“La fuerza de los hechos y los límites de la teoría. Categorías, formas y prácticas políticas en América Latina en las últimas décadas” es un proyecto que contiene los aspectos relevantes de la realidad socio-política latinoamericana. Apenas una muestra en esta nota, de un buceo histórico y complejo.
“La fuerza de los hechos y los límites de
la teoría. Categorías, formas y prácticas políticas en América Latina en las
últimas décadas” es un proyecto subsidiado por la Secretaría de Ciencia, Técnica y
Posgrado; en el que se analizan los aspectos relevantes de la
realidad socio-política latinoamericana en las últimas décadas, con la clara
convicción de que la construcción teórica y la práctica socio-histórica están
inherentemente vinculadas. Amelia Barreda, investigadora y docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, coordina este proyecto.
¿Cuál es el punto de partida de la investigación?
La
idea a través de esta investigación es poder pensar la teoría política no en
abstracto, sino concretamente a través de cómo los procesos socio-políticos la
afectan o no y, en este sentido, la necesidad de actualizarla. La necesidad de
la actualización deriva de la predominancia en la ciencia política de una matriz empírico-analítica.
¿Qué significa que la matriz dominante en ciencia
política sea empírico-analítica?
Es
una matriz que se organiza con aportes del conductismo y del neopositivismo en
la academia norteamericana y que va a influir fuertemente para que las
lecturas, las miradas acerca del Estado, la democracia y los movimientos
sociales de Latinoamérica, se hagan desde una fuerte impronta
eurocéntrica y anglosajona. Desde
esta perspectiva, la teoría es solo subsidiaria y la observación, la
cuantificación, la elaboración de modelos, es lo predominante.
¿Qué implica leer procesos en clave latinoamericana?
En
primer lugar, no significa reemplazar una matriz eurocéntrica por otra latinocéntrica.
En gran medida nos hemos conformado en esa matriz y no podemos negarla. Básicamente, lo que nosotros intentamos hacer
es retomar la idea de “traducción” de José Carlos Mariátegui y de todo el
pensamiento crítico, que implica hacer un ejercicio de resignificación de las
categorías que conocemos para poder entender América Latina con mayor
pertinencia. Este es nuestro tema central. Para
ello, revisamos la tradición de pensamiento crítico latinoamericano, que fue
colocada en el lugar del mero ensayo (para diferenciarlo de “las ciencias” que
usan el método, la recolección de datos, la estadística).
Cuando
nos metimos en el análisis de este pensamiento nos encontramos con una
tradición riquísima, con insumos desde la sociología, con nombres como los de
Florestán Fernandes, Orlando Fals Borda, Pablo González Casanova, Aníbal
Quijano; y desde la filosofía, con Arturo Roig, Enrique Dussel, Franz
Hinkelammert, entre tantos/as otros/as.
Ahí
confluye el pensamiento que trató y trata de abordar(nos) críticamente desde
las coordenadas históricas latinoamericanas, es decir, que intenta rescatar “la
colonialidad del poder”, como dice Quijano. Porque no hay una posibilidad de
tomar una teoría general y aplicarla para nuestros procesos, ni siquiera el materialismo
histórico. Si bien la mayoría del pensamiento crítico latinoamericano se apoya
sobre las categorías del materialismo, las tiene que traducir a nuestras
condiciones sociohistóricas o, como dice el pensador boliviano René Zabaleta
Mercado, “articular lo local con lo universal”. Lo universal serían las
determinaciones que el sistema-mundo capitalista impone a América Latina y lo
local es lo que cada nación ha producido en la inserción a ese sistema- mundo.
Es
desde aquí que hay que revisar las teorías con las que se aborda a
Latinoamérica, desde la colonialidad del poder, del saber y del ser. Hay un
condicionamiento racial étnico muy fuerte en las producciones eurocéntricas y
nosotros nos hemos apropiado de esas teorías y nos miramos. Así, cuando caracterizamos
los Estados latinoamericanos, lo hacemos desde ese lugar y desde esa mirada,
entonces, estos Estados son macro-Estados, ineficientes, burocratizados. Más
allá de que empríricamente eso sea así, partimos ya de una mirada que nos
sesga. Lo mismo cuando hablamos de democracia. Nuestras democracias son de
segunda, populistas, caudillistas, porque nos estamos mirando desde el modelo de
democracia liberal-representativa; lo mismo sucede con las categorías de
desarrollo y tantas otras.
