Semblanza de Simone de Beauvoir, a 110 años de su nacimiento

Artículo de Danila Suárez Tomé, publicado en Economía Femini(s)ta.

Semblanza de Simone de Beauvoir, a 110 años de su nacimiento

Identidad y Género

Unidiversidad

Danila Suárez Tomé para Economía Femini(s)ta

Publicado el 09 DE ENERO DE 2018

¿Qué había significado para mí ser mujer? Nunca había tenido sentimientos de inferioridad. Mi feminidad no me había molestado en nada. Para mí, le dije a Sartre, eso no había sido nunca un problema.

-Pero de todas maneras, Castor, tú no has sido criada de la misma manera que un niño. Deberías analizarlo mejor…

Así lo hice, y tuve una revelación: ese mundo era un mundo masculino. Mi infancia había sido alimentada por mitos forjados por hombres y yo no había actuado ante ellos de la misma manera que lo habría hecho si hubiese sido un varón. Esto me interesó tanto que abandoné todo para ocuparme de la cuestión femenina en su totalidad

(Beauvoir, Simone de: La fuerza de las cosas)

 

Simone de Beauvoir nació en París en 1908 y murió en la misma ciudad en 1986. La educación intelectual fue históricamente negada a las mujeres, la de Simone de Beauvoir es la primera generación de mujeres francesas educadas en pie de igualdad con los varones. Sus lecturas filosóficas comenzaron en la escuela secundaria: filosofía medieval, mística medieval, Kant, Descartes y Rousseau conformaron su base filosófica inicial. En la Sorbonne estudió junto a Simone Weil, Maurice Merleau-Ponty, Claude Levi-Strauss y Jean-Paul Sartre. Obtuvo títulos para enseñar literatura, filosofía, latín antiguo, griego clásico y matemática. En 1929 aprobó su examen final de la licenciatura en filosofía convirtiéndose en la estudiante más joven en la historia en recibir dicho título. Su tesis versó sobre la filosofía de Gottfried Leibniz.

Al escribir El segundo sexo en el año 1949, cinco años después de que las mujeres consiguieran en Francia el derecho al voto, Simone de Beauvoir no se consideraba a sí misma “feminista”. Beauvoir creía que la opresión femenina quedaba supeditada a la lucha de clases y el desarrollo del socialismo, por lo cual el movimiento feminista en sí mismo no era productivo, tesis que explicita en El segundo sexo. Defraudada por esta perspectiva, especialmente en el devenir de la URSS, en 1972 finalmente se identifica a sí misma como feminista y declara que el trabajo era el primer paso para la liberación de la mujer y que la mujer nunca va a lograr liberarse hasta que el sistema patriarcal sea derrotado. A partir de los 70, Beauvoir se compromete con la causa feminista.

Hasta mediados del siglo XX en Francia la mayoría de los partidos políticos (comunistas y socialistas incluidos) apoyaban una política pública pro-natalista como una apuesta para contrarrestar la crisis de baja población. Por ende, el control anticonceptivo y el aborto eran ambos ilegales y, además, existía una fuerte presión política y social sobre las mujeres para que satisfacieran los roles tradicionales de esposa y madre. Hasta 1938 las mujeres eran legalmente consideradas como menores. En 1965 ganaron la posibilidad de trabajar por un salario y abrir una cuenta bancaria sin autorización de sus maridos. En 1967 las mujeres ganaron el derecho a la contracepción y en 1975, al aborto. Por ende, cuando Beauvoir comienza el proyecto del Segundo sexo en 1946, la mayoría de las mujeres eran presionadas para convertirse en esposas y madres, tenían poco control sobre su propia fertilidad y expresión de su sexualidad, eran incapaces de autonomía financiera y eran discriminadas en el mercado laboral.

En 1971 redacta el “Manifiesto de las 343 sinvergüenzas”, en el cual 343 mujeres confesaban haber abortado generando, así, un acto de desobediencia civil y se constituyó, retrospectivamente, en el puntapié crucial para la despenalización del aborto en Francia  (1975).

