvenes movilizados, organizaciones sociales, centros culturales, cooperativas de trabajadores, editores con vocación por lo que hacen. Desde ese lugar tan genuino es que se producen revistas, en gráfica y en Internet, que hablan de diversos temas: del cuerpo, de artes visuales, de política, de cine, de música, de problemáticas de la niñez y la adolescencia, y mucho más.

¿Cuál es la situación del sector de las revistas culturales en la actualidad?


Hay buenas y malas noticias. Podríamos decir que es una situación de crecimiento, porque cada año descubrimos que somos más y el hecho de organizarnos para trabajar en conjunto nuestras inquietudes y necesidades, nos fortalece. Por otra parte, es una situación de gran debilidad porque las revistas están cada vez más amenazadas por las prácticas monopólicas y extorsivas de las corporaciones.

Un ejemplo concreto: recientemente, grandes empresas como La Nación y Clarín renovaron sus estrategias para dominar el mercado de la prensa gráfica. Avanzaron en dos planos. Uno: empezaron a editar revistas, para compensar la caída en las ventas de diarios. Dos: se metieron en el control de la distribución y comercialización con maniobras extorsivas, que las revistas de la ciudad de Buenos Aires están sufriendo duramente. Y no solo las revistas: también los trabajadores del sector, como los canillitas, porque unilteralmente decidieron una quita de 11 puntos en el porcentaje de venta que le corresponde a los canillitas. Así, entonces, mientras las revistas culturales independientes respetan el 33 por ciento que está fijado por ley, hoy las revistas editadas por La Nación y Clarín le imponen el 22 por ciento.

¿Por qué Argentina aún carece de una legislación que regule la producción autogestiva de los medios gráficos? ¿Qué intereses la resisten?

Por las mismas razones que durante casi tres décadas tuvo vigencia una ley nefasta que regulaba la radio y la televisión, heredada de la dictadura, aun cuando existieron en ese tiempo más de 50 proyectos para reformarla. La resistencia de las corporaciones, que se hicieron cada vez más fuertes en los años de neoliberalismo.

Además, estamos hablando de un cambio cultural, de un cambio de paradigma. Durante mucho tiempo se repitió una mentira de origen liberal que dice que "la mejor ley de prensa es la que no existe". De un tiempo a esta parte, la sociedad ha tomado conciencia de la necesidad de regular a los medios, de intervenir con políticas que garanticen la pluralidad de voces. Porque en estructuras sociales desiguales, si dejamos todo al libre albedrío, la libertad de expresión se convierte en una libertad de lujo. Una libertad que solo pueden ejercer aquellos que tienen dinero y poder. No es así: el derecho a la comunicación es un derecho humano y es para todos. Entonces tenemos que garantizarlo con políticas regulatorias, con políticas distributivas.


La Garganta Poderosa es una de las más de 250 revistas culturales que impulsa la iniciativa.

Finalmente Arecia consiguió este año que el proyecto ingresara al Congreso. ¿Cómo se ha trabajado hasta el momento? ¿Cuáles son las expectativas con respecto a su tratamiento legislativo para el 2014?

Esperamos que la ley sea un hecho en 2014, sin dilaciones. Nos hubiera gustado festejar esa conquista este año, pero la verdad, los tiempos legislativos no siempre son los del empuje que muestran los editores de las revistas organizados, ni mucho menos los tiempos de la necesidad que nos moviliza a impulsar esta ley.

La ley se presentó en mayo de este año y tuvimos avances: nos hemos estado reuniendo con distintos legisladores y asesores, mejorando el proyecto y sumando apoyos. Las últimas reuniones fueron para trabajar técnicamente aspectos económicos de la ley, que son los que aborda la Comisión de Presupuesto y Hacienda. El año se acaba y tendremos que retomar las conversaciones en el próximo período legislativo, con parte de las cámaras renovadas. Pero tenemos un proyecto con estado parlamentario que es cada vez más conocido y cosecha más apoyos, dentro y fuera del ámbito legislativo.

También este año, mediante AReCIA, llegó a la Legislatura porteña el proyecto de Ley de Promoción de la Producción Independiente y Autogestiva de Comunicación Cultural por Medios Gráficos y de Internet. ¿Cuál es la diferencia entre las dos propuestas?


El espíritu es el mismo: resguardar, ayudar a multiplicarse y fortalecerse a las revistas culturales autogestionadas, ya sean las centenares existentes actualmente como las que puedan surgir en el futuro, porque no estamos hablando de una ley "para nosotros", sino de una herramienta que permita dar lugar a otra voces, algunas de la cuales hoy quizá no están pudiendo expresarse. La diferencia entre los proyectos es la diferencia de los instrumentos que están a la mano de un Estado nacional y los que pertenecen a un Estado provincial. Varían cuestiones impositivas, estrategias de promoción y demás, en función de un mismo objetivo: fomentar la producción autogestiva e independiente de comunicación, porque entendemos que de esa forma estamos fortaleciendo la democracia.

¿Es posible soñar con la efectivización de un cambio de paradigma comunicacional en Argentina a partir de la suma de la LSCA con la Ley de Fomento a las Revistas Culturales Independientes?


Sí. Las dos leyes son parte de ese cambio de paradigma del que estamos hablando. Hace un tiempo decíamos que la ley de revistas culturales era "la otra pata de la ley de medios", una herramienta que viene a completar un camino que abrió la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. De eso se trata. Y eso implica cambiar cabezas, no solo leyes.

Cuando se fustigaba a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, recuerdo que Jorge Lanata dijo una imbecilidad enorme pero con mucho arraigo en la sociedad: se preguntaba "quién va a escuchar la radio de los wichis". Ahí está el punto. ¿Quién va a escuchar la radio de los wichis? Los wichis. Y está muy bien. De eso estamos hablando: de que cada grupo tenga derecho a expresarse, aunque no sea "negocio" en términos de una lógica capitalista que todo el tiempo busca la maximización de la ganancia. Estamos hablando de comunicación, no de lucro. En eso, las revistas culturales tenemos mucha historia para contar. Hay revistas que llevan más de 20 años y sobrevivieron por la fidelidad de los lectores. Es una historia similar a la que cuentan las radios comunitarias, que fueron la voz de sus pueblos durante años, aunque la ley las consideraba ilegales, truchas, piratas. Bueno, desde esas tribunas se resistió el vaciamiento del país. Ahora queremos cambiar las reglas de juego, cambiar el paradigma.

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