Nosotros
situamos la investigación con ese intento de actualizar la teoría política,
analizando los procesos socio-políticos de las últimas décadas.
¿Cuál es el período que abordan con su
investigación?
Hacemos
un recorte largo, desde el momento en el que empieza a penetrar el
neoliberalismo en nuestras regiones. Podría ser mucho más extenso porque
América Latina es parte de la acumulación originaria del capital; este
determinante hace que en el contexto de la diversidad –porque somos muy
distintos entre los países– podamos pensarnos como una unidad. La determinación
común que tenemos es la conquista y colonización, que luego se traduce en una
colonialidad que se extiende hasta la actualidad como matriz epistémica.
De
este período largo, nosotros tomamos desde que comienzan las dictaduras en el
Cono Sur (fines de los 60 y 70) hasta que se produce esta “irrupción
plebeya” (como dice Álvaro García Linera) a fines de los 90 y principios
del siglo XXI. Porque son momentos de crisis que operan como canteras de
producción teórica y, también, de prácticas concretas.
¿Cuáles son los procesos socio-políticos que abordan
en este período?
Hay
integrantes del equipo que se dedican a analizar los procesos de la dictadura y
el comportamiento del Estado durante la transición democrática (el proceso que
va de las dictaduras a las democracias) y cómo se va reconfigurando ese Estado.
Porque creemos que en América Latina el Estado sigue siendo central en el
análisis.
Hemos
seleccionado tres macro-categorías: Estado, democracia y movimientos sociales, y
lo que nos interesa es ver la articulación entre estas y los procesos
socio-históricos concretos. No pretendemos hacer ni una semántica histórica ni
tampoco historia, analizando solo procesos.
Por
ejemplo, estudiamos cómo se ha visto afectada la categoría de Estado analizando
concretamente su funcionamiento en los distintos momentos históricos: entre las
dictaduras y la transición a las democracias, durante las democracias y, sobre
todo, a partir del 2001.
¿Con qué metodología abordan este estudio?
En
esta primera etapa, lo que nos hemos propuesto es hacer un esquema narrativo
histórico de tipo macroestructural. Es decir, una aproximación histórico-conceptual a este período que hemos recortado, para ver si hay alguna
diferencia en el uso de las categorías en relación con los procesos.
Por
ejemplo, cuando caracterizamos los movimientos sociales, tomamos las diferentes
líneas teóricas de abordaje: la identidad, la clase. Pero cuando uno va y mira
un movimiento político-social concreto, hay infinidad de cruces, es mucho más
complejo. Estas grandes categorías son las que queremos traducir, o por lo
menos ir marcando la dificultad en la traducción.
Porque
la producción de conocimientos en la lucha –como dice Boaventura de Sousa
Santos– no penetra para nada en la academia. En este sentido, lo que nosotros hemos hecho hasta ahora es adjetivar las categorías, este es nuestro intento
de traducción. Un momento de la traducción es la adjetivación (por ejemplo,
adjetivar el Estado argentino –que no pueden ser los mismos que le ponemos al
Estado chileno o al boliviano– como neokeynesiano-popular y explicar el
por qué estos adjetivos y no otros).
Como
casos, más allá del trabajo teórico, para mirar los movimientos sociales, dos de
los miembros del equipo han tomado el Movimiento Sin Tierra de Brasil y el de
los Mapuches en nuestro país, desde distintas perspectivas.
En
cuanto al Estado, una de nuestras investigadoras está analizando la
reconfiguración del Estado desde el kirchnerismo y el ejercicio del poder desde
el Estado. Otro de los integrantes está haciendo un análisis del uso del
Estado y del ejercicio del poder, en la última dictadura militar y durante el
kirchnerismo.
También
hemos hecho algunas entrevistas en forma asistemática a académicos,
investigadores y estudiantes para detectar el uso de los conceptos Estado,
democracia y movimientos sociales. Si seguimos en esta línea de investigación,
vamos a avanzar sobre esta metodología más de tipo cualitativa, una vez que
tengamos cerrada esta etapa hermenéutica de análisis de procesos y categorías.