Baryshnikov: "El arte nos hace mejores personas"

Efímera pero no por eso menos intensa, la visita a la provincia de quien es apreciado como el mejor bailarín entre sus contemporáneos, Mikhail Baryshnikov, quedó en la historia de los doscientos estudiantes de danzas que asistieron al Teatro Independencia para preguntarle lo desconocido, escuchar sus experiencias, o simplemente admirar de cerca su imagen viva.

Baryshnikov: "El arte nos hace mejores personas"

Especiales

Penélope Moro - Fotos: Axel Lloret

Publicado el 21 DE AGOSTO DE 2014


"No siento que me haya retirado del ballet profesional, sino que cambié las formas de hacer arte y danza. Hoy me dedico al teatro, al cine y a otras formas de baile más experimentales. Seguiré bailando hasta que el cuerpo me lo permita”, expresó al inicio de su charla con los estudiantes Mikhail, seguramente anticipándose a las preguntas que acostumbra a responder por todo el mundo, donde siempre resulta “invitado de honor”. 


A esta altura, Misha –como le gusta que le llamen hasta quienes no lo conocen directamente, aclaró– ha sido premiado con tres Honoris causa. El primero de parte de la New York University en 2006; la Shenanadoah University le otorgó el segundo al año siguiente, y el último llegó en 2011 a cargo de la Monclaire Satetw University. Cabe señalar que estos son solo algunos de los galardones que se le han otorgado por su talento. 

"La vida sin arte sería tediosa e inhumana", remarcó para despejar dudas de que, si bien en los últimos años su dinamismo lo ha llevado a recorrer otros caminos vinculados a lo empresarial –impulsa una marca de perfumes con su apellido y una línea de ropa artística, el interior y el exterior de su persona no terminan nunca de bucear por la profundidad de las artes. 


Hoy son la fotografía, el cine, la televisión, las artes visuales. En el corazón de Nueva York, donde se instaló de manera definitiva a partir de los 90, dirige el Centro de Artes donde confluyen todas las disciplinas a las que subyace su felicidad: “El arte nos hace mejores personas, nos da una libertad para actuar y pensar”, expresó el septuagenario portante de una belleza única e integral, manifestada desde el más ínfimo de sus movimientos.


Antes había formado parte estable de los ballets centrales de Canadá y Londres, luego de su partida cuasi definitiva de la ex-Unión Soviética en 1974, donde si bien se forjó artística y humanamente, no ha querido visitar con asiduidad.


Con una humildad y una modestia que sorprendió al puñado de mendocinos que tuvo la oportunidad de compartir un par de horas con el artista letón, desde el escenario mayor de la provincia, Misha manifestó su emoción por encontrarse rodeado de un semillero de bailarines latinoamericanos. 


Así, se reconoció como “incapaz” de dar consejos: “Creo que cada persona es única y tiene objetivos propios. Sólo les digo que si desean algo con fuerza trabajen en ello, no se dejen abatir por los fracasos, aprendan de ellos y sean seres más espirituales, ustedes mismos son su propio público”. Solo a ese manojo de sugerencias se limitó el coreógrafo, para luego relatar historias de sus viajes y giras artísticas.



El ministro de Turismo, Javier Espina, y la ministra de Cultura, Marizul Ibáñez, fueron los anfitriones del bailarín ruso en el Independencia.

Se trató de la primera visita del artista a Mendoza. Pero la fugacidad de su presencia la volvió aún más atractiva, pues luego de dialogar con los bailarines en el Independencia recorrió bodegas en los parejas más representativos de la provincia. 

Dijo sentirse muy emocionado de estar en Argentina, país al que admira por su “riqueza cultural”. En este sentido, recordó que parte de su formación lleva la marca nacional, ya que Baryshnikov creció escuchando y bailando tango, emulando las artes escénicas de Carlos Gardel y leyendo cuentos de Borges, según comentó a los jóvenes.


“Lo que aprendí de la Argentina fue una puerta para mi conocimiento acerca de América Latina", confesó, y señaló que Estados Unidos debería seguir el ejemplo de la educación pública y de calidad de este país, especialmente con referencia a la formación artística.

Un enorme pequeño

Nacido en Letonia en 1948, comenzó a bailar a los 9 años en el Ballet de la Ópera de Riga. En 1966 se unió al Ballet Kirov de Leningrado, donde hizo su debut profesional como solista en “Giselle”.

 El bailarín se caracterizó por su baja estatura, a la que acompañó de una inmensa capacidad interpretativa. Así, los críticos lo consideran “un bailarín de libro de texto con una perfecta técnica”.

Artista multifacético, se encuentra en la Argentina presentado su último trabajo como actor: The Old Woman, junto a Willem Dafoe en el Teatro Ópera. Es una obra teatral que cuenta con la dirección de Robert Wilson y que ya ha sido aclamada por la crítica en París y Nueva York.

Su pronto virtuosismo lo llevó a relacionarse con los más destacados coreógrafos rusos de los 70, quienes se trasformaron en su pasaje de ida al mundo. En 1974 partió de Leningrado para ya no regresar de forma estable a su país natal. Desde ese momento se integró a los grupos artísticos de Toronto y Londres, para luego culminar en Estados Unidos.

El cambio más importante en su vida profesional se registró tras la decisión de abandonar el ballet, al que cambió por la danza moderna al fundar White Oak Dance Project, una compañía de la que fue director artístico desde 1990 hasta 2002. Dos años después abrió su Centro de las Artes en Nueva York: hoy es su eje, “lo que me mantiene vivo, danzante, artista”, reconoció. 

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