Siria, el pueblo silenciado

Intereses geopolíticos.

Siria, el pueblo silenciado

Alepo

Facultad de Filosofía y Letras

Especial conflictos armados

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Nahir Saua, becaria de Prensa de la Facultad de Filosofía y Letras

Publicado el 20 DE OCTUBRE DE 2016

En los últimos años, Siria ha sido escenario de un conflicto bélico que tiene, en teoría, causas cívicas y políticas. Pero lo que se plantea como una guerra civil o una revolución es en realidad una guerra internacional en la que las potencias se miden y se baten a duelo por la muy deseada media luna árabe.

A los pocos días de desatado el enfrentamiento, en Siria había más de 87 nacionalidades extranjeras. Recientemente se confirmó la presencia de ejércitos de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña.

El Metropolita ortodoxo, Monseñor Siluan Muci, máxima autoridad en Argentina del Patriarcado de Antioquía, en su disertación sobre la problemática de Medio Oriente que tuvo lugar en la Facultad de Filosofía y Letras el último 12 de septiembre, denunció que el conflicto en Siria ha tomado tal magnitud porque no se trata de un pueblo pidiendo por sus derechos, sino de una de las tantas desestabilizaciones creadas en la zona por gobiernos extranjeros.

“Lamentablemente, los intereses geopolíticos, energéticos, regionales e internacionales toman como cara los derechos humanos y la democracia, pero en realidad es una bandera política para defender sus propios intereses. Cuando los países de Occidente piensan los derechos humanos y la democracia en Medio Oriente, lo hacen en la medida en que sirven a sus propios intereses, no a la necesidad de los países de la zona. En Medio Oriente se necesita un gran trabajo en materia de derechos humanos, pero en todo el mundo se necesita”, explicó.

El proyecto de estabilización democrática que planearon Estados Unidos y sus aliados para Medio Oriente no ha funcionado, sino que ha empeorado. Ejemplo de ello es el surgimiento de ISIS, la situación en Siria y en Libia. Monseñor Pablo, un obispo ortodoxo que lleva ya secuestrado tres años por los terroristas, dijo a un embajador occidental una vez: “Ustedes gastaron mucha plata en el armamento que lanzaron en Irak. Si esa plata nos la hubieran dado a nosotros para construir escuelas, hospitales y otras obras públicas de esta naturaleza, habríamos llegado a los objetivos que tenían ustedes: promover los derechos humanos y la democracia”. El Metropolita señaló que “la atención mediática y diplomática se centra solamente en la actuación del gobierno sirio, como si se quisiera promover el tema de derechos humanos solo de un lado para generar un cambio político del otro y, en medio de eso, la situación en Palestina pasa desapercibida”.

Contra el gobierno hay una mayoría de musulmanes que quiere instaurar la ley islámica. Los países de la Unión Europea y Estados Unidos proveen de tecnología y armas a estos grupos extremistas. El caos que se ha generado en Siria, Irak y Libia con la llamada “Primavera Árabe”, en la actualidad está destruyendo una organización consolidada, un tejido social, un esqueleto de nación.

Los cristianos que antes vivían en paz en Siria ahora son objetivos de guerra para las facciones extremistas. La convivencia interreligiosa se ha roto. La nación se desarma. La paz se ha perdido por voluntad de ajenos. Los sirios se resisten a migrar porque aman su tierra, pero no tienen alternativa: su tierra ya no les pertenece, más de 87 nacionalidades la reclaman.

Entre tanta propaganda, tantas bombas, tanto ruido, no se oye la voz del pueblo sirio que sólo pide que lo dejen decidir y actuar como pueblo soberano en sus propios asuntos. En la lejanía, en un refugio que les cierra barreras o entre los escombros de su antiguo hogar, piensan en su tierra, en la paz y cantan a oídos sordos la canción del pueblo silenciado.

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