Tecnofeudalismo: por qué las nuevas derechas seducen a los grandes CEO del mundo
¿Las grandes empresas tecnológicas se quieren apoderar del mundo? ¿Qué hay detrás de aquel sueño de Silicon Valley que prometía trabajar de forma libre y creativa? Mientras se discute el poder global, el trabajo de plataformas exige poner mente y cuerpo 24/7. Buscamos entender qué moviliza a estos líderes que se acercan a corrientes ideológicas cada vez más conservadoras.

Foto generada con ChatGPT
Con cada revolución tecnológica, surgen promesas para alcanzar un anhelado “mundo mejor”. Sin embargo, en pleno siglo XXI, volvemos a hablar de feudalismo. En este caso, tecnofeudalismo. Este concepto, relativamente nuevo, viene siendo teorizado desde distintos países y conlleva una serie de novedades en el campo de las ideas. Hablar de tecnofeudalismo es hablar de magnates como Elon Musk, Mark Zuckerberg o Peter Thiel. Ellos, multimillonarios, parecen dominar el planeta y ahí se abren muchas incógnitas, ya que, si hay señores feudales, hay siervos; si hay puja por el poder, hay sistemas que caen. En las siguientes líneas, trataremos de hilar un camino que explique qué hay detrás de estos líderes que nacieron al calor de Silicon Valley, pero que ahora son referentes del conservadurismo y las nuevas derechas.
Aproximemos una idea general. Podemos describir al tecnofeudalismo como el conjunto de líderes influenciados por la cosmovisión emprendedora de Silicon Valley (la ciudad que vio nacer a las grandes big tech en California, Estados Unidos). Estos gigantes informáticos, como Google, Amazon y Meta han ido configurando un mundo dominado por internet y las redes sociales, donde los datos y la información que generamos millones de usuarios y usuarias son el bien de cambio que producen “capital” y convierten a estas megaempresas en las más valiosas de la historia.
Entonces, si la moneda de cambio son los datos, ¿qué recibimos a cambio las y los millones que generamos esa información? ¿Entretenimiento? ¿Accesibilidad? ¿Protección en la nube? ¿Somos siervos digitales?
No son muchas las empresas que pueden alcanzar ese estándar de señores feudales de la vida digital, pero veamos un ejemplo: Elon Musk (X, Tesla, SpaceX) Jeff Bezos (Amazon), Mark Zuckerberg (Meta), Sundar Pichai (Google) y Tim Cook (Apple) asistieron a la asunción del segundo mandato de Donald Trump. La foto, toda una demostración de comunión del poder global, tuvo como gran patrocinador a Musk, quien debutó como funcionario desregulador en la gestión del presidente estadounidense, pero luego terminó enemistado. Si la foto fuera completa, podría sumar a figuras como Sam Altman (Open AI) o Alexander Karp, una cara menos conocida, pero una de las voces más controversiales. El CEO de Palantir (cofundada junto a Peter Thiel) brinda software de seguridad al Pentágono, la CIA y el FBI.
El día que los CEO de las grandes tecnológicas acompañaron la asunción del segundo mandato de Trump. Foto publicada por Reuters
Con mayor o menor intensidad, estos CEO han brindado su opinión a favor de bajar las barreras del intervencionismo estatal que busca regular la actividad en el mundo digital. Zuckerberg (Facebook, Instagram y WhatsApp) tuvo un giro sorprendente antes de que Trump volviera a la Casa Blanca, al anunciar que sus plataformas abandonaban el programa de verificación de datos independientes.
Estos hombres y su mirada sobre el mundo vienen generando, como dijimos, varios interrogantes. Uno de ellos es por qué han ido virando paulatinamente su mirada hacia el ala derecha del espectro ideológico, reivindicando una escala de valores conservadora, alejándose, tal vez, de los principios que Silicon Valley supo vender desde el marketing, hoy reunidos bajo el paraguas conceptual del “wokismo”.