“Al parecer este asunto sería una cosa de mujeres. Al igual que la cocina y los paňales, es decir algo sucio por definición. Luchar por el aborto libre y gratuito pareciera ser, además, una cosa tan irrisoria y mezquina…Porque siempre debe haber un olor a hospital, a cocina, o a caca detrás de las mujeres. Nuestras emociones ligadas a nuestra lucha por el aborto libre son complejas. Ellas demuestran la dificultad que tenemos en asumirnos, a convencernos de que vale la pena combatir por nuestros derechos. A diferencia de los otros seres humanos, nosotras no tenemos el derecho a disponer de nuestro cuerpo. Sin embargo, el vientre es nuestro. El aborto libre y gratuito no es nuestra única plataforma de lucha. Esta demanda es simplemente una exigencia elemental. Si no se la toma en cuenta, el combate político no puede ni siquiera comenzar. Recuperar, reintegrar nuestro propio cuerpo constituye para nosotras, las mujeres, una necesidad vital. De frente a la Historia nuestra situación es bastante singular: en una sociedad moderna, como la nuestra, somos seres humanos a quienes se les prohíbe disponer de sus cuerpos. Una situación que en el pasado sólo los esclavos han conocido. Este escándalo se perpetúa en permanencia. Todos los años hay 1.500.000 de mujeres hundidas en la desesperación y la vergüenza. Entre ellas hay 5000 que mueren. Sin embargo, el orden moral de nuestra sociedad no se ve perturbado en absoluto”.

Beauvoir es considerada hoy día una de las representantes del feminismo de la igualdad de cuño ilustrado. El feminismo de la igualdad tiene sus raíces en las premisas de la Ilustración y, sobre todo, en el concepto de universalidad: las estructuras racionales son comunes a todos los sujetos humanos, más allá de sus particulares diferencias. El feminismo de la igualdad buscaba la emancipación política de la mujer en la equidad de género.

El segundo sexo, su obra más reconocida, es un libro que influenció directamente  todo el desarrollo de la filosofía feminista posterior a su publicación. Su mayor impronta fue sobre el feminismo de la segunda ola, desde donde fue apropiada por feminista liberales, socialistas y radicales por igual. A su vez, Beauvoir se nutrió de otras feministas: Virginia Woolf, Madame de Stael, Mary Wollstonecraft, Christine de Pisan, Emily Dickinson, Isadora Duncan  y Clara Zetkin.

Cuando se publicó por primera vez, El segundo sexo fue leído más desde el punto de vista de la liberación sexual que desde la impugnación política del sistema patriarcal o el análisis existencial del sentido de qué es una mujer. Estos temas no fueron relevantes en la lectura del ensayo de Beauvoir sino hasta su reapropiación por las feministas de la segunda ola: estas feministas encontraron en El segundo sexo su sentido de justicia, enfocado en las demandas de un cambio social, político y personal. En este último terreno, El segundo sexo las alertó en torno al lazo estrecho entre las políticas públicas y las prácticas privadas.

El objetivo de El segundo sexo es el de recapitular la cuestión femenina y hacer un estudio originario del estatus de la mujer como la Otra del sujeto masculino. El libro habla sobre los modos específicos en el que la tradición científica, literaria, cultural, religiosa y política de occidente creó un mundo en donde los ideales de la feminidad produjeron una ideología de la inferioridad “natural” de la mujer para justificar la dominación patriarcal. Su tesis central es que la mujer ha sido forzada a la inmanencia y su libertad ha sido oprimida.

Más allá de El Segundo sexo, Simone de Beauvoir escribió numerosas obras. Entre ellas encontramos ensayos filosóficos como Para una moral de la ambigüedad (1947) y Para qué la acción (1944), entre otros. También escribió novelas, relatos y obras de teatro entre las que se destacan La invitada (1943), Los mandarines (1954) y La mujer rota (1968). Su autobiografía consta de varios volúmenes como Memorias de una joven formal (1958), La plenitud de la vida (1960), La fuerza de las cosas (1963), Final de cuentas (1972) y La ceremonia del adiós (1981), entre otros.

 

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