Bajar la edad de imputabilidad: una discusión fuera de eje

Así lo consideró Arturo Piracés, titular de la Dirección de Responsabilidad Penal Juvenil. Dijo que lo central no es bajar la edad, sino para qué se hace y cuál es el programa de acompañamiento.

Bajar la edad de imputabilidad: una discusión fuera de eje

Piracés conoce la problemática del ex COSE. Desde el ’85, y en forma intermitente,. Foto: losandes.com.ar

Sociedad

Edad de imputabilidad

Unidiversidad

Verónica Gordillo

Publicado el 06 DE MARZO DE 2019

Para el titular de la Dirección de Responsabilidad Penal Juvenil (DRPJ), Arturo Piracés, no es significativo si se baja la edad de imputabilidad de los adolescentes que delinquen de 16 a 15 años, sino que la pregunta central es para qué. Cree que si existe una propuesta seria de acompañamiento temprano, puede ser positivo, porque eso significaría que el Estado se haría cargo antes de una problemática compleja.

Piracés conoce la problemática. Desde el ’85, y en forma intermitente,  ha estado al frente del organismo que tiene a su cargo a los chicos que delinquen, antes era el Cose y ahora la Dirección de Responsabilidad Penal Juvenil. Actualmente el sistema contiene a 80 adolescentes que cometieron delitos graves (79 varones y 1 mujer) y cumplen medidas privativas de libertad, además de otros 600 que ingresan por delitos menores, con los que se trabaja con medidas alternativas a la privación de la libertad.

En base a la teoría, pero especialmente a la práctica, Piracés opinó respecto del proyecto del Régimen Penal Juvenil que presentó el Ejecutivo en el Congreso, que entre otros aspectos prevé la baja de edad de imputabilidad de 16 a 15 años, cuando los adolescentes cometan delitos graves como homicidios o violaciones.

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Así defendió el ministro de Justicia el proyecto oficial que busca crear un régimen penal juvenil.

El foco equivocado

Piracés señaló dos errores de base en la discusión: el primero es centralizarla en si bajar o no la edad de imputabilidad, como si ese fuera el aspecto medular del problema, y -el segundo- es creer que si se baja la edad se solucionará el problema de la inseguridad.

Para el profesional, centralizar la discusión en la baja de la edad va en consonancia con lo que piensa un grupo de ciudadanos que pide “sacar de circulación” a esos chicos, para que “no molesten”. Sin embargo, cree que a esa postura -más allá de no tener en cuenta la situación de marginalidad- es poco práctica, porque esos adolescentes van a vivir, son parte de nosotros, y por eso hay que trabajar para que asuman su responsabilidad y para darles oportunidades que les permitan una inserción real en la sociedad.

Piracés dijo que sólo hace falta analizar la situación en otros países, para entender que la baja de edad no es el aspecto central, ni que se trata de gobiernos de derecha o de izquierda, sino que lo central es analizar cuál es el sistema de acompañamiento del adolescente que delinque. Comentó que cuatro países tienen el límite en los 16 años (Argentina, Cuba,  Mazambique y Timor), mientras en el resto es menor, incluso en Latinoamérica, ya que para Chile y Bolivia el límite es 14 años, para Uruguay y Brasil es de 13 y para Venezuela 12 años. Sin embargo, explicó que por ejemplo en Chile se trabaja con medidas alternativas serias y diferenciadas con los chicos de 14 años y 15 años.  

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El juez Carlos Parma, de la Cámara Penal de Menores, está convencido de que bajar la edad de imputabilidad no es la solución para la problemática de los adolescentes que delinquen. Por el contrario, cree que la solución es clara y conocida: más prevención, más salud, más educación, más viviendas, más cuidados.

La situación de Mendoza

El profesional aseguró que Mendoza asumió la responsabilidad en este tema, porque tiene un sistema diferenciado para los chicos que cometieron delitos, con programas específicos y con jueces especializados en la materia.

Cuando un chico comete un delito y tiene menos de 16 años es considerado inimputable, por lo que el caso lo aborda la Justicia de Familia y el Órgano Administrativo Local (OAL), que es el que determina las medidas a seguir. Cuando el adolescente ya tiene 16 años, su caso queda en manos de un juez Penal de Menores y si cometió un delito grave (por ejemplo homicidio) pasa a  la Cámara Penal de Menores. En esa instancia los magistrados tienen dos alternativas: las medidas privativas de libertad y las alternativas, que generalmente se aplican a los chicos que cometieron delitos menores por primera vez.

Actualmente en Mendoza hay 80 adolescentes con medidas privativas de libertad, que cumplen en el ex Cose, donde siguen la escuela primaria, secundaria, aprenden un oficio (a través de un convenio con la Universidad Tecnológica Nacional). Los otros 600 cumplen medidas alternativas, es decir con un seguimiento constante, pero regresan a sus casas, aunque hay casos en que esto no es posible, porque no tienen un ámbito familiar que los contenga.  