Mirar desde otro ángulo
Natalia Fischetti, investigadora del Incihusa- Conicet, viene trabajando desde la filosofía feminista cómo los avances tecnológicos afectan a la sociedad. En una charla con Unidiversidad, nos ayuda a aproximar una respuesta para saber qué hay detrás del tecnofeudalismo. Lo primero que hace es remitir a títulos de intelectuales que vienen analizando el tema. Por un lado, nos muestra el último libro del francés Cédric Durand, Tecnofeudalismo. Crítica de la economía digital. También exhibe Fragmentar el futuro. Ensayos sobre tecnodiversidad, del hongkonés Yuk Hui. Suma Capitalismo caníbal, de la norteamericana Nancy Fraser, y un ejemplar de su libro recién publicado, que escribió junto a Andrea Torrano, Tecnologías feministas. Tramas para la resistencia desde el sur latinoamericano. Parte de este material, aclara, está a disposición en la Biblioteca Central de la UNCUYO, en el espacio de lectura Sebastián Touza. Fuera de esta lista, también vale la pena agendar Tecnofeudalismo: el sigiloso sucesor del capitalismo, del griego Yanis Varoufakis.
La charla comienza desafiante, sobre qué ve detrás del hilo que conecta a estos magnates con las corrientes neorreaccionarias, que convergen en una serie de conceptos que no siempre se concatenan. Incluso, a veces, se contraponen. Hablamos de ilustración oscura, de aceleracionismo, de poscapitalismo. También de natalismo, de eugenesia y de transhumanismo.
Fischetti propone repasar brevemente la película Mountainhead, recientemente estrenada en la plataforma HBO, donde cuatro magnates de la tecnología se reúnen en un lugar extravagante, en medio de una crisis mundial desatada por una IA que genera desinformación a nivel global. No se puede determinar qué es verdadero y qué no. En la trama de la película, aparece en distintas escenas Argentina, como ejemplo de un país volátil, cuyo sistema cae y termina supeditado a uno de estos CEO.
Un rey, un capitán, un navegante y un marinero raso. Así miden en "Mountainhead" su fortuna. Foto: captura de pantalla
“Me parece que no podamos eludir esto de que la película hace referencia a Argentina todo el tiempo porque no es casualidad. O sea, a mí me parece que no”, dice la filósofa. Luego piensa y da pie a indagar en la vinculación de estos magnates con la tecnología, con la nube, que es algo que los autores de los libros venían avizorando, pero no llegaron a vivir. Los libros que hablan de tecnofeudalismo son de alrededor de 2020, pero el chatbot conversacional ChatGPT se dio a conocer a finales de 2022. Sin embargo, los autores no llegaron a dimensionar la velocidad de la IA, ni el segundo gobierno de Trump, ni la foto de los CEO en la Casa Blanca.
Entonces, en la conversación aparece la variable “velocidad”: todavía hoy es muy difícil de llegar a comprender en tiempo real en qué momento está acelerando. Lo que sí podemos hacer es preguntarle a Fischetti cuándo cree que comenzó.
“Yuk Hui dice que es en 2001, con el estallido de la Torres Gemelas”, comenta la investigadora, y luego detalla: “En ese momento, empezaron a escribir: ‘Esto es la decadencia de Occidente’. La idea de la ilustración, la igualdad y la democracia resultó, en la mirada de cierta intelectualidad norteamericana, fallida. Entones, dijeron: ‘Tenemos que revisar esto’. En ese momento surgieron los think tank que luego apalancaron el primer gobierno de Trump, que, apenas asume, decreta los vetos migratorios”.
Así, Fischetti inicia un camino que habla de la pulsión antidemocrática de la que se acusa a las nuevas derechas cada vez que emergen en distintas partes del planeta. “Hay una idea sobre la ilustración —comenta— y sobre cómo la igualdad y la democracia están llevando a la decadencia de Occidente. Les da una idea muy simplista, ingenua. Se ponen a leer filosofía y, entonces, empiezan a pensar desde la libertad, que no es la libertad democrática, sino la libertad de mercado. Tienen, también, visiones supremacistas blancas”.
En sintonía con la época, surge una voz en Estados Unidos que se hizo conocida desde un blog. Con el seudónimo “Mencius Moldbug”, Curtis Yarvin empieza a ser referente en el mundo de las ideas de varios de los CEO que nombramos, en particular, Peter Thiel y el financista tech Marc Andreessen. ¿Por qué es importante Yarvin? Porque pasó de ser un provocador bloguero a filósofo de cabecera del movimiento neorreaccionario (NRx), de la llamada "ilustración oscura", que argumenta que la democracia estadounidense está rota y debería ser reemplazada por una monarquía o gobierno liderado por un CEO, inspirado en la lógica meritocrática de las empresas. Además, Yarvin comenzó a tener llegada directa a J.D. Vance, actual vicepresidente de EE.UU., Peter Thiel o Steve Bannon, la mente detrás de la maquinaria propagandística del primer Trump.
