A treinta años de la explosión nuclear de Chernóbil

Existe cierto consenso acerca de que 31 personas murieron de forma directa por la explosión, pero la cantidad de fallecidos desde entonces por trastornos genéticos, malformaciones en órganos internos y cáncer como consecuencia de la radiación está en disputa.

A treinta años de la explosión nuclear de Chernóbil

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Unidiversidad / Fuente: Télam

Publicado el 26 DE ABRIL DE 2016

"Chernóbil es la peor de todas las guerras. El hombre no tiene salvación en parte alguna. Ni en la tierra, ni en el agua ni en el cielo". Esas palabras de un sobreviviente del desastre nuclear recopiladas en el libro Voces de Chernóbil, de la Nobel de Literatura Svetlana Aleksiévich, resumen de forma clara y precisa la magnitud del problema: la contaminación radioactiva comenzó el 26 de abril de 1986 y 30 años después sigue afectando a unas cinco millones de personas que viven en la zona.

Existe cierto consenso acerca de que 31 personas fallecieron de forma directa por la explosión en el reactor 4 que liberó un poder nuclear 200 veces superior al de las bombas de Hiroshima y Nagasaki combinadas, pero la cantidad de fallecidos desde entonces por trastornos genéticos, malformaciones de órganos internos y cáncer como consecuencia de la radiación está en disputa, con algunos cálculos que apuntan a una cifra de medio millón.

Ese contador de víctimas fatales sigue en aumento con "cinco millones de personas que viven hoy en día en áreas contaminadas de Ucrania, Bielorrusia y Rusia y se ven afectados por partículas de estroncio y plutonio, que son absolutamente peligrosas si se inhalan o ingieren", indicó Rashid Alimov, activista antinuclear de la sede Moscú de la organización Greenpeace. El ambientalista explicó que "cada vegetal que se cosecha, vaso de agua que se tome, pescado que se coma" son un peligro para la población, al igual que "el humo radioactivo de la gran cantidad de incendios forestales que hay alrededor de Chernóbil", especialmente en el Bosque Rojo, llamado así por el color que tomaron los pinos al morir tras absorber grandes dosis de radiación.

En este panorama sombrío, Alimov lamentó que "la situación sobre lo que pasa y la inseguridad nuclear no está en el interés del público" y lo ejemplificó con que "el gobierno de Rusia está cortando la protección y los programa de apoyo" a sus habitantes en la zona afectada.

"Sólo la mitad de los niños afectados recibirá las cirugías que necesitan para sobrevivir: el resto va a morir dentro de tres a cinco años", según la ONG Chicos de Chernóbil.

Los problemas que sigue generando en la salud son tales que existe la afección llamada "corazón de Chernóbil", bautizada así por la gran cantidad de chicos que nacieron después de 1986 con problemas cardíacos que, para peor, no son tratados o lo son pero de una forma no efectiva, por lo que terminan convirtiéndose en casos fatales. La ONG, responsable de llevar hasta la fecha a más de 25 mil menores desde la zona de contaminación a Irlanda, donde familias los reciben de forma temporal para su recuperación en estancias que tienen un promedio de dos años, revela que el trabajo es arduo y continuo ya que unos 600 bebés nacen al año con el "corazón de Chernóbil".

Sólo el 3 % del material radioactivo fue expulsado durante el incidente de 1986 y por eso, más tarde que temprano, se está construyendo un nuevo sarcófago que prevé ser terminado el año próximo para evitar más filtraciones durante el próximo siglo. Si bien es un avance, las organizaciones humanitarias y sanitarias advierten de que se necesita un plan integral, ya que el plutonio tiene una vida media de 24 mil años y se necesita, además, mejorar la ayuda para aquellos que están en las zonas contaminadas, especialmente por el estroncio y el cesio que se filtran en el suelo y afectan la cadena alimenticia al ser absorbidos por plantas, insectos y hongos.

Al fin y al cabo, los sobrevivientes del desastre nuclear no piden más que lo que tienen muchos habitantes del planeta, tal como reflejó otro de los testimonios que recogió la autora Aleksiévich en su libro documental: "Si pudiera elegir mi muerte, pediría que fuera común y corriente. No como las de Chernóbil".