Piracés comentó que en breve se concretarán obras importantes: un salón de usos múltiples puertas adentro del ex Cose y el Centro de Abordaje Integral del Adolescente (Caipa), un ámbito para trabajar con los adolescentes que cometieron delitos menores y donde participarán en forma integrada Salud, Educación Deportes y la comuna de Godoy Cruz.

Radiografía social

¿Cuál es el perfil de los chicos y adolescentes que cometen un delito?

La mayoría no viene de la pobreza, sino de la miseria. Hay un alto grado de desertores de los primeros grados de la primaria, por eso acá establecimos la escuela obligatoria, incluso ahora hay varios que van al secundario. Son chicos que vienen muy privados desde la primera infancia, con abandono, ves la historia familiar y barrial y uno se explica por qué están acá. Son sectores donde la donde la fuerza, la defensa es importante, donde estar armado es algo naturalizado, donde las drogas de todo tipo están naturalizadas.

¿Hay alguien de la familia presente?

Sí, tienen mucha madre, los padres brillan por su ausencia. Son chicos que en general han tenido una educación dirigida por mujeres, donde a los 12 o 13 años ya se empiezan a hiper masculinizar, como modo de diferenciación. Es decir, como no hay un padre que sirva de modelo sobre qué es lo masculino, entonces ser macho es ser encarador, agresivo y esa imagen se fomenta, está presente en los barrios y se trae para acá. El tema es complejo, por lo que requiere soluciones complejas, no es fácil un chico que ha sido toda la vida abandonado. Nosotros tenemos un lema, “No al castigo, sí a la oportunidad”. Por eso, deben asistir a la escuela, por eso hicimos un convenio con la UTN para capacitarlos en un oficio y estamos tratando de firmar convenios para que no sólo aprendan, sino que tengan un trabajo.

En lo que se denominaba ex Cose eran frecuentes las fugas, los amotinamientos. ¿Qué cambio para que hoy la situación sea distinta?

Creo que hay otro trato, tienen actividades, les sacamos el jugo, son adolescentes. Creo que el trato es importante, además hay un contacto directo con la familia, ya no vienen como antes de otras instituciones, sino que vienen de la calle y eso hace que uno pueda moldearlos en el buen sentido, que los pueda acompañar.

¿Cómo reaccionan?

Hay que ir llevándolos, hay chicos muy abúlicos, están acostumbrados a estar tirados, pero son adolescentes, son “moldeables” en un sentido positivo. Creo que uno los tiene que acompañar más que forzar, acompañarlos para que cumplan algunos objetivos, pero los objetivos no los podemos poner nosotros, porque dependen de sus aptitudes, yo apuesto mucho a al tema de la resiliencia.

Responsabilidad Penal Juvenil

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Asumir la responsabilidad

En este tema de los adolescentes que cometen delitos, hay quienes aseguran que son víctimas y otros que piden bajar la edad de imputabilidad y penas más altas. ¿Dónde se para usted?

Creo que son víctimas de una historia social, pero ellos se tienen que hacer cargo de lo que hicieron, si no los estaríamos menospreciando, diciendo que son pobrecitos, no son pobrecitos, son igual a mí. Pienso que si yo hago algo me toca un castigo, si ellos hacen algo les toca un castigo. Pero uno tiene que pensar en la oportunidad que les da, es decir el castigo para qué. Por eso, el trabajo es que se hagan responsables de lo que hicieron, porque hay un fenómeno que le llamo “locus de control”, es decir yo lo hice porque fui malcriado, porque me abandonaron, la culpa es de afuera. No, yo lo hice, lo asumo  y trato de cambiar, la posibilidad de cambio está en hacerse cargo y ese es el trabajo. El decir pobrecito, es víctima, creo que es equivocar el camino,  porque son seres humanos, que deben asumir su responsabilidad, pero también hay que darles oportunidades, porque tienen 16 años y van a vivir más allá de los 70, entonces hay que lograr reinsertarlos en la sociedad.

¿Usted ha estado en forma intermitente en este puesto, qué cambió?

Las cosas cambian muy rápido. Cuando empecé acá, en el ‘85, la mayor parte de los pibes que llegaban aquí delinquían fuera de su barrio, ahora delinquen en el mismo barrio, donde hay ajuste de cuentas, donde la droga se metió como comercio. Hace 30 años el comercio era la prostitución, varones que “administraban” chicas que comenzaban con la prostitución a los 12 o 13 años. Ahora, el comercio es la droga, porque da más plata. En ese sentido hay que ser dinámico como sociedad, para brindar respuestas acordes a la realidad.

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