Una idea que seduce
En la conversación con Fischetti, surge preguntar qué es lo que seduce a estos líderes para, tan abiertamente, empezar a coquetear con las derechas radicales. Porque no es un fenómeno exclusivo de Norteamérica. En Argentina, CEO tecnológicos como Marcos Galperín (Mercado Libre) o Pierpaolo Barbieri (Ualá) no solo defienden la gestión del presidente libertario Javier Milei, sino que suelen sumarse a diversas provocaciones en las redes sociales, particularmente en X (ex-Twitter), que resurgió como panacea del pensamiento “sin censura”.
La investigadora del Conicet plantea que un amplio abanico de la teoría crítica, desde distintas posiciones, ahonda en esas relaciones, pero ella prefiere una explicación “menos retórica y más material”.
Natalia Fischetti en la charla con Unidiversidad
“El capitalismo ha sido estudiado críticamente desde al menos dos grandes miradas: una, que habla solo de la explotación de los trabajadores, y la otra, que habla de la expropiación en los países del sur. Entonces, si vos pensás qué es lo que necesita Musk para su nube, para sus autos Tesla, necesita litio. Por eso, juegan con este discurso que todo el tiempo está ocultando otra cosa. La energía limpia, la nube, las plantas enormes para data centers, necesitan la materialidad”, sostiene, y aclara que en esa disputa hay democracia, y es ahí donde ven límites.
“En una democracia hay asambleas, una audiencia pública. Veamos el ejemplo de Uspallata y la minería. Mi posición es que ese pueblo va a quedar arrasado, como tantos otros pueblos de América Latina y de Argentina. O sea, no le ha mejorado la vida a la gente. La transformación real no es social, no va a la gente, al pueblo. Elon Musk necesita litio, necesita el agua y necesita un país como Argentina. Necesita que nosotros les demos esos recursos a la vieja usanza”, agrega.
Entonces, continúa la filósofa, estos CEO tecnofeudales “están pensando en algo material". "Algo que ni siquiera ven los críticos marxistas europeos, que están en la línea de la explotación de los trabajadores, de la subjetividad, del robo de datos. Lo que nos pasa a los latinoamericanos es mucho más fuerte y siempre ha sido así”, sostiene.
Emprender, un verbo que se conjuga en futuro imperfecto
Uno de los pilares de Silicon Valley como terreno fértil para el emprendedurismo tech fue venderse al mundo como un espacio libre de restricciones estatales, donde priman el talento, la innovación y el desarrollo tecnológico. Así nació lo que, luego, autores como Cédric Durand llamaron el "Consenso de Silicon Valley", en reemplazo del "Consenso de Washington", de corte neoliberal. Este nuevo acuerdo, forjado al ritmo en el que crecían las conexiones a internet, enarbola las banderas de la libertad, la creatividad, la innovación, la velocidad, la tecnología y el mérito individual.
Para Fischetti, hay un riesgo claro en creer que una persona es más libre “porque tiene un trabajo que no tiene ningún tipo de seguridad social, que no tiene ningún tipo de jefe, pero tiene un gran hermano que lo vigila”. Según la investigadora, reaparece esta “doble cara” donde se juegan “lo material y lo inmaterial”.
“Tenés un trabajo de plataforma y, en realidad, lo que estás haciendo es poner tu cuerpo. Estás poniendo tu cuerpo sobre una bicicleta”, comenta, y luego analiza: “Foucault, en la década del 70, ya hacía la crítica al capital humano y decía: ‘Ojo con esta idea de Becker del capital humano y el emprendedor, porque es el peor de los disciplinamientos en los que va a caer la humanidad’. Lo dijo en el año 76. Hace 50 años veía venir este modelo de subjetivaciones. O sea, no es que vos vas a trabajar en un horario de trabajo: estás trabajando 24/7. Entonces, no es tu tiempo de trabajo, es todo tu tiempo, tus vínculos, tus sueños, tus fantasías. Tu todo al servicio de la innovación y la creatividad”, describió la investigadora del Incihusa.
La charla con Fischetti termina, pero queda un tendal de preguntas sobre esta dinámica nueva aunque no tan extraña entre siervos y señores feudales del siglo XXI. Y, si bien no está claro qué va a suceder en las próximas décadas, sí está claro que hay personas en el mundo que advierten de una peligrosa convergencia de intereses económicos y políticos que busca cimentar el poder desde una élite tecnológica.
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